Hay cosas que no cambian

“El PRI de los 70’s is coming back”, “Morena es lo más retro y vintage que existe. Las peores y más tóxicas prácticas del México posrevolucionario están de vuelta”, “Son tan básicos, la falta de sensibilidad en un país de luto”, “La estupidez tiene nombre, apellido y partido; es irresponsable el proceder de estos personajes”, “El PRI renaciendo más fuerte que nunca”, “Queda claro que en Morena no importa el llamado de su líder Andrés Manuel López Obrador de evitar aglomeraciones y actuar con precaución ante el nuevo repunte de COVID-19. Todo sea por el hueso, pues”, “Ufff si no se dijera que es de hoy, pensaría en el PRI”, “Al más puro estilo del viejo PRI o son priístas disfrazados”, “Los dinosaurios siguen ahí, nunca hubo un cambio”, “Lo bueno que son diferentes a los demás”, “Nada qué festejar, mucho menos que se registre gente que ya demostró su ineptitud”, “Siempre en campaña”, “Todos estos rituales son tan del PRI. Las cargadas, que en este caso son muchas cargadas estatales. Este país tiene en su ADN las formas y los fondos priístas. La Sombra del Caudillo siempre tan actual”, “siempre confían (en las dirigencias y las encuestas) hasta que ya no les favorece. Marca indispensable de un buen morenista”, “Nomás corretean un hueso”…

Estos fueron algunos de los tantos comentarios expresados en redes sociales respecto al registro de aspirantes a las candidaturas a gubernaturas de MORENA en los 15 estados donde habrá elección el próximo año. Fueron dos días (viernes y sábado) donde las tamboras parecían entrar en duelo de compases para ver quién tocaba más chingón “El Sinaloense” o “La Cabrona” (vetada en las callejoneadas de Zacatecas desde hace algún tiempo).

Y sí: esos llamados a quedarse en casa de todos los aspirantes de pronto se olvidaron por igual porque era día de fiesta y la “fiesta de la democracia” era más importante que los llamados de Hugo López-Gatell a seguir las medidas preventivas como el uso del cubrebocas (pero usarlo bien, no como el senador José Narro Céspedes que casi lo traía de sostenedor de papadas) o respetar la sana distancia; o los llamados de la jefa de Gobierno de la Ciudad de México, Claudia Sheinbaum, que ha hecho hasta lo imposible para que los chilangos acaten las medidas y no sigan colapsando los hospitales.

Hace unas semanas se cuestionó (y con justa razón) al Partido Revolucionario Institucional (PRI) por realizar eventos “masivos” en la sede del Comité Directivo Estatal. Trascendió la noticia de que Fito Bonilla dio positivo al COVID-19 y sin embargo continuaron las actividades hasta que el dirigente estatal, Enrique Flores, también dio positivo. Y quién sabe cuántos casos más pudo haber que no se dieron a conocer.

Pero nadie experimenta en cabeza ajena. Seguramente en MORENA piensan que la honestidad es como un “detente” para el COVID-19, una honestidad que no ha dejado inmunes a los más de 10 funcionarios de alto pedo en el gabinete federal y ni hablar de políticos conocidos en el plano local.

¿Acaso el montonal de gente que acudió al registro de aspirantes volvió a sus lugares de origen para aislarse durante 14 días, como indican las autoridades sanitarias? Vaya, hasta se expuso la salud de compañeros de los medios de comunicación al invitarlos a los registros, los mismos que pedían a la clase política no más ruedas de prensa presenciales para evitar más contagios. Pero todo esto se olvidó porque era “día de fiesta” y hasta se cooperaban el veinte para que la tambora tocara más recio y más recio.

En ese afán de demostrar “músculo” o “respaldo político” de figuras conocidas, tan solo replicaron esas prácticas que tanto se cuestionó al PRI más rancio y que en cierta forma demuestran lo que hace varios ayeres diría la senadora Beatriz Paredes Rangel: “ojalá no comprobemos en este tiempo de la historia de México que todos llevamos un pequeño priísta dentro”.

Porque la verdad eso de las cargadas parece más una competencia de ver quién tiene la “desta” más grande, tal cual como ese sistema patriarcal que en la vida cotidiana reproduce viejos modelos de “poder”, cuando se supone que se trata de un movimiento por el cambio verdadero, pero que no ha concebido un cambio en las viejas prácticas de hacer política.