Derecho humano a la religión, caso Nicaragua

La religión ha sido un gran elemento de suma importancia en varias culturas y civilizaciones que han existido a lo largo de nuestra historia. En la actualidad este tema sigue ocupando un lugar muy importante en cualquier nación.

El fenómeno religioso no es una realidad de fácil comprensión. Los elementos antropológicos, psicológicos y sociales que integra, así como la incorporación de las convicciones de la conciencia de las personas y de los pueblos, hacen que su estudio científico sea delicado.

Además de cuidar la susceptibilidad y las correcciones políticas, se debe garantizar la libertad de creencia y culto de cada habitante del planeta, siempre y cuando esa libertad no interfiera en la libertad del otro.

La Constitución mexicana reconoce y protege el respeto absoluto a la libertad religiosa. En sus artículos 1o., 24 y 130 señala que toda persona tiene derecho a la libertad de religión, en forma individual o asociada, y no debe de existir ningún tipo de persecución para quien profese alguna religión, o para quien no tenga participación o simpatía con alguna creencia religiosa.

El Estado mexicano ha firmado tratados internacionales en los que se compromete a respetar las creencias de todos los ciudadanos, incluso de aquellos que han decidido no practicar alguna.

En el ámbito internacional, el derecho a la libertad de religión también ha sido protegido y reconocido por tratados internacionales, un ejemplo de ello es la Declaración Universal de los Derechos Humanos, que protege y reconoce el derecho a la libertad religiosa en su artículo 18.

La libertad religiosa se funda en el derecho universal de la naturaleza de los seres humanos a relacionarse entre ellos y lo divino, esta relación no sólo es introspectiva, sino que las religiones tienen manifestaciones sociales de influencia innegable en el bien temporal.

Sin embargo, como sucede lamentablemente con otros Derechos Humanos, existen un sinnúmero de violaciones a la libertad religiosa en todo el planeta, mediáticamente se está hablando de lo que está sucediendo en Nicaragua, y aunque no por ello es más importante o el único, es del que hablaremos en este momento.

Para contextualizar un poco, recordemos abril de 2018, cuando el gobierno nicaragüense lanzó una reforma de las pensiones y muchos salieron a la calle a protestar contra ella.

Hasta entonces, Nicaragua era considerado un régimen híbrido donde convivían remanentes autoritarios del conflicto pasado y las formalidades de la democracia. Esta protesta dejó al menos 355 personas asesinadas por el Estado en tres meses, puso al desnudo lo que en realidad estaba ocurriendo desde 2007 con el regreso de Daniel Ortega a la presidencia —su primer gobierno fue de 1985 a 1990—: la instalación de un proyecto dinástico y dictatorial.

Muchas son las garantías que se han trastocado, y ahora que se han metido con la religión mayoritaria del país, es cuando emerge aún más el descontento social. Había inquietud por el silencio del Papa Francisco al respecto, que por fin ayer se manifestó después de alguna presión internacional.

Durante el rezo dominical del Ángelus condenó lo que sucede en Nicaragua, ya que órdenes religiosas de monjas y religiosos han sido expulsadas del país, iglesias se han cerrado o cercado y se ha detenido al obispo, todo porque parte del pueblo ha encontrado un aliciente en la iglesia en medio de esa crisis democrática.

Entre otras de las violaciones a los derechos humanos, estas son algunas de las reformas a la Constitución del país que han dañado de manera sensible a la ciudadanía: la Ley de Regulación de Agentes Extranjeros, dirigida a criminalizar organizaciones sociales y restringir su acceso a fondos de apoyo; la Ley Especial de Ciberdelitos, para perseguir a la prensa independiente y a la ciudadanía que opine públicamente; o la Ley de Defensa de los Derechos del Pueblo a la Independencia, la Soberanía y la Autodeterminación para la Paz, que tiene el propósito de inhabilitar a la oposición para optar a cargos públicos. Solo el año pasado fueron detenidas más de 50 personas bajo alguna de estas nuevas leyes.

Cuando se habla de libertad de religión, se habla de uno de los derechos intrínsecos de la persona humana, que consiste en que todos los seres humanos están libres de influencias, tanto de individuos como de grupos sociales y de cualquier potestad humana, en materia religiosa.