Las mentiras de López Obrador

Ya perdimos la cuenta de qué número de mañanera, perdón, informe de gobierno va, porque estos se avientan por montones y como se repiten mucha de la información de las conferencias de cada día, el impacto se pierde.

Sin embargo, en este último informe de gobierno del Presidente Andrés Manuel López Obrador no pasaron desapercibidos algunos datos que son falsos y se exageran o desvirtúan.

Seguramente ha habido logros, pero de tanto bombardeo y luego la dispersión de información, de verdad que esos buenos resultados que presume la 4T de pronto se pierden.

Tampoco es que exista un afán en este espacio por señalar únicamente el error, pero entre tanta información sí resaltan algunos datos que se destacan entre otros y que lamentablemente no dejan bien parado al Presidente, especialmente cuando se trata de los programas estrella.

Lo cierto es que en este tercer informe (ya olvidamos con motivo de qué), Andrés Manuel López Obrador llega a su nivel más bajo de aceptación entre los mexicanos, de acuerdo con Consulta Mitofsky, de apenas poco más del 53% de la población del país.

Tres años no se dicen fácil, pero tampoco se puede esperar la misma aceptación que al inicio de la administración, cuando la expectativa era de casi el 70% de los mexicanos que confiaban en su proyecto… y aún faltan otros tres años.

Las cifras alegres de Palacio Nacional

Ya se había señalado el error y en esta ocasión se repitió. Según el presidente, “el 70% de los hogares está inscrito en un programa social”. Pero datos de la Encuesta Nacional del Ingreso y Gasto de los Hogares 2020, elaborada por el INEGI, muestran que solo el 30% de los hogares reciben al menos un programa social y es una proporción menor a la medición del 2016.

Su gastada frase “por el bien de todos, primero los pobres” se cae cuando el propio INEGI demuestra que los programas sociales no están llegando a los más pobres. Tan solo en el 2016, el 67% de los hogares en pobreza extrema recibían al menos un programa social, pero la proporción bajó al 43% en el 2020.

Y si nos vamos al ingreso de los hogares, vemos que para el 2020 las familias en pobreza extrema dejaron de percibir recursos del gobierno y se mantuvieron por el ingreso de su trabajo y de las remesas, mientras los programas sociales se concentraron en los deciles de mayores ingresos.

Lo más grave es que se presumiera como un logro el envío récord de remesas familiares, pero los hogares más pobres no reciben mensualmente 7 mil 600 pesos por envío de remesas, sino en promedio 58 pesos, también según cifras del INEGI. Y lo peor: el envío de remesas ni siquiera puede considerarse una política social, más bien es muestra del fracaso de la política social de los gobiernos.

¿Austeridad o la ley del garrote?

Tampoco pasó desapercibida la afirmación de que “la austeridad ha permitido financiar los programas sociales para los más pobres y marginados”. Desde el principio, el Presidente Andrés Manuel López Obrador promovió recortes en varias dependencias y organismos de la administración pública, incluso hasta le ayudaron a disolver más de 80 fideicomisos y así disponer libremente de más recursos.

Pero la verdad es que gran parte de esos reajustes presupuestales no se tradujeron en más inversión en programas sociales, sino que se canalizaron a proyectos como el Tren Maya o la Refinería de Dos Bocas, o al gasto militar, mientras el gasto en programas sociales ha ido disminuyendo paulatinamente. Y ahora se pretende replicar esa misma política de austeridad en las administraciones entrantes en los estados.

Muchos de verdad creyeron que los Programas del Bienestar fueron la esencia de la estrategia para combatir la crisis sanitaria, pero además de que solo llegan al 30% de los hogares (y no necesariamente los más pobres), con el cruce del proceso electoral estos se detuvieron (en teoría, cuando no tuvieron un uso clientelar) y, por el contrario, se promovió el endeudamiento a través de microcréditos, lo que sin duda se traducirá a la larga en el aumento de la pobreza mientras no haya condiciones para el desarrollo económico y social.

De hecho México fue de los países con menor gasto social durante la pandemia y la propia CEPAL ha estimado que será el país con mayor aumento de la pobreza en Latinoamérica.

No sería de sorprender que después de todos estos datos duros que contradicen su discurso, el Presidente busque desaparecer a organismos como el INEGI o el CONEVAL por neoliberales o algo así.

Cierran capítulo en la Capital

Finalmente en el Ayuntamiento de Zacatecas, el alcalde Salvador Estrada presentó el tercer y último informe de la administración, con un balance de resultados en tres años de gobierno y donde bien vale la pena resaltar el saneamiento financiero de una deuda heredada que limitó el margen de acción, pero que tampoco impidió optimizar el recurso humano y financiero para cumplir “hasta donde tope”.

En general, el alcalde interino salió bien librado, pues de ambos bandos en el Cabildo le fue reconocida su voluntad y disposición para trabajar en unidad y llegar a acuerdos por el municipio, pero eso no evitó que algunos regidores dirigieran los reflectores hacia otra figura que muchos ya daban por muerta en el escenario político del estado.

Pero más allá de enfrascarse en los rencores, Salvador Estrada termina como entró: con humildad y sencillez, sin protagonismos y sin afán de ambiciones políticas. Eso puede quedar para vulgares ambiciosos.

Al cierre de este capítulo, es de reconocerse que bajita la mano, Salvador Estrada logró lo que impensable: apaciguar los ánimos en un Cabildo polarizado, lograr acuerdos y reunir en sesión solemne con motivo de un informe de gobierno a todos los regidores, incluyendo a la síndico Ruth Calderón Babún. No serán pocos quienes extrañen esa capacidad de trabajo en equipo.

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