Las nuevas generaciones a veces piensan que están descubriendo el hilo negro, tal como nosotros fuimos la burla de las generaciones que nos precedieron, porque en tendencias con frecuencia olvidamos que la historia se repite estamos condenados a ello cuando la desconocemos.
Ahora en redes sociales han causado furor las publicaciones de revistas de moda y música ilustradas con fotografías de cantantes (varones) que están de moda, vistiendo prendas “femeninas” y hasta tienen la osadía de asegurar que están rompiendo estereotipos. El último caso del que supe fue el actor Alejandro Speitzer vistiendo minivestidos en la revista “Badhombre” y asegurando que como hombre heterosexual cisgénero estaba reivindicando el derecho a vestir sin sujetarse a los estándares socialmente impuestos al género.
Pues no, mis cielas. Lamento decirles que ni está descubriendo el hilo negro ni está deconstruyendo la masculinidad. Teniendo un poquito de cultura sabría que entre las figuras más recientes en lograr esa deconstrucción están David Bowie, Grace Jones, Alexander McQueen, Madonna, Lady Gaga, Jared Letto, Ezra Miller y más recientemente Harry Styles.
Y eso si hablamos de la cultura pop occidental, pues mucho nos alargaríamos analizando la movida madrileña que nos dio las raíces del “drag” en Latinoamérica o el “voguing” en los barrios bajos de Nueva York y que desde hace varias décadas nos han regalado nuevas manifestaciones sobre la deconstrucción el género.
Para entendernos y estar en el mismo canal: no es lo mismo el sexo, el género, la orientación sexual, la identidad sexual o la identidad de género. Sexos únicamente están reconocidos dos: hombre y mujer (y hasta hace unas décadas, la intersexualidad). Géneros solo hay dos: masculino y femenino, ambos como categorías socialmente impuestas, construidas conforme a los valores de cada época.
En cambio, la orientación sexual se divide en tres: heterosexual (relación erótico afectiva entre dos personas de diferente sexo); homosexual (entre dos personas del mismo sexo) y bisexual (entre dos personas, indistintamente si es del mismo sexo o no). Algunos incluyen en la orientación sexual la asexualidad.
La identidad sexual involucra estas tres categorías previas en relación con la autopercepción y la dinámica con otras personas: gays, lesbianas, bisexuales, transexuales, transgéneros, travestis, queer, intersexuales, asexuales, pansexuales y un largo etcétera. Y en últimos años se ha agregado la identidad de género, como algo inherente que contribuye a nuestra identificación como personas, pero que abarca un espectro más amplio que el binarismo “hombre/mujer”.
Pues bien, esos íconos que mencioné al inicio no solo fueron icónicos por invertir los valores binarios de la industria de la moda y deconstruirlos, sino también por cuestionar a través de la moda cómo construimos como sociedad valores que se atribuyen (e imponen) a hombres y mujeres a partir de un patriarcado que atraviesa categorías como sexo, género, raza y clase social.
No es lo mismo ser un hombre gay blanco de clase alta que una mujer transexual “negra” de clase baja. Yo agregaría a estas categorías la región geográfica, pues en cualquiera de las dos categorías no es el mismo privilegio viviendo en la gran ciudad de Nueva York que en alguna comunidad de Latinoamérica.
Pero volviendo a nuestras reflexiones, a las generaciones de hoy les hace falta un poco de búsqueda en la historia reciente sobre aquello que llaman “romper estereotipos”. Quizás encuentren que el hilo negro ya había sido descubierto y con suerte lo recrearán según la visión de mundo y los valores culturales y sociales de sus generaciones.
¿Quién pudiera olvidar a Oscar Wilde como el gran dandy al que detestaba la gris sociedad londinense de finales del siglo XIX?, ¿cómo olvidar el travestismo “catrín” de George Sand?, ¿cómo negar el “glamur fifí” feminizado de Luis XV en la Francia del Siglo XVIII? Y si nos vamos cada vez más hacia atrás en la historia podríamos llegar a Cleopatra que impresionó a los romanos con su audacia en la vestimenta o al mítico Aquiles que recurrió al travestismo para ganar una batalla en Troya.
Para romper estereotipos hace falta algo más que ponerse una prenda socialmente impuesta al sexo opuesto. Hay que deconstruir lo que hemos aprendido sobre nuestros cuerpos y nuestra sexualidad, cuestionar nuestro privilegio desde la posición en la que nos encontramos y, entonces sí, romper estereotipos construyendo nuevos modelos de masculinidad/feminidad o de no binarismo. ¿Audacia utilizar un minivestido rosa en una portada de moda occidental? Audacia hacerlo en la vida cotidiana, en Latinoamérica, donde los crímenes de odio siguen en la impunidad.