Ya tenía desde principios de febrero que no me paraba en un restaurante, bar o cantina. No es que sea una persona muy social que guste de andar en le desvergue un día sí y otro también. Ese tiempo ya pasó, porque llega uno a cierta edad en la que prefieres los círculos más cercanos antes que las multitudes y privilegias más una conversación tranquila que andar a gritos por todo el antro para entenderle a tus amigos cuánto te toca de coperacha para la botella.
Pues total que nos cayó el COVID-19 y las personas con las que solía salir nos tuvimos que resguardar cada uno en sus casas. Algunos son grupos de riesgo, pero otros sin serlo viven con personas que sí son grupos de riesgo, entonces para qué buscarle. Así transcurrieron más de seis meses hasta que la semana pasada hubo la oportunidad de salir y coincidió con la reciente apertura de un nuevo negocio, propiedad del empresario Cuauhtémoc Calderón Galván: La Tequilera.
La verdad las fotos no nos decían gran cosa y ya habíamos tenido muy malas experiencias en otros de sus negocios (La Taberna, Kaos y Gran Sonora), pero era un sitio ubicado en un punto medio para vernos y eso ya era una ventaja para evitar los traslados, así que nos aventuramos cargando nuestra botellita de gel alcoholado, cubrebocas, toallitas desinfectantes y demás.
Ubicado en la antigua Harinera, sobre la avenida Colegio Militar, la verdad es que el lugar luce “bonito”, aunque al pasar de las horas nos dimos cuenta de algunos inconvenientes. Desde la llegada te toman la temperatura en la palma de la mano cuando la indicación de las autoridades sanitarias es que sea en la frente y para aplicarse el gel alcoholado hay que presionar una superficie que no se desinfecta.
En ningún momento se desinfectan las mesas (a diferencia de otros negocios, principalmente restaurantes, donde aplican este protocolo antes y después de atender a cada cliente), el personal aunque usa cubrebocas, no cubre su nariz o lo utiliza de cubrepapadas (el gerente en ningún momento utilizó el cubrebocas pero sí saludaba de mano y beso a cuanto cliente conociera, incluso después de haberse frotado la nariz).
La carta de bebidas es muy limitada y cara (imaginen pagar 90 pesos por una copa de Huitzila; en un Oxxo te venden el medio litro de la misma marca en 30 pesos). Además de que el personal encargado de la barra no sabe de coctelería, te sirven las bebidas en vasos que parecen promocionales de la Leche Lala y los ceniceros, de esos que hay en los moteles.
Bueno, al llegar la música estaba en un volumen moderado (no era nuestra selección musical preferida, pero al menos podíamos conversar manteniendo la sana distancia). Conforme pasó el tiempo la música aumentó el volumen y la gente tenía que hablar a gritos, acercarse al oído para escucharse, juntar las sillas y mesas… la sana distancia fue mandada ALV.
Incluso hubo un momento en el que cerca de nosotros contamos a 36 personas sentadas a la misma mesa y no es que seamos devotos de la vela perpetua, pero meterse mano entre todos y besuquearse como si de dar los buenos días se tratara en medio de una contingencia como que no es lo correcto. En esa mesa se encontraba José Saldívar Alcalde, secretario de Gobierno de Guadalupe, acompañado de varios trabajadores del Ayuntamiento. Raro que no pusiera orden, habiendo tanta confianza en la mesa.
Lo bueno de todo es que no fue el día de la inauguración, pues hasta la COFEPRIS hubiera puesto el grito en el cielo con el aperradero de gente y en ese momento hubiera clausurado el negocio. A veces no entiendo la exigencia de empresarios del giro que demandan la apertura de sus negocios, pero no les importa la responsabilidad social de su empresa para ofrecer condiciones de salubridad mínimas y así cuidar a sus clientes ante esta contingencia.
Si acude a La Tequilera, usted siga sus propios protocolos. No espere que el personal cuide de su salud (ni siquiera el personal que está en barra se desinfecta las manos en toda la noche). Y cargue sus servilletas, porque ni siquiera eso colocan en las mesas.