Tierra de muertos

Este miércoles el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI) dio a conocer los resultados de la recopilación de información de los panteones públicos en zonas metropolitanas y me quedaron varias dudas respecto a los datos que nos ofrece.

Para el caso de Zacatecas, únicamente se consideró un panteón en la muestra, aunque abarcando a los municipios de Zacatecas, Guadalupe, Morelos, Vetagrande y Trancoso, donde se contaba con registro de la causa de muerte de los cadáveres inhumados, pero no de los cremados o incinerados.

Además, este año al menos 109 panteones distribuidos en 41 zonas metropolitanas tuvieron que ampliar su capacidad instalada, entre ellos el de Zacatecas, el cual también tuvo que contratar personal adicional durante el primer semestre de este 2020.

En cuanto a la capacidad instalada con la que contaron los panteones, a nivel nacional se reportaron 6 millones 99 mil 547 fosas o tumbas, de ellas, 83.0% estuvieron ocupadas y 16.7% disponibles. Las zonas metropolitanas de Acapulco, Campeche, Chilpancingo, Ciudad Victoria, Mexicali y San Francisco del Rincón presentaron 100% de ocupación de fosas.

También a nivel nacional se reportaron 6 mil 69 fosas comunes en operación y 10 mil 804 ya no se encontraban en funcionamiento. El Valle de México y Colima fueron las zonas metropolitanas que concentraron la mayor cantidad de fosas comunes en operación al registrar 2 mil 128 y 923, respectivamente. Zacatecas se ubica en el rango entre 1 y 99 fosas comunes.

Si uno sigue buscando en los tabulados podrían salir más datos específicos que nos permitan reflexionar sobre la dinámica en los panteones en Zacatecas, aunque baste la nota técnica para despertar muchas dudas al respecto. Por ejemplo, si la medición fue sobre el primer semestre de este año, ¿en qué proporción las inhumaciones fueron por COVID-19, por muerte natural, por homicidio?

Recordemos que este año ha sido atípico en muchos aspectos y aunque la dinámica muestra que hubo un incremento en el personal y la capacidad instalada, tenemos otros indicadores que nos demuestran la gran escalada de defunciones por COVID-19, muy a la par de las muertes consecuencia de la guerra contra el crimen organizado, que no es reciente, pero sí ha dejado a muchas familias lastimadas.

Seguramente en las estadísticas del INEGI sobre defunciones durante el 2020 se incrementará por mucho en relación con las registradas durante el 2019. Y por muchos números que nos puedan ofrecer las estadísticas, esos números no alcanzarán a abarcar la gran herida provocada entre las familias ante la pérdida de un familiar por causas que incluso pudieron prevenirse con un simple cubrebocas.

Esos números tampoco nos dicen a quiénes corresponden, a qué rostros, a qué familias, ni nos contarán sus historias de vida. En el peor de los casos, las fosas comunes albergarán los cuerpos que no tuvieron la dignidad de un nombre inscrito en una lápida para saber que un día pisaron este mundo, lo mismo que las fosas clandestinas donde reposaron (o aún reposan) los restos de miles de víctimas de la violencia que nos acecha.

Este Día de Muertos no alcanzarán las flores para llorar a nuestros muertos, especialmente los que nos han dejado este 2020, un año que muchos quisieran olvidar, pero que muchos otros se empeñan en hacerlo inolvidable aumentando el número de víctimas (y el dolor de más familias), ya sea por esta violencia que no parece ceder o por esta pandemia con la que tendremos que aprender a vivir en adelante.

Hace unos días las autoridades (no todas) anunciaron que durante estos días de celebraciones fúnebres por el Día de Muertos los panteones permanecerían cerrados para evitar más contagios. ¿Quién hizo caso? Hasta dejaron a familias enteras encerradas en los camposantos, con todo el riesgo que implicaban las aglomeraciones.

Nadie podría entender el dolor de una persona por sus difuntos porque el dolor es una experiencia personal, pero rendir tributo a sus deudos sin la menor protección ante una contingencia como la que vivimos es escupir al cielo.