Por: Heraclio Castillo
En la antesala del proceso electoral 2020-2021, quienes cometimos el error de abrir nuestras redes sociales el pasado 1 de julio nos vimos inundados de fotos por aquí y por allá de montón de figuras públicas posando con el presidente Andrés Manuel López Obrador para celebrar dos años de aquel triunfo del 2018 con el voto de más de 30 millones de mexicanos.
Ese fenómeno al que conocemos como “la foto política” forma parte de los rituales en todos los partidos políticos, en el que se incluye el obligado placeo por eventos masivos como el Sábado de Gloria en Jerez o la “Corrida del Gobernador” durante la Feria Nacional de Zacatecas (FENAZA); el primero, cancelado y el segundo en veremos por esto de la contingencia sanitaria, sin olvidar la “operación plumas” porque, como decía Oscar Wilde, “solo hay algo peor en el mundo a que hablen mal de ti: que nadie lo haga”.
En este circo que es la política (local) hay muchas prácticas que con el tiempo se han vuelto más ridículas y menos efectivas para el posicionamiento de tal o cual aspirante a entrar en la competencia, pero el pasado 1 de julio muchos olvidaron un “pequeño detalle”: Andrés Manuel no es la 4T y la 4T no es solo Andrés Manuel.
El triunfo es indudable, pero en los más de 30 millones de votos también se incluían quienes eligieron esta opción por ser “la menos peor” del menú electoral del 2018. ¿Votar por un proyecto o por una figura? Porque desde fuera (aún) es posible distinguir entre el vocero (Andrés Manuel) y el proyecto (la 4T), límites que al menos al interior de MORENA muy pocos han sabido diferenciar, como Luis Medina Lizalde, un idealista de la izquierda, fundador del movimiento que hoy encabeza las preferencias rumbo al 2021, pero cuya ideología aún no termina de cuajar en Zacatecas.
Y sin embargo vimos a tantas figuras públicas que hoy aspiran a estar en la boleta del siguiente proceso, compartiendo su mejor foto con el vocero de la 4T (que no la 4T encarnada en una figura). Más allá de la evidente pleitesía que se rindió con esas acciones, más parecía que se buscaba un sentido de pertenencia, como levantando la mano para ser considerados en el siguiente proceso electoral, tratando de reafirmar su cercanía con el vocero (que no la 4T), colgándose de la oleada lópezobradorista que dio el triunfo a la 4T en el 2018, pero que aún está en duda si se repetirá el efecto en esta elección intermedia.
En la mayoría de los casos estas figuras han confundido la 4T con su vocero y se han centrado más en promover a Andrés Manuel que en ser portavoces de lo que significa la 4T. La única excepción, al menos en Zacatecas, ha sido Luis Medina Lizalde, y en el plano nacional destacan los contrastes entre los senadores Ricardo Monreal y Porfirio Muñoz, ambos con visiones diferentes de lo que representa la 4T para el país.
Pero en el caso de Zacatecas, ¿qué opciones hay? En el PRI, que tanto gustaban de estos rituales, hoy no parecen alineados bajo la figura de un líder como Alito Moreno, mucho menos en el PAN, cuya principal bandera en estos dos años ha sido un “No” rotundo a cualquier cosa que impulse la 4T, sin preocuparse por la consolidación de figuras que puedan ser impulsadas en el siguiente proceso. ¿Y los demás? Bueno, han caído en lo que ya sentenciaba Oscar Wilde: ya nadie habla de ellos, ni para bien ni para mal.