Luna Nueva: Dos mundos

Hace unos días estaba formada en la farmacia del ISSSTE para surtir las recetas de mis padres, ya era la segunda vez que iba a ver si ya había medicamento, ambos son adultos muy mayores –dice Alex– y cada mes deben acudir a cita médica.

En la fila había un hombre de esos que ensalzan apasionadamente a López Obrador con frases como “¿cuándo se había visto que un presidente ayudara la gente?”, “este no roba, reparte lo que hay entre todos”, “los otros pura robadera” y presumía que este sí le daba dinero ante la cara de hartazgo de algunos de los que lo oían.

Cuando llegó a la ventanilla y extendió sus recetas, su cara optimista le cambió a enojo cuando el hombre a cargo le dijo que no había ni una de las medicinas que necesitaba, y a manera de reclamo, muy molesto le dijo:

-¡Otra vez! ¿Hasta cuándo habrá medicamento?-, la respuesta le tomó por sorpresa.

-Para el 2024…

-Achis… ¿por qué hasta entonces?

Y el de la farmacia, con una seca expresión le dijo: “Cuando se vaya el Peje”.

Se le apagó el entusiasmo, ya no rebatió a sus interlocutores que le dijeron “´ándele, siga votando por el Peje y Morena”…

Parece cuento, pero ocurrió, yo fui testigo, así como de otros casos en los que es evidente que no hay dinero para cosas que antes de este sexenio no eran parte de la preocupación del ciudadano común, de ese que hace uso del sistema público casi en todo, principalmente en salud y educación.

En el IMSS, aunque oficialmente digan que no hay carencias, éstas se hacen evidentes de mil maneras, pero los derechohabientes no las relacionan con la repartidera de dinero a diestra y siniestra; algunos ejemplos son que en los sanitarios no hay papel ni jabón para lavarse las manos, a veces ni agua, falta personal médico, administrativo y de apoyo, al menos en Zacatecas, donde la población derechohabiente rebasa la capacidad de respuesta y atención –dese una vuelta a Urgencias y verá que es inhumano el trato que se da a los enfermos porque no hay suficientes camas–, en las salas de espera hay asientos destrozados y, al igual que en el ISSSTE, no hay medicamento suficiente y eso nadie me lo ha contado, he tenido que comprar mis medicinas porque hasta dos meses consecutivos no surten mis recetas.

El colmo y lo que me hizo caer en la cuenta de que realmente no hay recursos, fue que hace unos días que tuve a un familiar internado, al salir de quirófano y subirlo a piso ¡me pidieron que le comprara la cena! Nunca había sido testigo de eso, pues cuando he pasado por el infortunio de requerir atención en el hospital, estaba claramente prohibido introducir alimentos ni siquiera para el acompañante.

Fue cuando entendí por qué muchos de mis compañeros de espera, salían a la calle y volvían con sendas bolsas con gelatinas, yogures, galletas, botellas de agua y hasta papas fritas, ¡era la cena de sus familiares!

En otro rubro, poco antes de las vacaciones, por mi trabajo visité las oficinas de la Secretaría de Desarrollo Rural (Sader), vi muchos lugares vacíos, muchos. Le pregunté a una persona que salió a mi paso que si estaban de vacaciones y para mi sorpresa me dijo “no, con el nuevo gobierno (federal) hubo recorte de personal. Trabajo hay mucho, lo que no hay es personal ni dinero”.

No lo dudé ni poquito, pues sólo para el campo desaparecieron al menos 17 programas, entre otros el Seguro para Desastres Naturales, Procampo, Seguro Ganadero, Atención a Jornaleros Agrícolas, Empleo Temporal…

Vaya, entrevisté a un campesino que con grandes expectativas decidió apostar por un proyecto productivo de Conaza, pero si no fuera por su dedicación, el apoyo de su hijo y que tiene la manera de moverse, el cultivo de nopal que emprendió ya se hubiera perdido, pues según sus propias palabras no tiene ni asistencia técnica ni asesoría ni nada porque “el ingeniero me dice que no tiene para la gasolina”.

Investigando, descubrí que en un estado en que la mitad de su territorio es semidesierto, sólo hay una persona para atender la oficina de la Comisión Nacional de Zonas Áridas, esa sola persona debe hacer trabajo de campo y administrativo, dar asesorías, entregar apoyos, supervisar los proyectos y hasta de intendencia si se ofrece, porque no hay dinero.

Con la 4T desaparecieron también programas sociales que ofrecían ayuda y servicios a grupos vulnerables como Apoyo a la Vivienda, las Estancias Infantiles, el 3×1. Estaba comprobado –mediante evaluaciones de política pública–, que muchos de los programas que desaparecieron funcionaban y que eran relevantes para combatir la pobreza, pero tristemente se cambiaron para privilegiar la entrega de dinero sin más propósito que alimentar el paternalismo y asegurar votantes para el 2024, según mi particular punto de vista.

Lo terrible es que ese objetivo lo están logrando, porque todos o casi todos de los que reciben dinero, están convencidos de que es una gran ayuda. Yo no quiero ni imaginarme qué ocurrirá cuando termine este sexenio y el siguiente gobierno no tenga ni para comprar una caja de clips, ¿también culparán a la mafia del poder?

Conozco algunos casos donde en una sola casa reciben cantidades realmente envidiables y hasta tres personas (beca de estudiante, de adulto mayor y de discapacitado), porque se van acumulando meses y mes y de pronto, sin ningún mérito, estiran la mano y reciben hasta 18 mil pesos por cabeza que no siempre se usa para procurarse el tan mentado bienestar, sino para comprar el celular última generación, la pantalla plana, una consola de videojuegos o en cosas que ni al caso, pero bueno, muy su dinero y cada quien lo gasta como quiere.

Es mucho dinero el que se reparte con la certeza, sólo del Presidente, que se combate la pobreza (ese es otro tema), sólo en Zacatecas se dispersan 200 millones de pesos anuales en becas, recursos que a partir de julio se manejarán en las 62 sucursales del Banco del Bienestar distribuidas por todo el territorio estatal, según anunció el propio Presidente en su visita del 5 de marzo de este año.

No estoy en contra de las becas ni de los apoyos de cualquier tipo que el gobierno pueda dar a la población, sobre todo a la más vulnerable económicamente hablando, sin embargo considero que deberían decir también, con la misma insistencia con que dijeron incansablemnte sus discursos del tan anhelado cambio, qué fue lo que quitaron para dar esos apoyos.

En fin, vivimos en dos mundos diferentes el Presidente y el resto de los gobernados. El Presidente vive en el que todo marcha bien, no hay pobreza ni inseguridad ni maldad; el resto sufrimos la realidad…