El trabajo sexual también es trabajo

Una escena de pornografía de unos 25 minutos requiere de entre seis y nueve horas de filmación, más el proceso el edición, distribución y venta, mientras el consumidor final llega al orgasmo en menos de 15 minutos, especialmente si tiene la opción de adelantar el video a las partes que le interesan.

Aunque la industria pornográfica representa una economía de billones de dólares al año, el llamado “entretenimiento para adultos” no es más justo, ni mejor pagado, ni con mejores condiciones, ni está bien regulado, ni dignifica la labor que realizan trabajadores sexuales (hombres y mujeres).

Lo más grave es que la falta de regulación en esta industria a nivel internacional ha fomentado no solo la precarización laboral de trabajadores sexuales, sino también la trata de personas, la explotación sexual infantil y el lavado de dinero, entre otros delitos.

A raíz de la pandemia por el COVID-19, las casas productoras cerraron sus puertas y miles de trabajadores sexuales quedaron en el desempleo, lo que muchos llevó a incursionar en plataformas digitales como OnlyFans para obtener ingresos durante la contingencia sanitaria y por un tiempo eso permitió ver las desigualdades respecto a la industria pornográfica.

Contratos amañados, explotación laboral (y sexual), falta de prestaciones, poca o nula atención médica (a pesar de ser población de riesgo por enfermedades de transmisión sexual), en algunos casos violación, abuso sexual y violación a derechos humanos, discriminación y hasta el veto laboral entre casas productoras son parte de las denuncias realizadas por trabajadores sexuales alrededor del mundo.

Algunas de estas denuncias, así como de víctimas de abuso sexual o de pornografía infantil, hicieron que ciertas plataformas como PornHub o XVideos restringieran la difusión de sus contenidos e incluso determinaron dar de baja gran parte del material que albergaban. Una batalla legal que aún continúa.

Bajo estas circunstancias, fueron trabajadores sexuales quienes dieron vida a plataformas nacientes como OnlyFans, que a la fecha cuenta con más de 127 millones de usuarios, de los cuales 1.5 millones son creadores de contenido, entre los cuales se encuentras trabajadores sexuales, precisamente quienes encabezan las estadísticas de mayores visitas y contenidos generados.

No todo ha sido miel sobre hojuelas, pues la plataforma retiene el 20% de los ingresos de los creadores de contenido (aunque hay que considerar que en México, el SAT retiene alrededor del 30% del ingreso promedio del trabajador), además de que el 95% de las cuentas de creadores de contenidos tienen un precio de suscripción menor a los 30 dólares, lo que difícilmente compensa las horas de trabajo detrás de cada contenido, desde la compra de equipo para la filmación, edición, audio, posible pago de personal, entre otros conceptos.

En pocas palabras, trabajadores sexuales se convirtieron en emprendedores, ¿pero a qué costo? No es gratuito que hoy exijan a la plataforma reducir el porcentaje de retención de ingresos, mucho menos cuando la propia plataforma acaba de anunciar que prohibirá los contenidos sexuales explícitos y solo permitirá desnudos en determinados casos.

¿Qué hay detrás? La presión de los grandes bancos y de las casas productoras para obligar a trabajadores sexuales a regresar a su anterior dinámica de precariedad laboral, considerando que con el avance en la vacunación alrededor del mundo esta industria se ha ido reactivando.

Y Zacatecas no está exento de esta dinámica. Recordemos que desde el 2010 existe el Reglamento para el Control y Ejercicio de la Prostitución en el Municipio de Zacatecas, donde el municipio está obligado a ofrecer educación para la salud a trabajadores sexuales; llevar un censo de trabajadores sexuales; y tramitar y expedir un registro a trabajadores sexuales y establecimientos del giro para ejercer el trabajo sexual.

En el mismo Reglamento se establecen como requisitos para ejercer la prostitución (sí, con ese término y no “trabajo sexual”), como ser mayor 18 años; conocer y entender los riesgos que implica la prostitución; no padecer ninguna enfermedad venérea, crónico degenerativa o infecciones transmisibles; y no presentar problemas psicológicos ni ser adicto a drogas.

Suena muy bonito, pero a nivel estado no se tiene un registro claro de trabajadores sexuales y mucho menos se cumple con la obligación de las autoridades ya no digamos para vigilar esta actividad y prevenir casos de trata de personas o explotación sexual infantil; ni siquiera con algo tan básico como atender la salud física y mental.

El gran problema ha sido que los municipios no tienen injerencia en las llamadas “Zonas de Tolerancia”, las cuales restringieron sus actividades durante la pandemia y como ocurrió en otros países y estados, en Zacatecas quienes se dedican al trabajo sexual recurrieron a plataformas digitales como OnlyFans para tener ingresos o trasladaron su actividad a las calles, con los consecuentes riesgos que eso conlleva.

Lo más grave es quizá el episodio que protagonizó el Bar Shannon’s, un establecimiento ubicado en la Capital del estado donde se denunció la colocación de una cámara en los sanitarios desde donde presuntamente se filmaba a usuarias y cuyos videos se pudieron haber llegado a difundir a través de plataformas de entretenimiento para adultos.

No solo hubo violación a la intimidad y a los derechos de las usuarias, en conductas que podrían incurrir en un delito grave, sino que también este episodio ha permitido ver que hay quien consume este tipo de contenidos que se difunden de manera ilegal (y gratuita), mientras se sigue precarizando la labor que realizan trabajadores sexuales. Después de todo, Zacatecas no es tan mocho, solo es doble moral.