Tiempo de vivir, tiempo de morir

Desde niña mi nana (abuelita) nos enseñó a ver la muerte como algo natural, decía: “La vida se acaba al que se muere”. En la clase de biología en la escuela nos explicaban que el ciclo de vida de las personas es un proceso natural dividido en cuatro etapas: nacimiento, desarrollo, reproducción y muerte. Aunque nos lo decían así: “naces, creces, te reproduces y mueres”. Esto incluye además del ser humano, a todos los organismos, animales y vegetales que comparten la cualidad de la vida.

Conforme crecí me di cuenta que no todas las personas concluyen ese ciclo de vida. Y en este tiempo que se ha incrementado el número de familiares, amigos y personas conocidas, queridas y cercanas, de diferentes edades que fallecen, es como una invitación a reflexionar sobre la vida y la muerte, claro que cada uno de los temas es tan complejo que no bastaría una columna. Generalmente el acontecimiento de un nacimiento nos trae mucha alegría, en cambio el fenómeno de la muerte, suele venir acompañado de sufrimiento, disgusto, angustia, frustración, depresión y reflexión.

¿Qué es la vida?

La palabra “vida” viene del latín vita. Esta palabra se asocia con la raíz indoeuropea gwei- presente en βίος (bíos = vida, como en biología) y ζῷον (zoon = animal, ser vivo, como en zootecnia) en griego.

Diversas corrientes filosóficas y científicas trataron de entender o definir la vida en términos generales. Muchos filósofos antiguos distinguían entre la vida “orgánica”, entendida como el principio vital o “vitalidad”. La vida orgánica, no era entendida sólo como la existencia biológica.

Sobre las primeras fases de la concepción griega sobre la vida, Aristóteles escribió: “es aquello por lo cual un ser se nutre, crece y perece por sí mismo”; ya en Plotino, la vida “asciende hacia lo espiritual”, por su parte, Plotino habla de una relación entre lo Uno, la Vida y el Nous; Santo Tomás consideró la noción de vida desde un punto de vista orgánico, afirmando que llamamos “vivir” a lo que posee por sí mismo un movimiento.

En el Renacimiento, Descartes, que era racionalista, distinguió entre el pensamiento y la extensión, su famosa frase: “pienso, por lo tanto, existo”. También hubo importantes investigaciones de <<historia natural>>, de autores como Schelling, con trabajos biológicos y clasificación de animales y plantas. En términos generales, predominaron el sentido de la vida como vida orgánica (o vida biológica) y el de la vida como vida humana.

Ortega y Gasset, le confiere un sentido metafísico a la concepción de la vida, especialmente como <<mi vida>>. Según Ortega y Gasset, vivir es encontrarse en el mundo, pero la vida humana no es sólo este hallarse entre las cosas como una de ellas, sino saberse viviendo, la vida es actividad pura, es elección. Para Heidegger, la vida es como la “Existencia”, tiempo, que sólo analógicamente tiene que ver con el tiempo del mundo, de las cosas y de las circunstancias.

En resumen, en las diversas concepciones filosóficas de la vida, tenemos: 1) La vida como entidad biológica, tratada por la ciencia y por la metafísica de lo orgánico; 2) La vida como vida práctica o como existencia moral; 3) La vida como objeto metafísico, que constituye el dato primario y radical donde se encuentran el valer y todas las especies del ser.

¿Qué es la muerte?

La palabra “muerte” viene del latín mors, mortis, con la misma raíz que el verbo latino mori, mortem, del verbo morir.

La muerte puede interpretarse de diversas maneras. En un sentido amplio, como la designación de todo fenómeno en el que se produce una cesación definitiva de la vida en cualquier organismo (ser humano, plantas animales, entre otros). En un sentido restringido, la muerte es considerada exclusivamente como la muerte humana, la cual es un fenómeno social a la vez que es un fenómeno natural.

El estructuralismo materialista y el estructuralismo espiritualista defienden una idea diferente de la muerte. La concepción del primero es capaz de entender el fenómeno de la cesación en lo inorgánico, mientras que el estructuralismo espiritualista entiende el proceso de la muerte humana pero no el fenómeno de la cesación en lo inorgánico.

A lo largo de la historia de la filosofía, hay diversas concepciones acerca de la muerte, así tenemos la idea de la muerte en el naturalismo, en el estoicismo, en el platonismo, entre otros. José Ferrater Mora, en su obra “El Ser y la Muerte”, distingue diferentes grados de mortalidad en lo inorgánico, orgánico y lo humano.

