Por: Lucía Dinorah Bañuelos
Ahora que los niños regresan a clase es un buen momento para reflexionar qué tanto los padres nos involucramos en la educación de nuestros hijos.
Aunque no todos, generalmente creemos que estamos atentos a la educación de nuestros hijos porque pagamos las cuotas escolares, les compramos útiles, mochilas bonitas, uniformes y les damos dinero para que compren golosinas en el recreo.
En México, de acuerdo con información de la Encuesta Intercensal 2015 del INEGI, en promedio la población de 15 años o más ha recibido 9.2 años de educación formal, es decir, solo se tiene la secundaria (23.7%); en Zacatecas el promedio baja a 8.6, es decir los alumnos desertaron de la secundaria.
Este es el panorama: los padres, que ahora estarán directamente a cargo de la formación académica de los niños, no tienen la suficiente preparación y en muchos casos ni la paciencia para instruir a un estudiante de primaria o secundaria.
A esto hay que sumarle que, estemos de acuerdo o no, tampoco los maestros, al menos de primaria, tienen conocimiento pleno del uso de las Tecnologías de la Información y Comunicación (TIC), porque sencillamente, al menos en la educación pública, no están obligados a manejarlas en grupo.
Los últimos meses del ciclo escolar pasado fueron una muestra de lo complicado que es el manejo de una computadora cuando no se tiene el conocimiento básico para hacerlo, que se necesita mucha paciencia para seguir la clase por televisión o por radio y, sobre todo, con los niños. Conozco más de un caso en que las mamás o los hermanos mayores terminaban haciendo las tareas. Tema aparte son los casos en que los alumnos deben contestar los cuadernillos.
Alguien dirá que soy la clásica inconforme por todo y que nada me parece. Y no lo que quiero retratar en esta colaboración, sino hablar de la realidad que miles de padres tenemos ante nosotros, sobre todo quienes estamos inmersos en la educación pública, que no es mala, pero sí tiene algunas deficiencias que quedan de manifiesto justo ahora.
Baste un ejemplo real: a un niño de tercer grado le dejaron como parte de sus tareas hacer una presentación Power Point de las fases de la luna; este niño tiene computadora en casa, la sabe encender, sabe teclear y navegar un poco por la red, pero nunca antes se le enseñó ni en la escuela ni en la casa siquiera lo que es Power Point. Aún así, su maestra lo puso como tarea para revisar la tarde de ese mismo día.
En contraste, una amiguita de este niño, que ha tenido la fortuna de estar en escuela de paga desde preescolar, sabe perfectamente de lo que trata y lo sabe hacer.
Esa es la diferencia entre la minoría que tiene acceso a la educación privada y la mayoría que va a escuelas públicas.
Además, también se debe tomar en cuenta que tal vez el nivel académico de los padres podría ser diferente en ambos casos y… los maestros.
La mayoría de los padres no terminaron la secundaria o ya se vieron rebasados en el uso de las TIC y no saben usar computadora más allá del teléfono celular para navegar en redes sociales.
Muchas mamás vieron su suerte al tratar de hacer las tareas de los hijos porque los pequeños no sabían cómo hacerlo y la dificultad aumenta cuando son dos o tres niños de primaria o de otros niveles.
Pero ¿por qué es tan difícil que los papás ayudemos a nuestros hijos en sus tareas escolares en casa? Hay muchos puntos que se tendrían que tomar en consideración y no necesariamente por orden de importancia:
- El nivel educativo de los padres no es el óptimo para explicar las tareas a los hijos.
- No se les tiene paciencia o no están porque salen a trabajar.
- No todos los padres ni los niños saben usar computadora.
- No es lo mismo una lección en el salón de clase donde el maestro explica algún tema, da ejemplos, contesta dudas y vigila que los niños hagan las cosas bien. En casa no hay quien explique el tema, no dan ejemplos, no contestan dudas por desconocimiento y no saben si el trabajo está bien hecho.
- En la escuela los niños están concentrados en hacer su trabajo sin distracciones (más que las naturales de un salón de clase), en casa hay miles de situaciones, olores, sonidos y gente que los desconcentran.
Algo que muy pocos hablan es de que no todos los maestros saben usar las plataformas que se usan para dar las clases en línea y la cosa se complica cuando son docentes de los que tienen ¡doble plaza!
Lamentablemente no hay otra forma más efectiva de evitar un contagio masivo que manteniendo las clases a distancia. Todos debemos cooperar con nuestro granito de arena para que esto fluya de la mejor manera. Nos guste o no es nuestra realidad actual y tenemos que adaptarnos a ella.