Hace unos días vi una fotografía en un medio de comunicación local donde se apreciaba en primer plano a un grupo de chamacos jugando a la pelota a media calle y al fondo se observaban patrullas y elementos de la Policía Ministerial luego de registrarse un homicidio.
La foto pudo haberse tomado en cualquier rincón de Zacatecas en la última década. En todo este tiempo, aunque las cifras de violencia y delincuencia han ido en incremento, cada vez causa menos ¿asombro? este tipo de acontecimientos. Ya es rutinario ver el pasar a todas horas las patrullas de corporaciones de todos los niveles, el sonar de las ambulancias a cualquier hora e incluso hemos desarrollado esa macabra habilidad de distinguir los cohetes de los balazos.
Recuerdo hace muchos años una salida a la feria, tal vez sería el último año de gobierno de Amalia García Medina. Creo que fue en el 2009. En aquel entonces habíamos sido testigos de las primeras manifestaciones de violencia que hoy ya resultan cotidianas. Y en cada pabellón, en cada plazuela, en cada sección comercial había grupos de militares, de policías estatales y municipales tratando de resguardar a los pocos visitantes a la feria.
Años antes era toda una odisea pasar del Torito al Teatro del Pueblo. Si bien te iba, tardabas hasta una hora y siempre corrías el riesgo de llegar empapado en cheve. Pero aquel año la feria lucía más sola que las iglesias en tiempos de COVID-19. En aquel tiempo hubo al menos tres hechos que conmocionaron al Zacatecas de entonces: el asesinato de siete policías en Jerez en un enfrentamiento armado, la fuga de 53 reos del penal de Cieneguillas y los primeros “narcobloqueos” en toda la zona metropolitana.
Este último hecho fue el boom para la circulación de noticias falsas a través de las redes sociales que alimentaron la histeria y alentaron que la gente se resguardara en sus casas ante el pánico colectivo, en gran parte motivado por los vacíos informativos de la autoridad.
Esta semana inició con el hallazgo de 14 cuerpos y desde entonces le han seguido varios homicidios a plena luz del día y por las noches, a la vista de todos, con información de la autoridad circulando en el momento y parece que, aunque la percepción de inseguridad se mantiene en altos niveles, la reacción ante estos hechos de violencia ya no es la misma de hace una década.
Será que muchos han llegado al punto en el que es mejor cerrar los ojos y evadirse de esa realidad que forma parte de la cotidianidad porque de otro modo no podrían seguir sus vidas o, más grave, quizá la gente ya se “acostumbró” a esta situación y tampoco tiene esperanza en que cambie en lo inmediato.
Pero Zacatecas no era así hace una década. Claro que había delincuencia, claro que había tráfico de drogas y de armas. Claro que había hechos delictivos, pero de pronto crecieron de manera exponencial, en ocasiones de forma sanguinaria, y con terribles casos de feminicidios que cuando se trataron de menores de edad conmocionaron a todo el estado y al país.
Dicen que el dolor te hace más humano, pero conforme pasan los años solo se ve que al ser humano cada vez le causa más conflicto el dolor ajeno. Hoy que en apariencia se ha “normalizado” la violencia en nuestras vidas, ¿cómo imaginar el dolor de los familiares de las víctimas si nos negamos a la empatía? Ojalá que la violencia tampoco nos arrebate esa parte.