La destrucción como resignificación

“No son las formas”, es el comentario más recurrente cuando se refieren a manifestaciones donde se “vandaliza” el espacio público, principalmente mujeres, quienes han debido pasar por muchas otras etapas hasta llegar a la destrucción como una catarsis ante la rabia y la impotencia de no obtener justicia.

La Ciudad de México ha sido testigo de este tipo de actos, consecuencia de la falta de protección y garantías para salvaguardar la vida y la integridad de mujeres y niñas. Baste recordar las últimas dos marchas realizadas con motivo del 8 de marzo, Día de la Mujer, donde monumentos y sitios considerados “Patrimonio Mundial” no quedaron libres de alguna intervención, desde grafiti, pintura, quemas, hasta daños en su estructura con grandes mazos o herramientas de las que se echó mano.

Incluso se han erigido “anti-monumentos” que den un nuevo significado a estas manifestaciones, producto de una irritación social, pero particularmente de la mitad de la población: las mujeres. No es para menos. La cifras sobre la incidencia de feminicidios en los últimos años ha ido en aumento y a pesar de que se han impulsado reformas importantes en beneficio de las mujeres, tantas leyes, códigos y reglamentos no han sido suficientes para un aparato gubernamental que no garantiza su aplicación ni previene los delitos en los que las mujeres y las niñas han sido las principales víctimas.

Baste recordar la enorme cantidad de críticas por los daños que sufrió la escultura a Madero, autoría de Javier Marín, frente al Palacio de Bellas Artes y cuyo autor “celebró” las pintas y daños a la escultura porque respondían a una exigencia legítima de las mujeres. Pero luego surge una interrogante: ¿limpiar y restaurar la escultura?, ¿dejarla tal como está, en su sitio?, ¿retirarla? Hay quienes han sugerido que mejor sea trasladada a otro espacio como un museo o dejarla en su sitio tal como está, con todos sus daños, pero que se deje evidencia sobre los antecedentes de la intervención para visibilizar el objeto de las protestas.

Recientemente, Fresnillo vivió uno de sus primeros episodios de esta naturaleza luego del feminicidio de una menor. La gente se manifestó inicialmente de manera pacífica al exterior de la presidencia municipal, pero la rabia era tanta que se cumplió la advertencia: “que arda todo”. Y ardió la presidencia municipal, se hicieron pintas, se destruyó parte de la explanada. Hoy la autoridad busca a los responsables de los daños, mientras los responsables del feminicidio permanecen en la impunidad.

Hasta el cansancio se ha dicho que las paredes se lavan, que los monumentos se pueden restaurar (difícilmente volverán a su estado original, más cuando se trata de monumentos con larga historia), pero la vida no vuelve. ¿Dejar que permanezcan las pintas y destrozos como constancia de estos acontecimientos? Habrá que valorar lo simbólico del hecho y si, como en el caso de la activista Marisela Escobedo, también amerita una placa que deje constancia de que hubo un día en que la autoridad no evitó un feminicidio.

La destrucción culturalmente ha estado más vinculada con la masculinidad y el espíritu bélico que le caracteriza en sus diversas representaciones mitológicas. En cambio, la creación ha estado más relacionada con la feminidad, la Madre Tierra, la “dadora de vida”. La destrucción de símbolos es el equivalente a apropiarse de un aspecto de la masculinidad para resignificarla.

Pero la destrucción por la destrucción no es lo que “el arte por el arte”. Hay mujeres que se han encargado de trabajar en la resignificación de esta destrucción, de estas violencias que afectan a mujeres y niñas, y la han transformado en lo que hoy conocemos como “artivismo”. En Zacatecas ya hemos visto algunas manifestaciones.

Hace unos años, la artista plástica Sonia Félix Cherit presentó en el Palacio de Justicia su instalación “No más”, una cruda representación de las mujeres desaparecidas o víctimas de la violencia feminicida, como las “Muertas de Juárez”, y el dolor de no tener la justicia que merecen. Simbólico que esta instalación se realizara en el Palacio de Justicia, como una forma de exigir que no haya impunidad en ningún caso de violencia contra mujeres y niñas.

De esto y más se hablará en el conversatorio “Artivismo como mecanismo contra la violencia hacia las mujeres”, organizado por la asociación Casa de Engracia “Espacio Libre de Violencia”, con la participación de las artistas Mónica Mayer, Carmela Castrejón, Aida Corral, Claudia Córdova y Sonia Félix Cherit, presidenta de la asociación. No se pierdan estas reflexiones a través de la fanpage de Parnaso TV, este martes 24 de noviembre a las 6 de la tarde.