Por: Heraclio Castillo
Tal vez no lo parece, pero según las cifras que nos ofrece el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), en Zacatecas sí se ha tenido un avance respecto a la incidencia de homicidios, que es uno de los principales delitos de alto impacto que han afectado a la sociedad.
En la última actualización de estadísticas tenemos que en el 2019 fueron 677 homicidios registrados en el estado, la mayoría de las víctimas tenía entre 20 y 40 años de edad y prácticamente la mitad se concentran en Fresnillo, Guadalupe y Zacatecas.
Las estadísticas del INEGI también nos ofrecen otros datos demográficos importantes. Por ejemplo, que 3 de cada 4 víctimas de homicidio (531) tenían un trabajo, lo que cambia la idea de que el desempleo es factor clave en una mayor incidencia de este delito.
Sin embargo, hay otro datos de relevancia. De los 677 homicidios registrados durante el año pasado, en 222 casos la víctima solo tenía estudios de secundaria (1 de cada 3) y 115 únicamente tenían la primaria completa (16%).
Respecto al estado conyugal, 1 de cada 3 víctimas (241) se encontraban solteras cuando ocurrió el homicidio; 163 se encontraban casadas y 174 en unión libre.
Así tenemos que el perfil de las víctimas se trata de personas entre 20 y 40 años de edad, con grado de estudios máximo de secundaria, solteras o en unión libre y que se encontraban ocupadas cuando ocurrió el homicidio.
No obstante, también hay que precisar que más de la mitad de estos homicidios (354 casos) ocurrieron en la vía pública, seguidos por los que ocurrieron en el hogar (83 casos).
Pues bien, cuando digo que parecería que no ha habido avances en la materia, las cifras del INEGI nos muestran lo contrario. El año pasado fueron 677 casos de homicidio; en el 2018 fueron 714 (el año con más homicidios en las últimas tres décadas); en el 2017 fueron 703 casos y en el 2016, año en que inició la actual administración estatal, fueron 580 casos.
Cabe recordar que, según las propias estadísticas del INEGI, Zacatecas tuvo su índice más bajo en el número de homicidios entre 1999 y el 2008, con menos de 100 casos por año.
En definitiva, aunque aún faltaría enriquecer estas estadísticas con otras variables sociodemográficas, sí nos permiten tener un panorama más preciso sobre la dinámica de violencia que se vive actualmente y lo que podrían representar los factores de riesgo.
Al menos estos datos nos permiten identificar que hay que fortalecer las estrategias del sistema educativo para evitar la deserción escolar, más ahora que vivimos una contingencia sanitaria donde no se tienen clases presenciales y la falta de acceso a la tecnología también es factor de riesgo.
Como se ve en las estadísticas, entre mayor sea el grado de escolaridad, menor es el grado de incidencia de homicidios, aunque también hay que considerar que las víctimas puedan haber vivido en situación de vulnerabilidad, enfrentando carencias como acceso a la educación, a la alimentación, a la vivienda e incluso bajo condiciones de precariedad laboral (así se explicaría la relación entre los grupos de edad con mayor incidencia y el alto número de víctimas que se encontraban ocupadas).
Atender ambas líneas debería ser la base para una estrategia integral de prevención de uno de los principales delitos que tanto nos ha afectado como sociedad.