Ni la unidad podrá salvarlos

Cuando se gana una elección, los triunfadores andan muy sonrientes y todo es unidad y buenos deseos, pero cuando se pierde en los comicios, lo primero que se busca son culpables y así ocurrió en la jornada electoral de este domingo 4 de junio en la renovación de las gubernaturas de Coahuila y Estado de México.

Al ver que los números no le favorecían, el senador con licencia Armando Guadiana reconoció la derrota frente al priísta Manolo Jiménez, pero no se quedó con las ganas de culpar al petista Ricardo Mejía de traidor por haber dividido el voto en la elección de Coahuila.

En el Estado de México fue aún peor, pues a eso de las 6 de la tarde, cuando recién cerraban las casillas, salieron al mismo tiempo Alejandra del Moral y Delfina Gómez a declararse ganadoras, aunque transcurridas varias horas y luego de que se dieran a conocer los resultados del conteo rápido, la de la alianza Va x México tuvo que reconocer la derrota.

Para entonces, pasadas las 9 de la noche, la derrota del PRI y sus 94 años de gobierno (le faltó poquito para el centenario) se atribuyó al pésimo desempeño del dirigente nacional tricolor, Alito Moreno; a la traición del gobernador Alfredo del Mazo y una supuesta embajada a cambio de la gubernatura; a los mapaches electorales, al abstencionismo y más y más pretextos.

Pero los números arrojan otro escenario de interpretación que no debe desdeñarse. Según el Programa de Resultados Electorales Preliminares (PREP), con corte a las 5 de la mañana y con casi el 100% de las actas contabilizadas, se confirma el triunfo de Manolo Jiménez (PRI-PAN-PRD) en Coahuila con el 56.90% de las preferencias, así como Delfina Gómez (MORENA-PT-PVEM) en Estado de México con el 44.29% de los votos.

A diferencia de la elección del 2017, en esta ocasión los mini-partidos marcaron una diferencia en las tendencias hacia una u otra coalición, expecialmente tratándose del PT y del PVEM.

Por ejemplo, en el caso de Coahuila, ni teniendo sólo dos candidaturas hubiera ganado Armando Guadiana, pues el contrincante del PRI-PAN-PRDa, Manolo Jiménez, aglutinó más de la mitad de los votos a su favor, una muestra de que el problema no fue la coalición, sino el candidato postulado.

En cambio, en el Estado de México el PVEM decidió ir en alianza con MORENA, lo que al final se tradujo en unos 606 mil 639 votos que hubieran dado el triunfo a Alejandra del Moral si se hubiera repetido la alianza del 2017, cuando Alfredo del Mazo ganó por la coalición entre PRI-PVEM-PANAL-PES.

Porque según el PREP, la diferencia entre Delfina Gómez y Alejandra del Moral habría sido de apenas 507 mil 197 votos, una circunstancia que no se hubiera repetido en el caso de Coahuila, donde la diferencia entre Manolo Jiménez y Armando Guadiana habría sido de unos 454 mil 279 votos, una cantidad que ni siquiera habría alcanzado MORENA, con apenas 275 mil 318 votos.

Lo del Estado de México sugiere que el problema no fueron los candidatos postulados, pues con sólo dos candidaturas postuladas para la gubernatura, era evidente que ambas contendientes tendrían mejores números que en la elección del 2017.

Como se recordará, hace seis años, Delfina Gómez obtuvo 1 millón 871 mil 542 votos (30.78%) que en esta ocasión subieron a 3 millones 179 mil 491 votos (52.69%). La diferencia es que hace seis años contendía únicamente por las siglas de MORENA y ahora lo hizo en coalición con el PT y el PVEM.

Del otro lado, Alfredo del Mazo obtuvo en 2017 algo así como 2 millones 40 mil 709 votos (33.56%) en una coalición formada por PRI-PVEM-PANAL-PES, mientras que Alejandra del Moral habría logrado unos 2 millones 672 mil 294 votos (44.29%) en la coalición PRI-PAN-PRD-PANAL.

Aquí la «candidatur de unidad» fue insuficiente para mantener la hegemonía del PRI y llegar al centenario en el Estado de México. Más que esquiroles, Movimiento Ciudadano le hizo un gran favor a la oposición al no participar en los comicios del Estado de México para no restarles votos.

Lo cierto es que, pese a todo pronóstico, Alejandra del Moral obtuvo mayor votación que Alfredo del Mazo en 2017. Y en esta coalición, el gran ganador fue el PRI, que aumentó su número de votos, mientras el PAN se mantuvo en el rango de los 680 mil votos que obtuvo hace seis años con Josefina Vázquez, y el gran perdedor habría sido el PRD, que en 2017 contendió solo y logró un 17.84% de la votación, mientras que en esta elección apenas logró un 2.94%, muy similar a lo obtenido en Coahuila (2.76%).

Finalmente, el mapa electoral vuelve a cambiar en el preámbulo de la elección presidencial del 2024, a la que el PRI llegará con apenas dos gubernaturas; el PAN con cinco; MC con dos; el PVEM y el PES con una cada uno; mientras MORENA ya alcanza las 21 gubernaturas, incluyendo la Ciudad de México.

El escenario puede ser previsible: el triunfo del partido en el poder, tal como en los viejos tiempos del PRI. Lo importante será la continuidad o ruptura de la coalición Va x México, pues aunque Alejandra del Moral logró aglutinar buenos números para la elección del padrón nominal más importante en el Centro del país, difícilmente una candidatura de unidad en la oposición arrebatará el triunfo a la denominada Cuarta Transformación.

De hecho, el oficialismo lleva mayor ventaja en sus procesos internos, mientras la oposición aún pierde el tiempo en definir su método de selección de candidatos. ¿Qué se avecina? La futura permanencia del PRD en la coalición Va x México, que sólo le ha servido para estar al borde de perder su registro. También la posible salida del PAN para coaligarse con otras opciones políticas donde no se descarta MC. Y no hay que olvidar el rechazo creciente hacia el dirigente nacional del tricolor, Alito Moreno, desde la base militante.

Del otro lado, habrá qué ver hasta dónde alcanza la liga para mantener en la coalición al PT y los espacios que puedan ganar en la mesa de negociaciones. El PVEM también hará lo propio, considerando que marcó la diferencia en la elección del Estado de México.

Por último, queda claro que la democracia tiene garantías de certeza y legalidad con organismos autónomos como el Instituto Nacional Electoral (INE) y sus organismos públicos locales electorales. Que no lo olvide la 4T.