Candidatos más falsos que los productos light

Llevan ya varias semanas apareciéndose en nuestro feed de las redes sociales, principalmente Facebook, y comparten cada barbaridad que hasta da penita que esos sean los “mejores perfiles” que tenían los partidos políticos para este proceso electoral 2020-2021.

Se trata de aspirantes que en su vida han pisado un tianguis o se han subido a un camión y de pronto le quieren jugar a ser barrio, como si con nombrar a “Doña Rosita” o “Don Lupe” en sus publicaciones, así con ese grado de informalidad, se volvieran más “pueblo”.

Pero es que hay cosas bien básicas por las que uno distingue si los que hoy levantan la mano alguna vez se han dado sus baños de pueblo para convivir con el populacho.

Y no nos referimos a asistir al Palenque de la Feria, porque hasta en eso tienen el descaro de agenciarse las “cortesías” para los lugares VIP y ni se dan la oportunidad de convivir en las gradas de más arriba, ahí donde se siente la lluvia de sudores. Que se sepan la letra de todas las canciones de los Tigres del Norte o de Ramón Ayala no los hace más pueblo.

No sabrán que en cada tianguis hay horarios de afluencia diferentes, pero en todos la constante es tener pasillos específicos para transitar mejor. Los hay para el acceso y los hay para salir, y en cada uno hay que aprender a caminar en un sentido, según el orden de las compras a realizar.

Luego luego se nota cuando un politiquillo nunca se ha dado esos baños de pueblo en los tianguis. Al querer realizar alguna compra, tan acostumbrados a hacer el súper en las grandes cadenas, hasta quieren dar propina o pagan lo que les dicen nomás por comprar cualquier cosa y tomarse la foto.

Pero la verdad es que en los tianguis los marchantes se ponen muy vivos con los políticos y hasta les cobran de más. Cuando ya están curtidos, algunos tienen la osadía de preguntar “cuánto es lo menos” o tratan de comprar variado para que la cuenta no sea tan chiquita y entonces sí, “les dan precio” y con suerte, hasta pilón. Pero ya eso depende del grado de confianza que se hayan ganado, porque la confianza, como el respeto, se ganan entre los votantes que son pueblo.

Luego uno los ve ahí apretujados, hechos bola, con el montón de acarreados para cargarles los morrales con el logo del partido, las cachuchas, los folletos, dos o tres fotógrafos (según la “importancia” del cargo al que aspiran), uno o dos asistentes, alguno que otro arrimado del equipo de campaña, la botarga y vaya usted a saber cuántos más.

Total que en esa bola, ni saben por cuál pasillo caminar, ni cómo es la forma correcta de pararse a medio pasillo, ni dónde están las ofertas, ni dónde están los productos más frescos, ni dónde hasta dan fiado y nomás están estorbando la pasada de quienes sí van a surtirse de víveres.

Y para colmo de males, hasta llevan sendan bocinas para ponerle los jingles electorales a todo volumen, esos donde le dan al traste a los éxitos del momento y uno les pierde el gusto y hasta los vomita cada vez que los escucha en la radio. ¿Por qué son así, como el Rey Midas, que todo lo que tocan los politiquillos lo echan a perder?

Si su vida la hicieran diariamente como cualquier cristiano de pueblo, en cualquier lado les reconocerían de inmediato y no habría necesidad de tanta faramalla para darse a notar. Es más, hasta caería mejor que fueran solillos, si acaso una o dos personas de apoyo para tomar gestiones, sin andar estorbando con toda la comitiva porque en algunos casos ya nomás les falta el responsable de pasear al perro.

La cosa se pone más bonita cuando quieren hacer campaña en los camiones porque ni saben cómo agarrarse de los pasamanos, y como no conocen el trayecto de los camiones en la zona urbana (mucho menos cuando salen a comunidades), ni ubican dónde están los topes para agarrarse más fuerte y que no se den sendos trancazos.

Es que luego es muy botana verlos así todos uniformados y en bola, pagando muy sonrientes al chofer y hasta piensan que será pan comido subirse, entregar folletitos, dejar que les tomen dos o tres fotos y “bajan”. Pero la verdad es que dan más risa que los payasitos que se suben a contar sus chistes simplones con tal de ganarse unas monedas.

