Por: Heraclio Castillo
Sabe qué tendrá cierta clase de políticos que no comen, no duermen, no viven pensando en cómo figurar en las encuestas de medición en las preferencias electorales, y más cuando se avecina un proceso tan peculiar como el 2020-2021. Lo que sí cansa es tanta publicidad invasiva de las mentadas encuestas que te sambuten hasta cuando estás viendo una porno.
Se entiende que muchos busquen hacer circo, maroma y teatro para aparecer en las mediciones porque es una forma de legitimar lo que su propia función en la vida pública no ha podido garantizar con resultados, o los hay quienes crean fama y se echan a dormir… y al final les comen el mandado (una y tres veces) como la fábula de la tortuga y la liebre.
La verdad es que cada proceso tiene sus particularidades, como lo fue el 2018 y la ola lópezobradorista a la que se subieron cientos (¿miles?) de actores que hoy cambian de color como se ha hecho desde hace décadas, independientemente de las siglas o el color en turno. Y cada instituto político vive sus propios procesos internos, algunos más desgastantes que otros, pero que forman parte de la democracia de nuestro país.
Hay institutos como el PRI donde más allá de las encuestas, hay grupos de poder internos que deliberan y negocian los mejores perfiles y la decisión parece acatarse con disciplina. Quien no la respete, no tiene un “pequeño priísta dentro” (diría Beatriz Paredes). Así lo vimos recientemente, cuando se decidió que el sucesor de Miguel Alonso sería Alejandro Tello y los demás aspirantes acataron la decisión (y aún permanecen en las filas de ese instituto político). El PRI es un monstruo y quien piense que está acabado, subestima esa gran maquinaria que se mantuvo en el poder por más de 70 años.
Hay otros partidos, como el PRD, donde la democracia se lleva al extremo y se delibera en asambleas eternas que con frecuencia han terminado en un ring donde se agarran con las sillas y a vergazos. De tener tantos grupos internos, muchos migraron a otros partidos y hoy cada vez se ve más extinto el llamado Sol Azteca. ¿Resurgirá como el ave fénix?
El PAN, en cambio, ha aprovechado la coyuntura que nos dejó el 2018 para estar como cuchillito de palo, muy activos en redes, y ni se diga la estructura de ataque en contra del partido en el poder. ¿Un líder? Todos quieren ser voceros, pero pasa lo mismo que con Denisse Dresser: tanto odio (a menudo irracional) a veces ya raya en el ridículo. Vamos, ya ni se puede dar los buenos días porque luego luego la hacen de pedo.
MORENA, en cambio, es una cosa rara que no termina de cuajar. Cuna de viejos lobos de mar provenientes de otros partidos de los que desertaron, aún gozan de la ola lópezobradorista que les dio el triunfo en el 2018, pero con el tiempo se han desgastado por circunstancias que ya hemos visto en otros partidos y el 2021 ya no será lo mismo. Las viejas prácticas solo cambian de color y se perpetúan bajo otras siglas, pagando justos por pecadores.
A nivel local comienzan a inundarnos de encuestas donde un día va ganando uno y al día siguiente otro, y entre noticias reales y fake news, seguimos viendo viejas formas de hacer política para un mundo que cambia rápidamente. Hacer política en tiempos del COVID-19 ha hecho que muchos políticos quieran acaparar los micrófonos sin tener algo sustantivo qué decir. Pronto les veremos con las gastadas fórmulas que ya conocemos y que en el 2018 definieron el sentido del voto. Lo que bien se aprende nunca se olvida.