La muerte puede ocurrir por causas naturales, como la vejez, enfermedad, accidente o causas externas. La muerte legal de un ser humano se basa en la cesación de las funciones vitales (ausencia de respiración paro cardiaco, cesación del pulso, suspensión de la actividad cerebral) y en la certificación de que el hecho se ha producido. En algunos casos, como en el denominado estado de coma, se observa la desaparición de algunas funciones vitales, pero se mantienen los procesos respiratorio y circulatorio.

Podemos decir que hay diferentes tipos de muerte, entre los que se encuentran la muerte anunciada y la inesperada. En el caso de la muerte anunciada puede ser el caso de una enfermedad terminal; en cambio, la muerte inesperada como puede ser un infarto, un accidente, entre otros, donde se toma por sorpresa. Pero, anunciada o inesperada, la muerte siempre llega.

Una muerte inesperada de un ser querido es para muchos un acontecimiento en el que se da “un antes de y un después de”. Ante una muerte así, la persona que fallece tal vez deja muchos pendientes, diálogos sin concluir, experiencias por compartir y seguramente situaciones sin resolver, lo que hace más difícil para los dolientes superar el duelo.

Todo tiene su tiempo

Así como los cultivos tienen un tiempo para sembrar y otro para cosechar, el alba cuando el sol aparece en el horizonte y se esfuma en el ocaso, así las personas tenemos un tiempo para reír y para llorar; para hablar y para estar en silencio; para estar solos o acompañados; para estar cerca de la familia o para estar lejos; para destruir o para construir; para intentar o para renunciar, para pedir perdón o para perdonar; para trabajar o para descansar, para nacer y para morir….

El duelo

Duelo, del latín duellum, significa desafío, dolus–dolor. Es la reacción frente a la pérdida de algo significativo. Las pérdidas implican dolor y superar el duelo no es un mero tránsito de etapas, ni es igual para todas las personas, todo lleva su proceso, posiblemente unas personas necesiten más tiempo para asimilar la pérdida y construir sus propias respuestas.

Nadie nos prepara para aceptar la muerte de un ser querido, mucho menos si el fallecimiento se produce de manera repentina, sin la posibilidad de despedirse. Como reacción a la pérdida muchos dolientes manifiestan negación, ira, resentimiento, soledad y depresión. Otras personas en la misma situación pasan el duelo con dolor, pero con más fortaleza, admitiendo que ya no está aquí, hasta llegar a la aceptación y a su vez iniciando el camino a la recuperación. Superar el duelo es necesario para seguir viviendo.

En la actualidad existen medios para ayudarnos a superar la muerte de un ser querido. Uno de ellos es la Tanatología, la cual proviene del griego thanatos que significa muerte y de logos que significa tratado o estudio, o sea ,es el estudio de la Muerte.

La tanatología es una disciplina cuyo objetivo es comprender y aliviar el dolor y la desesperanza ante la muerte y la desesperanza que ocasiona cualquier tipo de pérdida, brindando el apoyo y acompañamiento para elaborar los duelos y aceptar una nueva forma de vida. El tanatólogo ayuda a los dolientes a prepararlos para poder alcanzar la aceptación y estar en paz

Reflexiones finales

¿En qué momento empieza la vida? Porque cuando una menor de edad resulta embarazada a causa de una violación, la ley la limita para decidir sobre la interrupción del embarazo, lo privado se vuelve público pues es juzgada por la opinión pública. El aborto es un tema muy polémico principalmente para algunas religiones que consideran que el aborto es poner fin a una vida que se está gestando. Yo considero que un aborto en estas circunstancias no es un delito ni un asesinato. Además, la mujer embarazada tiene el derecho de decidir sobre su propio cuerpo.

Cuando se provoca intencionalmente la muerte de una persona que padece una enfermedad incurable con el fin de evitar que sufra más, esta práctica plantea algunos dilemas morales ya que, por una parte, no se desea la muerte de un familiar y por otro, existe una intensa empatía con los sufrimientos del familiar enfermo. A este acto se le llama eutanasia y deriva de los vocablos griegos eu = bueno y thanatos = muerte, por lo que literalmente significa buena muerte.

Debemos reconocer que no todas las personas tenemos la misma capacidad para superar el duelo en un tiempo determinado, somos vulnerables, pero debemos valorar lo que es esencial en nuestras vidas “después de”. El tiempo y el amor son fundamentales en el proceso para aceptar que vale la pena vivir a pesar del dolor de la ausencia. Finalizo con esta frase de Jorge Bucay:

“El duelo es el doloroso proceso normal de la elaboración de una pérdida, tendiente a la adaptación y armonización de nuestra situación interna y externa frente a una nueva realidad”.

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