Por: Lucía Dinorah Bañuelos
¿Qué es la felicidad? Sin entrar en tenebrosas honduras filosóficas ni de ninguna índole quisiera “rascarle” un poquito a esta pregunta que seguramente tiene más de una respuesta, según quien la responda, el tiempo, el género, la edad, el nivel académico o el sitio donde se esté.
A raíz de la pandemia generada por un tipo de coronavirus desconocido hasta 2019, la población mundial, en general, ha sido sometida a un confinamiento domiciliario para evitar la propagación de la enfermedad, sin embargo, aunque se salva en un gran porcentaje este objetivo con el aislamiento social, con éste vienen otros padecimientos que muchos desconocen (aunque los tengan) y otros tantos no saben cómo hacerles frente.
Durante este tiempo en que se “pararon” las industrias, el gobierno y el cotidiano ir y venir de la vida, muchos nos hemos redescubierto como miembros de una familia y habitantes permanentes de una casa que sabíamos que las teníamos, pero no las dimensionábamos, no las disfrutábamos y no pertenecíamos.
Obvio que tales afirmaciones no aplican en general, hay quienes desde siempre han estado involucrados al 100 en su vida familiar, pero… ¿y los que no?
Durante ya casi cuatro meses se ha vuelto ineludible la convivencia entre cuatro paredes con muy poca o de plano nada de vida social. El señor de la casa ya no sabe qué hacer tantos días encerrado y la señora reniega todo el día porque el marido le estorba para hacer sus quehaceres y donde hay hijos el asunto empeora si no existe la suficiente comunicación, madurez y paciencia.
Y cuando no hay ni empatía ni madurez ni ganas, se presentan situaciones que se desbordan y terminan en violencia intrafamiliar.
Solo para que haya una idea de la gravedad del asunto hay un dato escandaloso difundido en un comunicado de la Secretaría de las Mujeres de Zacatecas, en el que se da a conocer que durante la contingencia, las instituciones públicas han atendido más de 17 mil servicios a mujeres víctimas de violencia.
La violencia es sólo uno de los “padecimientos colaterales” de la pandemia, el más conocido tal vez aunque no es nuevo, pero hay decenas, tal vez cientos de personas que sufren depresión, angustia, hay quienes sienten que la soledad se ha apoderado de ellos, no sólo por estar aislados sino también por la preocupación de que ya no tienen empleo, que el guardadito se va acabando, que llega el cobro de los servicios y que hay que surtir la despensa aunque sea con papas.
A una gran cantidad de esas personas les importa poco o nada que el Presidente de la República viaje en vuelo comercial a Estados Unidos o que el peso de la ley mexicana podría caer contra Emilio Lozoya o que encuentran e identifican a uno de los estudiantes desaparecidos de Ayotzinapa.
Y si en este contexto les preguntamos qué es la felicidad para ellos, ¿qué respuesta creen que recibiríamos?
Para otros muchos la felicidad radica simple y llanamente en despertar cada día, abrazar a los hijos, beber un café caliente o disfrutar de su casa, sus cosas y su gente, sin importar mucho si hay o no dinero en el cajero, convencidos de que Dios, el Universo o la Divinidad… proveerá.