Por: Eva Gaytán
Todos estamos conscientes de que la vida se compone de encuentros y desencuentros, en el tránsito de ésta nos topamos con personas maravillosas y culeras, pero de pronto así como garbanzo de a libra aparece en el tiempo un Chaparrito (aunque en este caso se trata de un mini garbanzo).
Por supuesto que se trató de un encuentro afortunado para todos.
Dice la sabiduría popular que no hay muerto malo, pero creo que eso no se acerca ni un poco a la realidad de lo que los compañeros de los medios que tuvimos la fortuna de conocerlo sentimos.
Leo los mensajes de despedida que han vertido en redes sociales, aunque creo que esos mensajes los escribimos para nuestro propio desahogo, hoy hago lo mismo.
En agosto del año pasado murió Rubén Valdez, un sujeto a quien aprecio con el alma y de quien decidí ignorar la muerte, con una idea tonta de creer que al “hacer que no pasó” mi mente y corazón llegarán a creer que en verdad seguía aquí, pero no es cierto, la muerte no sigue mi lógica.
Ayer me enteré desde temprano de la muerte del chaparrito, quise creer que no estaba pasando y pensar que al igual que Rubén mi cabecita loca se confundiría y haría como que esto no pasó, pero hay algo que me dice que los méndigos se encontraron en un punto e hicieron un choque de astros que me hace entender que fingir que no duele no hace que desaparezca.
También pensé en San Agustín y recuerdo que en algún lugar leí que escribió algo así como “llámame por el nombre que me has llamado siempre. No lo hagas con un tono diferente, de manera solemne o triste. Sigue riéndote de lo que nos hacía reír”.
Creo que todos tenemos chingos de historias divertidas, amables, tiernas, solidarias con el Chaparro, mi favorita, “paradójicamente” es una en la que no estuve, me la contó creo que su querido Almader frente a él y es ésa de la primaria en la que una maestra regañó a César porque los mulas de sus amigos fueron a decirle que “ese niño estaba jugando con la cámara”, la mujer de inmediato fue a llamarle a atención al desconocido chamaco y vaya susto que se llevó la mujer cuando ve al sujetillo bigotón.
Recuerdo la carcajada de César cada que alguien la contaba, muchos reímos para ocultar enojos o tristezas, yo creo que él fingía enojos para ocultar que siempre estaba sonriendo.
Aunque a muchos nos duela su repentina partida, sabemos que él está ahora con su jefa, con su hermano, con los suyos que han trascendido y también tengamos la seguridad de que nuestro dolor no es ni la mitad del que sienten sus hijos, su familia y su pareja.
Salud por el Chaparrito, ojalá podamos pronto ir a un rodeo, nomás como homenaje a quien en algún momento dio todo por todos.
En Paz Descanse el Chaparrito.