
Texto y fotos: Esther Consuegra Dávila
“Somos las abuelas, las madres, las hijas…somos las flores que crecen en el asfalto, este no es un grito de guerra este es nuestro canto de resistencia”: Colectivo Haramaras
El grito colectivo de resistencia cimbró la capital zacatecana con la marcha por el 8M 2025, con el paso de más de 10 mil mujeres que sumaron el descontento, la rabia contenida y el miedo en una sola voz que aglutinó al Movimiento Feminista en Zacatecas, a los feminismos que convergen y suman una poderosa energía vital que demanda a las instituciones, a la memoria histórica y la resignificación social y personal del papel de las mujeres en un páramo de incertidumbre y violencia como lo es nuestra entidad, donde las violencias simbólicas y estructurales lastiman como nunca antes la vida de las mujeres.
La afrenta por las agresiones y víctimas que dejó la pasada marcha de 2024, que como cada año conmemora el Día Internacional de la Mujer, estuvo latente durante un año donde miles de mujeres se negaron a que el olvido borrara el agravio de la administración estatal que disfrutó y disfruta del monopolio de la fuerza, la herida siguió abierta de manera insultante con eventos a modo, capacitaciones policiacas, disculpas tardías y el cinismo rampante de una brutalidad institucional sin precedentes.

Ese fue el sentimiento que permeó semanas y días previos a la marcha, pero que se dispersó en buena medida con la concentración de miles de mujeres en la explanada del ayuntamiento capitalino para marcar desde ahí el inicio del recorrido hacia el Centro Histórico y que a su paso dejaría de manifiesto el rechazo por las obras del Viaducto Elevado que se desarrollan en el boulevard metropolitano, donde hasta las máquinas se pusieron a dormir ante el miedo de la empresa constructora y autoridades estatales por el paso y accionar del bloque negro.
Tanto fue el miedo que se atendió la recomendación Nacional de Derechos Humanos, la Secretaría de Gobernación, de la oficina del Alto Comisionado de Derechos Humanos de la ONU y la exigencia del propio Movimiento Feminista, para que no se desplegara presencia policiaca; tanto fue el miedo que el llamado “Bloque Naranja”, conformado por mujeres burócratas de la administración estatal –aun en contra de su voluntad– fue visto más bien replegado y sólo de manera testimonial para lo que intentaron llamar “grupo de diálogo”, cualquier cosa que eso signifique.

El miedo de ambas partes, sin embargo, no frenó el ánimo de alzar la voz y elevar la protesta desde las 14 horas para que bajo los rayos de sol incesante mujeres jóvenes en su mayoría, niñas, adolescentes, adultas mayores de los más disímbolos orígenes, se congregaran para elaborar pancartas, intercambiar pañoletas moradas, retocar las alas con leyendas como “nos sembraron miedo, nos crecieron alas”, así como agruparse en alguno de los dos bloques que encabezaron las madres buscadoras, discapacitadas e infancias, seguidas por las colectivas organizadas y mujeres que marcharon desde la sociedad civil para dejar en claro que el movimiento se revitalizó para enviar un mensaje contundente de resistencia y dignidad.

A su paso por el boulevard, la marea morada recibió muestra de apoyo de automovilistas mujeres que levantaron el brazo en una imagen icónica del “We can do it” de “Rosie, the Riveter”, así como familias enteras que “mirando también estuvieron apoyando», y otras muestras silenciosas de sororidad que fueron el combustible emotivo para que el contingente siguiera la ruta y viera con indiferencia las toneladas de tierra escarbada, la maquinaria –desmantelada–, símbolo de poder masculino que hiere la tierra para luego, así, estallar el grito de protesta que encontró la potencia en el puente bajo la máquina 30-30 y encender más los ánimos de la resistencia con las consignas, los bailes, los silencios y una mujer anónima de mandil que desde la ventana de su trabajo acompañó con palmas el espíritu de la marcha.
El callejón de Ruiz recibió a la marea morada, las esperaban también mujeres adultas mayores replegadas en sus ventanas y en su historia de lo que el patriciado dicta sobre ser mujeres, sin embargo, eso no impidió que, desde ahí, las hijas, las nietas regalaran bolsas de agua y paletas de hielo para refrescar el paso de las infancias, esas que se forman ya en la exigencia al respeto de los derechos humanos y la resistencia.

Sobre la avenida González Ortega, los gritos de “quien no brinque es macho” y las consignas enmarcadas en cartulinas gritaron lo que se calla en la casa, la oficina, la escuela, la iglesia, pero que resuenan en el espacio público y confluyen en historias, abusos y vivencias que retratan la violencia normalizada con la que las mujeres viven –vivimos–, muchas realidades verbalizadas y expresadas en pancartas sólo un día con: “Ni la tierra ni las mujeres somos territorio de conquista”; “libres, poderosas, vivas”; “No es no”; “Nuestra lucha es por todas”; “Somos fuego y nadie nos podrá apagará”; “Mamá hoy voy a gritar lo que te hicieron callar”, “el patriarcado se va a caer, se va caer, arriba el feminismo que va a vencer”.

Así el mar de mujeres siguió el camino de cantera rosa para llegar al crucero Juárez e Hidalgo, ante la mirada atónita de abuelos que trataron de comprender el momento, pero que encontró la sonrisa en señoras de a pie, apostadas en las banquetas que no dejaban de reír con el grito de “verga violadora, a la licuadora”, complicidad compartida quizás en el recuerdo de lo que ella no pudo o no puede gritar, en tanto el paisaje del corazón de la ciudad se inundó por completo en un río de mujeres con pañuelos verdes, morados y estelas de bengalas de los mismos colores.

El punto catártico se alcanzó en las puertas de la Catedral Basílica que aún y con el blindaje de su perímetro y fachada principal, no alejó los deseos del grupo de mujeres estoicas, católicas, provida y antiaborto que se apostaron como cada año a defender el recinto de las acciones de iconoclasia, fue justo el punto para que la adrenalina y la confrontación ideológica asomara apenas unos segundos de choque entre el bloque negro que accionó en las grandes vallas de la fe y las católicas que defendieron lo suyo a empellones, sin embargo la gran virgen y su performance silencioso fue el punto de inflexión para que las miradas se centraran en su maquillaje, atuendo y mensaje de que “el dolor no se ofrenda a Dios, le pertenece a la lucha que estoy llevando”, mensaje contundente que paralizó a las de los pañuelos azules.
El final del recorrido se marcó con una de las consignas que marcó este 2025, “Año del Bienestar”, y es que “La Plaza es Nuestra” se sintió con un lleno casi total, pero que se dispersó ante el temor de ser acorraladas nuevamente, de ser torturadas y vejadas.

Sin embargo, muchas escucharon y cerraron el círculo con la lectura del pronunciamiento con el que se abrió la conmemoración de lucha y de protesta que cerró con el llamado a la organización de las que somos la mitad del mundo y reclamamos el espacio y la vida digna que nos corresponde, al advertir que “Si no hay solución, habrá revolución”.
Ésta ya se gestó y cobró mayor fuerza contra quienes encarnan David Monreal y Rodrigo Reyes, al Poder Ejecutivo constitucional y de facto, aquellos que en una pancarta vieron resumido su sexenio en una pancarta que rezaba: “que los ojos de las desaparecidas los persigan en sus sueños, y el llanto de sus madres no los deje dormir”.
