El dolor que sentimos es menor que el que hacemos sentir

Por: Eva Gaytán

Algo que amaba de mí era el sarcasmo e ironía con los que siempre he tomado la vida, creo que sin saber era un mecanismo de defensa que tenía para los múltiples chingazos que había recibido. Creo que en ocasiones nos burlamos de lo que nos duele creyendo que así duele un poco menos, es esa onda de no andar de capa caída por el mundo y de “dar la mejor cara”, aunque esa cara sea una farsa.

Anteriormente les había contado en otros espacios en los que me han permitido colaborar, o en mis redes sociales, así a las bravas que hace ya muchos años fui víctima de violencia física, psicológica, económica y obviamente como todas las mujeres (aunque algunas aún no se dan cuenta) de acoso.

Hoy así, como el vientecillo de la Rosa de Guadalupe, me percaté de que crucé al otro lado. Siempre he sido una persona violenta, cuya principal herramienta ha sido el lenguaje, una de las mil razones por las que no me gusta conversar con las personas cuando estoy molesta es precisamente saber que cuando abro la boca hiero horrible.

Y la verdad solo no hablo con las personas que me importan, en ocasiones me alejo cuando siento que la ira se me va metiendo porque creía que era capaz de saber el daño que hago.

Me duele darme cuenta que no estaba consciente por completo, pues me han hecho saber lo mucho que lastimé a una de las personas que más amo, la única que amo en esa forma y en verdad que ahora más que nunca me resulta imposible comprender por qué las personas que lastiman a otras pueden dormir tranquilas.

Cuando dañas a alguien te dañas a ti mismo y cuando lastimas a la persona que amas se es consciente de la vasca en que te has convertido.

En verdad estoy escribiendo esto mientras chillo como chiquilla abandonada en la feria porque me lastima mucho saber que soy una cochinada de ser humano.

Espero con todo mi corazón que quienes me han lastimado en algún momento hayan sentido un poquito de lo que estoy sintiendo; quizá esta sensación nos permita mejorar como personas y si no cambiar al mundo, sí cambiar un poco el entorno propio, volverlo más gentil por el bien propio que en realidad es lo que nos debe preocupar.

Ojalá que reconocerse como persona violenta sea como el alcoholismo, que al reconocerlo buscas los medios para sanar.

¿Qué pedo? ¿Alguna vez se han percatado de las formas en las que ustedes han lastimado a otros?

Chales!!!

Se siente bien gacho, en serio duele y me duele aún más pensar que en serio siempre he estado tan a la defensiva del mundo que no sabía que en esa defensa también nos podemos convertir en lo que más odiamos y nos atemoriza.

No quiere decir con eso que deberíamos pasar de la defensa a ser dejados, pero sí sería bueno ser más sensibles a lo que somos capaces de ser.

3 comentarios en “El dolor que sentimos es menor que el que hacemos sentir”

  1. Se nota, mi estimada escritora, que está en un momento de reflexión y sanación. Creo que todas y todos estamos pasando por ésto el este encierro o contingencia que nos lleva a través de la reflexión a cortar con actitudes, costumbres y hasta con amistades y familiares. La soledad, única fiel compañera en este tiempo, nos hace pensar en lo bueno y lo malo que hemos hecho y que nos han hecho. Nos hemos dejado rodear el influenciar por gente nociva sin notarlo con anterioridad. Pero nos damos cuenta de igual manera que bueno y lo malo y que solo nos queda desaprender para aprender. Las actitudes que nos han hecho odiosos es un mecanismo de sobrevivencia más que de defensa. No es justificable, pero si humano.

  2. Excelente aportación, con la cual me identifico. Agradezco la colaboración de Eva Gaytan, sus palabras tan honestas me llegaron muy profundo… Gracias!

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