El día que falleció el primer caso de COVID-19 en la entidad, yo estaba en la sala de espera de IMSS para ingresar a una consulta en urología, que había solicitado con carácter de urgente en el mes de noviembre del 2019 mi médico familiar y el médico de urgencias.
Ese día mientras esperaba se dio la indicación del inicio del confinamiento en el Estado, recuerdo que un muy querido compañero y amigo de mi chamba me llamó y nos pusimos a especular, él me preguntaba que si serían 15 días yo le decía que quizá un mes.
Al salir de la consulta me fui a casa, ya habían dado la instrucción en el jale de que todos a casa; llegué, me bañé y comenzamos a organizar una vida de encierro en el que suponíamos duraríamos un mes; mi mamá, mi hija y yo nos sentamos a ver la novela y yo les dije “quizá hasta termine de ver la novela antes de regresar a la oficina.
(Al día de hoy ya perdí la cuenta de cuántas telenovelas han iniciado y terminado, hasta vi la novela de la Gaviota y me reí mucho porque Ángela no quiso verla porque “esa mujer era muy dejada”).
Creo que es un tema generalizado ahora, abro el mi muro de Facebook y aparece siempre algo acerca del Covixxx más que ver las noticas, los reportes diarios, es lamentable que cada día hay una esquela, hay fotografía de amigos que perdieron a sus amigos, a sus familiares y a quienes aman.
En el transcurso de esta semana me enteré de varios casos de personas a quienes amo sinceramente que han dado positivo a Covixxx, anteriormente mi amigo del alma había dado positivo, cuando me lo dijo lloré mucho, yo tenía mucho miedo de perderlo.
En esta ocasión no sentí tanto temor porque supuse que ya hay más medios para atenderlas, que mal que bien nos hemos familiarizado con el bicho y aceptado que si se atienden a tiempo es probable que no se llegue a la muerte.
Pero también existen los finales fatídicos, en los que amigos han expresado su dolor por haber perdido a un ser querido, las esquelas siguen apareciendo y cada día son más cercanas las personas contagiadas y muertas.
Lo lamentable es que también siguen las inconciencias y las personas que no comprenden que una irresponsabilidad puede costar la vida de otros, quizá no sean nuestros familiares, pero sí son familiares de los compañeros con los que se estuvo de parranda.
Hablando con mi madre del tema le dije mi temor de que en algún momento resultemos contagiadas, por lo que sea, porque salí o porque compré una coca que alguien había tocado antes, porque me tomé una chela o porque el vecino se acercó a platicar con ella, le confesé que me daba miedo contagiarla y me dijo, sabia como es: “Para qué nos estresamos pensando en quién contagia a quién, mejor hay que lavarnos las manos y estar tranquilos”.
Suena bonito, pero por las noches pienso en la preocupación que siente mi amiga por sus hijas, la otra por sus clientes, la otra por su esposo, la otra por su madre, la otra por sus perros, la otra por sus vecinos, la otra por…