Hace unos años, no recuerdo con precisión cuántos, hubo una campaña masiva en la que se enseñaba a los niños a no hablar con extraños, no aceptar regalos y menos si eran caramelos, y claro, no irse con alguien que no conocieran y que si les pasaba alguna de estas cosas corrieran lejos y se lo dijeran a sus padres o a quien más confianza tuvieran.
Por aquella época todavía se inculcaba a los niños a respetar a los mayores, a contestarles de buen modo, se les obligaba a saludar y si la ocasión o personaje lo requería, con abrazo y beso aunque el pequeño se sintiera incómodo y sobre todo a obedecerlos sin retobar.
Todas estas recomendaciones nunca están de más, ni las de civismo ni las de prevención, creo que siempre se deben hacer sin importar en qué año, país o ciudad se viva; respecto a los consejos de defensa creo firmemente que siempre hay que reforzar las medidas de prevención, para evitar abusos de todo tipo contra nuestros niños.
Sin embargo, nadie, en ningún momento, ha enseñado a los infantes, sean niños o niñas, a defenderse también de la gente que conoce, ya sean hombres o mujeres, familiares cercanos o lejanos, vecinos o padrinos, primos incluso hermanos o padres.
Sí, por muy aterrador que parezca, el abuso infantil existe y no siempre se comete por un extraño que se oculta en la penumbra de la noche, en un lote sin iluminación o atrás de un auto; no es un hombre con gabardina, lentes obscuros y sombrero o un hombre sin rostro, como muchas veces se mostraba ese extraño merodeador robachicos o violador.
Hace poco más de un par de años participé como mamá en una conferencia respecto al tema impartida a padres de familia en la escuela de mi hijo menor. La información que se manejó en ese entonces fue escalofriante, pues quedó al descubierto que la mayoría de los abusos que son denunciados y que por ende se les da seguimiento, se comenten en el círculo social próximo al pequeño ultrajado.
Más aterrador fue, al menos para mí, enterarme de que en más de una ocasión el abusador no es denunciado por diversas causas que van desde evitar el escándalo, porque es el papá o un hermano, por vergüenza y muy pocas veces por ignorancia; se estima que solo el 30% de los abusos se denuncian.
En México la información que existe no es real justamente porque no todos los abusos se denuncian y peor aún, en nuestras legislaciones, hasta donde tengo entendido, no está clasificado el abuso infantil como tal, solo se manejan cifras globales de delitos sexuales sin especificar ni género ni edad de las víctimas e insisto no son todos lo que ocurren los que están en las estadísticas.
De acuerdo con información difundida por la Fiscalía General de Justicia del Estado durante 2019 el Ministerio Público recibió 291 denuncias por delitos sexuales (violación), 271 por abuso sexual, 15 tentativa de violación y ninguna por incesto, estupro ni infanticidio.
Hasta julio de 2020, con todo y confinamiento por la pandemia, el Ministerio Público recibió 147 denuncias por delitos sexuales (violación), 119 abuso sexual, 13 tentativa de violación y ninguna por incesto, estupro ni infanticidio.
Recuerdo que la psicóloga que impartió aquella plática, movió fibras muy sensibles al afirmar tajantemente que el abusador no solo puede estar en la calle, sino también en la escuela y, por lo general, en la propia casa.
“Rascando” en mis anotaciones de antaño encontré que de los 6 mil 26 niños atendidos en la Procuraduría para la Protección de Niños, Niñas, Adolescente y la Familia (PPNNAF) de enero de 2014 a abril de 2016, 142 fueron por abuso sexual (violación, hostigamiento, estupro), uno por privación de libertad con fines sexuales, y cinco por explotación infantil (pornografía y prostitución).
Todo esto viene a colación porque como sociedad, en general, estamos muy preocupados y ocupados en que “los extraños” no hagan daño a nuestros niños y nuestros hijos, sobrinos, ahijados, vecinitos… están enfocados a cuidarse de gente ajena a su círculo más cercano.
Creo que estas frías cifras deberían ser una luz roja de alerta para redoblar cuidados a nuestros niños siempre, enseñarlos a cuidarse a sí mismos cuando no estamos cerca de ellos, a oír a su sentido común cuando alguien “no les late” y a no salir con gente que no les dé confianza, los conozcan o no y que creamos en nuestros pequeños cuando nos confían “algo”, eso podría ser y hacer la diferencia.
Estrujante y desafortnada realidad a la que en ocasiones se enfrentan los niños y niñas y jóvenes