Por: Yamilet Fajardo
Ante la amenaza del Covid-19 las escuelas tuvieron que cerrar, quince días, un mes, un bimestre, hasta que las condiciones lo permitan. El mensaje del Estado fue: “el ciclo escolar no se perderá”, “el plan y programas de estudio, los libros de texto, deben seguir su programación”. Sobre la marcha se llevó a cabo la estrategia de educación a distancia.
De un día para otro los profesores debieron modificar su práctica docente a las nuevas circunstancias, los estudiantes, acostumbrados, en su gran mayoría, a la aprobación o desaprobación de sus profesores en el aula, debían seguir las indicaciones de un monitor. Entre clases televisadas, Google For Education, aprendizaje por Youtube, Webinar, Clasroom, docentes, estudiantes y padres de familia, afrontaron el gran reto de no perder el ciclo escolar 2019-2020.
Durante este trayecto, los docentes se enfrentaron a varios problemas, según una encuesta llevada a cabo por la UNAM[1], la mayoría de los profesores/as en México, enfrentaron el reto de esta estrategia con carencias pedagógicas, tecnológicas, logísticas y socioafectivas. La realidad es que un gran porcentaje de docentes de educación básica no está preparado para impartir educación mediante una plataforma digital.
Los estudiantes por su parte, según lo muestra el estudio antes citado, enfrentaron esta realidad con angustia, frustración, poca motivación, pues quieren aprender, pero para que un niño/a aprenda, requiere motivación, un ambiente de aprendizaje que le ayude en su proceso y las herramientas para lograrlo. De ahí que muchos estudiantes presentaban “flojera, disgusto, se negaban a realizar ejercicios y actividades que llegaban desde un dispositivo”, la constante de los docentes fue no poder contactar a sus estudiantes por ningún medio.
La estrategia de educación a distancia no solo dejó al descubierto la brecha de desigualdad social que impera en nuestro país, sino también la reflexión sobre qué espera la escuela básica de los niños y niñas, cuál es su propósito y razón de ser. Si es verdad que la escuela debe desarrollar las habilidades básicas para la vida, el mensaje no sólo no debió ser seguir con el plan y programas de estudios, sino ponerlo en pausa, alejarlo del mapa por un momento, recomenzar, rehacer, desaprender.
En lugar de atiborrar de tareas, cuestionarios, resúmenes, ejercicios repetitivos, se debió afrontar la realidad mediante la generación de reflexión, la creación de proyectos a partir del medio inmediato de cada grupo de niños y niñas, llevar a cabo investigaciones, reflexiones, aprendizajes sobre el día a día de esta contingencia y cómo, a partir de este fenómeno, cada niño y niña regresará a su escuela con la fortaleza para hacer frente a una nueva realidad.
[1]https://www.codeic.unam.mx/wp-content/uploads/2020/04/Informe_encuesta_CODEIC_30-III-2020_.pdf