Cuando entré a los medios comencé en Página 24, me mandaron a entrevistar a una cantante que, Dios lo sabe, ni sé quién era, ni me acuerdo cómo se llama, pero ahí fui, muy valiente con mi cuadernillo y una pluma. Vi a la mujer y dije “pos órale”, sabe qué tanto me dijo y yo sabe qué tanto redacté.
Después de eso trabajé en el Imagen, cubría la fuente de construcción y sabe qué más… Ah pero un buen día me tocó pasar por el bulevar, un 25 de diciembre de algún año y resulta que el tráfico estaba a vuelta de rueda porque un jovencito se aventó de un puente peatonal a la altura de la Luz de Tampico (la original, acá por la Futura); yo, buena de mensa me bajé y pues me pasaron los datos, después de eso también me mandaron a la policiaca.
Fue en esa fuente donde tuve el honor de trabajar con Arturo Guerrero, “Don Artur” y siempre lo recuerdo con muy harto cariño por todo, incluida la “pachita” de Don Pedro que traía en el bolsillo de su chamarra. Don Artur era editor, pero no solo editor, era el #SúperEditor y en cuanto su reportero cruzaba la puerta que conectaba la recepción con la redacción, gritaba: “¿Cuántos muertos, joven David?” (obvio el nombre variaba dependiendo del reportero) si le decías que al menos uno, pues claro que se ponía “contento”, eso significaba que traía material para su sección.
Cuando “comenzaron” o, mejor dicho, se conocieron los problemas de seguridad en el estado, por allá de los años de la gober Amalia, Don Artur era la estrella de la redacción, el reportero que cubría seguridad era de los más buscados por los compañeros para conocer los detalles de los difuntos (creo que lo siguen siendo).
No dejo de pensar en Don Artur cada que veo hechos violentos tan cabrones como niños suicidas, niños baleados, mujeres mutiladas, delincuentes, policías y civiles abatidos en enfrentamientos y pienso si se seguiría emocionando o si en algún momento, como a mí, le comenzaría a doler el corazón por pensar la terrible normalidad delincuencial en la que vamos entrado.
Yo personalmente estoy muy “asustada”, por así decirlo, por el COVID-19, pero no deja de darme miedo el peligro en el que día a día estamos no por un virus, sino por un montón de personas “malas” que toman la vida de otros en sus manos y la terminan, sin avisos, sin despedidas, sin que puedan ver por última vez de sus familias.
Achis, es casi como el COVID, la diferencia está en el acta de defunción supongo, porque en una dirá “muerte natural” o como pitos se diga.
Por ahora me quedo con el miedo de los 187 contagios de hoy y una invitación a una boda, no, no iré.