Esta época navideña atípica, muchos padres se preocupan por los regalos para los niños, pero también debemos responsabilizarnos de cuidar nuestra salud. Me vienen a la mente gratos recuerdos de mi niñez, siento que fui privilegiada, me tocó vivir una infancia y adolescencia donde los televisores o los juegos electrónicos aún no eran la distracción principal. En nuestra casa no teníamos un pino artificial, mucho menos natural, era muy común adornar una rama seca con esferas, luces y pelo de ángel. El nacimiento generalmente era de barro.
La abuelita
No estoy en contra de la tecnología, pero en los años 60 en la mayoría de los hogares por donde vivíamos no teníamos televisor para entretenernos, ni falta nos hacía. Mi nana (abuelita) escuchaba radionovelas y cuando regresaba de la escuela las escuchaba muy atenta y dejaba volar la imaginación. Por las tardes se sentaba en su poltrona (mecedora), los nietos alrededor de ella, y nos narraba sobre la revolución, a veces nos contaba cosas de espantos que nos daba miedo y ella se moría de la risa. También le gustaba jugar a la lotería y a las damas chinas.
Mi familia y los juegos
Mi tío Poncho nos llevaba al puerto de Topolobampo, bastaba llevar una cubetita y recogíamos arena, enterrábamos a alguien en la arena, dejando que solo asomara la cabeza, saltábamos las olas; también nos llevaba a las huertas de mangos. A veces también mi madrina me invitaba a la playa. Aunque estaba cerca, nos quedábamos toda la Semana Santa. Recuerdo cuando mi madrina hizo una piñata para su primera hija y yo le ayudé, también hicimos las canastitas para los bolos, nos enseñaban a ser creativos.
Mi tío José tenía una tienda donde vendía: baleros, trompos y yoyos (eran de madera), que nos ayudaban a mantener nuestra atención y equilibrio, también vendía canicas, rehiletes y otros artículos muy utilizados como el petate. Mi tío José nos regalaba de los juguetes que vendía y gustaba de jugar con mis primas Romelia, Carmen María y conmigo toma todo, serpientes y escaleras y otros juegos de mesa. En su casa había muchos árboles frutales y disfrutábamos jugar debajo, mecernos en columpios hechos con una tabla y mecate colgados a un árbol.
En las vacaciones largas me iba a la parcela de mi tío Chon y mi tía Juanita, jugaba con mis primas Alicia y Socorro, disfrutaba levantarme temprano cuando ordeñaban y tomar leche fresca y la comida de mi tía me sabía a gloria. Nuestros juguetes eran cosas naturales que no tenían precio ni etiqueta, eran hojas de los árboles, tierra, saltábamos a la cuerda, jugábamos al tambo robado, a la cuarta escondida, al elástico, hacíamos avioncitos o barquitos de papel, jugábamos a la pelota a la escuelita y a la tiendita o decíamos adivinanzas.
Cuando yo era chiquilla, no eran muchas las familias que se podían dar el lujo de comprar una muñeca de cuerda (en ese tiempo no había de pilas). Yo tuve unas muñecas que tenían un traje de baño con olanes pintado, muñecas de cartón y ropita de papel, los vestiditos tenían pestañas en los hombros para doblarla y que no se cayera.
Conforme pasó el tiempo, seguramente ya estaba en sexto, mi mamá empezó a vender juguetes y a mi hermano menor que al principio le amanecía algún tamborcito, un caballito de palo con la cabeza de trapo, después le tocó que le amaneciera un futbolito y un trenecito. Crecimos con las canciones de Francisco Gabilondo Soler “El grillito cantor”.
Mis primos Miguel y Tony tenían patines de metal con unas correas para atarlos al pie, también les gustaba caminar en zancos de madera y cuando había concursos de papalotes (cometas) los elaboraban formando una cruz de bambú, luego la cubrían y adornaban con papel de china de colores, le añadían una cola y le ataban una cuerda de cáñamo larga para que volara alto. A falta de un bate de basebal, jugaban con un “palo”.