Lo mismo que ocurre en los tianguis, también se repite en los camiones. Ahí van con toda la comitiva acaparando el pasillo y cuando un usuario se quiere bajar, ahí tiene que andarse abriendo paso a empujones, agarrándose del pasamanos para no caerle encima a alguien mientras el chofer va jugando a las carreritas con otro chofer.

Pero en esa revoltura, luego los politiquillos no entienden que estorban y hasta se molestan junto a su comitiva porque los andan empujando y hasta acusan que son agresiones de quienes no comulgan con su ideología y sabe cuánto melodrama barato más se andan inventando. Aunque la verdad es que sí estorban mucho y a uno se le anda pasando la parada por andarse abriendo camino entre tanto estorbo.

Si le pensaran un poquito, es más, si en su vida se hubieran subido a un camión, habrían aprendido que el tiempo es oro y en lugar de andar estorbando con la comitiva, con que les acompañara una o dos personas sería suficiente. Basta con subir al camión, hacerse campo cerca del acceso y hablar con voz fuerte y mensaje claro, breve, para que la gente les preste atención.

Total, el folleto lo van a tirar una vez que bajen del camión y cuando los anden repartiendo, ni les van a ver la cara ni los van a escuchar. Solo que muy pocos le pierden el miedo a hablar en público, así sin micrófono y aplaudidores. No estuvieran en situación de necesidad, porque hasta empezaban a cantar de su ronco pecho “a capella”, sin importar que se les apareciera Phil Barrera a medio falsete y se burlaran de ellos.

Claro que los hay todavía más descarados que llevando toda la comitiva, hasta acaparan los asientos “libres”, incluyendo los reservados para embarazadas, adultos mayores o personas con discapacidad. Y todavía se enojan porque el chofer va recio y no les deja concentrarse en hacer proselitismo en el camión. Pues ni que fuera turibús…

La cosa también se pone muy divertida cuando uno ve que suben sus fotos tragando cualquier cosa “popular” en un negocio “de barrio”. Es bien frecuente que luego luego se vayan a los mercados, pero ni siquiera ahí saben dónde venden el mejor platillo del que están desayunando o comiendo o cenando.

A veces nomás llegan al mercado, buscan un negocio que esté (según ellos) “limpio” y más o menos con mesas y sillas para la bola que anda detrás de ellos y piden lo que consideran que es un platillo típico, cuando es bien sabido que eso no es garantía de que tengan el mejor sazón.

Justamente es en los negocios donde hay más fila y comensales donde está más rica la comida y no necesariamente tienen la mejor imagen al público, pero eso los politiquillos no lo saben. Demos gracias por quienes saben taquear sin cubiertos.

Luego también los hay quienes de pronto en sus caminatas por los barrios se encuentran, por ejemplo, a un don que trae una playera y una cachucha así todos descoloridos y hasta con hoyos. Se acercan y les regalan una playera y una cachucha nuevas y hasta se emocionan y aseguran que el don se cambió de partido y ahora les está respaldando.

O sea, ¿sí se dan cuenta que al don no le importa de qué partido es? Solo le ve utilidad a las cosas, como la cachucha para taparse del sol cuando anda en la talacha o la playera pa darle la vuelta una y otra vez como uniforme en la obra o como pijama o para dominguear. Lo mismo con el mandil que terminará embarrado de la masa de los tamales o el tortillero que sirve para lo que debe servir un tortillero o las cubetas o fregaderita y media que reparten.

Lo más divertido es cuando se acercan a un cristiano a hacerle entrega de algo (una mochila, un mandil, una cachucha, una playera, lo que sea) y luego pretenden emprender la graciosa huida en sus camionetas llenas de utensilios de campaña, pero en eso ya se les arrejuntaron como cinco o diez vecinos que también quieren que les den algo de lo que están repartiendo y pronto corre la voz. Bien dice el dicho: “no te metas a las honduras si no sabes nadar”.

Ojalá todo quedara nada más en lo divertido de verlos hacer el ridículo en campañas, pero luego da miedito que esos perfiles son lo mejorcito que tuvieron los partidos para participar en el proceso electoral y uno se da cuenta de lo bajo que ha caído la política en estos tiempos. Y lo peor: a veces ganan para representarnos. A ver cómo nos va en estas elecciones…