
Con bombo y platillo, el pasado viernes dio arranque el programa Autosuficiencia de Frijol en el municipio de Sombrerete, con la presencia del secretario de Agricultura y Desarrollo Rural, Julio Berdegué, y el gobernador David Monreal, quienes anunciaron que se invertían unos 150 millones de pesos en semilla y hasta 500 millones en fertilizante, con la meta de consolidar a Zacatecas como principal productor de frijol en el país.
En sus cuentas, la inversión serviría para 5 mil 700 toneladas de semilla certificada con la que se sembrarían unas 230 mil hectáreas, en las que se espera producir hasta 1 millón 200 mil toneladas de frijol y así seguir aportando el 34% de la producción a nivel nacional.
Se informó, además, que el programa incluía la entrega de fertilizante gratuito, del que ya se llevaba un avance de 18 mil de 30 mil toneladas distribuidas en Zacatecas; así como la oferta de créditos a pequeños productores a una tasa del 8.5% con el programa «Cosechando Soberanía», a la par de un seguro agropecuario gratuito que cubrirá deudas en caso de malas cosechas.
Nada más que la semilla entregada es subsidiada, lo que significa que tienen costo para los productores. Y en las cuentas chinas sobre la inversión, la «nueva gobernanza» únicamente habría aportado 45 millones de pesos (de los 150 millones anunciados) para adquisición de semilla, con los que se beneficiaría únicamente a 8 mil productores (de más de 40 mil), y un monto de 7 millones de pesos (de los 500 millones que se informó) para adquisición de fertilizante con el que dicen que apoyarán a 1 mil 946 beneficiarios. Como quien dice, saludando con sombrero ajeno…

En el discurso de la «nueva gobernanza» y del representante del Gobierno de México, todo muy bonito, muy padre, muy maravilloso para el campo zacatecano, como si los productores no enfrentaran serios problemas que se han agudizado con la actual administración.
Porque no se olvidan aquellas manifestaciones en el Congreso del Estado que llegaron a la toma de la tribuna (interrumpiendo la sesión legislativa) y hasta se agarraron a cebollazos en el Vestíbulo ante la falta de atención.
Sus demandas siguen siendo las mismas y se repiten como si estuvieran hablando con la pared: que la Comisión Nacional del Agua (CONAGUA) preste atención a las concesiones de pozos agrícolas, que de verdad de apoye con subsidios a la energía eléctrica con la que operan dichos pozos (porque las tarifas siguen siendo altísimas), que las ventanillas para el ingreso de solicitudes de apoyos federales se abran en tiempo y forma (lo mismo que los centros de acopio de semillas), y que los apoyos estatales se entreguen con oportunidad.
Porque aunado a los altos costos para producir, los productores aún deben enfrentarse al histórico problema del coyotaje, ese del que se sospecha que opera en complicidad con autoridades para pagar, por ejemplo, a 1 peso (o menos) el kilo de cebolla y revenderlo hasta en 25 pesos. Y ni hablar de incluir a Zacatecas en el cacareado programa «Sembrando vida» o de cuánto se destina a la tecnificación del campo.
No obstante, los problemas para el campo zacatecano (ese «eje tractor» olvidado por la «nueva gobernanza») van más allá. Porque no hay cultivo que prospere sin agua, mucho menos una leguminosa como el frijol que además de demandar mayores volúmenes del vital líquido, es el que más contribuye a la erosión del suelo.
Importante sería una revisión a las tarifas de energía eléctrica para producción agrícola e incluso las concesiones para pozos agrícolas (que van en desventaja frente al uso del agua con fines industriales para el sector minero o la elaboración de bebidas). Y más importante áun, la certeza del proyecto de la Presa Milpillas y los volúmenes que se utilizarán para potenciar al campo.
Y aunque en la 65 Legislatura se desvivan en presentar iniciativas para incluir en la legislación local la obligatoriedad del estado para otorgar herramientas de trabajo y asistencia técnica a los productores, en la práctica la estrategia de apoyo al campo se encuentra desarticulada, como todo en la «nueva gobernanza».
De hecho, la asistencia técnica ha brillado por su ausencia en las políticas públicas de la «nueva gobernanza», pese a tratarse de un pilar clave en la recuperación del campo zacatecano.
No se puede olvidar que antes de la Cuarta Transformación existió una estrategia denominada Proyecto Estratégico de Seguridad Alimentaria (PESA) y que Zacatecas fue punta de lanza a nivel internacional con su implementación en la comunidad de La Lobera, en el municipio de Jiménez del Teúl, a tal grado que sus beneficios comunitarios fueron destacados en un foro de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) realizado en CDMX hará cosa de una década.
En aquella comunidad enclavada en la sierra, más de 70 productores se integraron en una cooperativa comunitaria. Recibieron asistencia técnica para el análisis de suelos, recibieron semillas mejoradas y fertilizantes, se les apoyó con maquinaria para la rotación de suelos y con subsidios para la adquisición de químicos que revirtieran la acidez de la tierra, sin olvidar los paquetes de animales para fomentar el autoconsumo y la construcción de cisternas capuchinas y el desarrollo de infraestructura para el aprovechamiento de aguas pluviales (ante la falta de conexión a las redes de agua).
Lo anterior permitió que en un solo ciclo agrícola la comunidad duplicara su producción con la misma superficie sembrada, generando incluso excedentes al autoconsumo que les permitieron vender el producto y tener mayores ingresos.
Si tan sólo se pensara en aprovechar a quienes han egresado de las Universidades del Bienestar para que ofrezcan esta asistencia técnica tan necesaria a los productores, porque hemos de entender que dichas instituciones y su programa académicos fueron diseñados conforme a las necesidades del estado, particularmente de las regiones donde se abrieron, ¿o no?
Pero a casi cuatro años de la «nueva gobernanza», lo que ha quedado claro es que el campo se convirtió en un mero eslogan de campaña, cuyo «eje tractor» (cualquier cosa que eso signifique) se quedó en el olvido. ¿Así le pagan a quien lleva el alimento a su mesa?