Mundo y Raúl, también jugaban a las canicas, a veces hacíamos teléfonos con dos latas abiertas de un lado y con un hoyito del otro por donde pasábamos una piola (hilo de cáñamo) y uno de un lado y en el otro extremo hablábamos por teléfono. Con una horqueta hacían resorteras, con las corcholatas aplastadas fabricaban muebles miniatura. Con los botones del árbol de tabachín (flamboyán) sacábamos los pistilos y jugábamos a ver a quien se le caía primero la cabecita del pistilo.
Me tocó jugar con mis sobrinas Ruth y Maricela: a la peregrina (rayuela) dibujábamos con gis una cruz en el suelo y lo dividíamos de manera que cada cuadro era un día de la semana, lanzábamos una teja (pedazo de barro) al primer recuadro y teníamos que saltar en un pie sin rozar las líneas de división, hasta terminar el recorrido, si lo lográbamos, volvíamos a empezar y lanzar al segundo recuadro y así hasta terminar; si alguien pisaba la raya del recuadro, se salía y seguía otra jugadora.
En ese tiempo se acostumbraba en las escuelas los concursos de rondas infantiles. Hacíamos una rueda entre varios niños y nos sentábamos con una piedra en cada mano y las íbamos pasando hacia la derecha al tiempo que cantábamos “acitrón de un fandango”, cada vez más rápido.
Igual jugábamos al pinyex (matatena), cada pinyex es un objeto de seis puntas, de metal o de plástico. Cada bolsa contiene diez pinyexes y una pelota pequeña que lanzábamos al aire mientras recogíamos el pinyex. Bailábamos hula hula con un arco de plástico (tubo) que hacíamos girar en nuestra cintura con un movimiento de cadera, quien lo mantuviera el mayor tiempo sin caer ganaba.
Alguno que otro domingo, mi mamá nos llevaba a “la pérgola” del Cerro de la Memoria un espacio cubierto de árboles y una vista espectacular. La mayor parte de los juegos eran al aire libre, había gran variedad de juegos tan grande, que se nos pasaba el tiempo volando y no recuerdo haberme aburrido.
La primera navidad, en Zacatecas, no tenía para comprarles juguetes a mis hijos menores, pero eso no fue problema, yo aprendí a ser creativa y les confeccioné un payaso de fieltro con cabello de estambre color naranja, tenía los brazos y piernas unidos con unos grandes botones para que tuvieran movimiento.
Ahora me pregunto ¿por qué se preocupan muchos papás por comprar a sus hijos el último juguete de moda?
Que bonito relato!!! Me hizo recordar mi niñez que tuve muchos juegos iguales y fue muy feliz .
Gracias por recordarme esos tiempos
Me encantó tu relato Dina. Creo que es tiempo de repensar, los juegos y la felicidad y la vida misma.
Gracias
Que bonito relato de nuestra infancia, ciertamente que fue tal cual y éramos felices, gracias por éste regalo de navidad que será sin duda el mejor en muchos años
Dina, yo recuerdo cuando pedí a Santa una regadera para ponerle agua a las plantas de mi nana (abuela) y me trajeron un muñeco de hule que tenía el cabello dibujado, entonces yo le quité la cabeza y le hice agujeros y ya tuve la regadera. Que bonitos recuerdos.
Si que me hiciste reir
Actualmente somos víctimas de la publicidad, de hacer sentir mal a aquél que no tiene el juguete más moderno, se corría, se saltaba, se imaginaba, etc. todo estaba en nosotros.
Con estas modernidades si el niño no tiene el último Xbox se siente desgraciado.
Saludos Dina!
Exacto, la época del consumismo
Tuviste una infancia fabulosa, muy bonitos recuerdos Felicidades
Que recuerdos tan bonitos, de una niñez hermosa, éramos muy felices tuvimos unas familias que nos dieron amor, y nos enseñaron platicaba mucho con nosotros y jugaban, nos transmitían sus experiencias, tiempos inolvidables
Estos comentarios me regresaron a mi niñez, hermosa ,jugando al Bebeleche ,también jugábamos a las comiditas,en la calle hacíamos las comiditas en unos braseros chiquitos que bonitos recuerdos, saludos Dina se te aprecia mucho ❤️🌹😘