Les voy a contar una historia, que por cotidiana parecería carecer de importancia. No mencionaré nombres ni de sitios ni de personas, por aquello de la privacidad y porque no se trata de “quemar” a alguien en específico, pero es una forma en que se refleja la rebeldía ciudadana ante lo políticamente establecido.
Hace unas semanas llegó de Estados Unidos una quinceañera y sus padres a su terruño, la intención salta a la vista: festejar a lo grande las 15 primaveras de la joven.
Los padres venían decididos a echar la casa por la ventana, se habían preparado para ello con meses de anticipación ahorrando y trabajando horas extra para que la fiesta de 15 años de su hija hiciera historia en su tierra natal. Y así fue…
La fiesta hizo historia, pero no como ellos deseaban, aunque sí, si se hablará por mucho tiempo de cómo corrió el dinero para rentar mesas, manteles, losa, carpas, pagar una gran banda, meseros… La fiesta estaba planeada para que no sólo la gente de la comunidad la disfrutara, sino de la región entera.
Como en muchos pueblos, la cancha central se convierte en salón de fiestas al aire libre, por amplia y porque da cierto status, pero esta vez las autoridades negaron el permiso para hacer un festejo con tantos invitados, aunque fuera al aire libre; eso no desanimó a los organizadores y buscaron un sitio alterno, en una propiedad privada, para hacer el fandango.
Todos en el rancho estaban invitados. La abuela de la quinceañera lucía más que complacida ante los comentarios de la gente por tan espléndida fiesta, no se diga los padres y los parientes más cercanos.
Se sirvió barbacoa cocida lentamente bajo tierra, arroz, mole y hubo bebidas para todos los gustos; hubo música en vivo y todos bailaron y brindaron por los 15 años de la joven. Todo era felicidad.
Quince días después estalló el escándalo. Ese rancho que había permanecido inmune al COVID-19 hasta entonces, registró más de 10 casos y de los paisanos que vinieron del “otro lado”, al menos cuatro están intubados en algún hospital gringo. Al abuelo de la quinceañera lo llevaron a un centro hospitalario y sólo saben que su estado es delicado.
La histórica fiesta se celebró a mediados de noviembre.
Hoy que iniciamos diciembre, a pocos días de que se cumpla un año de que se registró el primer caso de COVID-19 en China, Zacatecas regresa al rojo en el semáforo sanitario debido a que parece que es imposible evitar contagios y con ello las defunciones.
En un esfuerzo del Gobierno del Estado por impedir más casos positivos, elevó a ley el uso del cubreboca, que si bien no es suficiente para detener la pandemia, combinado con otras medidas como el lavado frecuente de manos, el uso de gel antibacterial y la más importante, la sana distancia, es un excelente paliativo en esta guerra intestina.
La medida ha sido criticada por unos y aplaudida por otros. Por un lado están los que dicen que el gobierno ya no halla como sacar dinero en “el año de Hidalgo”, que es un necio, que no sabe y un sinnúmero de peros y ques…
Por el otro están los que celebran la medida porque creen que es la única manera de que los que se creen todopoderosos y que nunca les llegará la enfermedad, se responsabilicen y respeten a los que sí se cuidan, porque aunque ya no por convicción, sino por cuidar su bolsillo, usarán el cubreboca en lugares públicos.
Lo cierto es que por mucho que seamos o no partidarios de un gobierno, si no usamos nuestro sentido común estaremos destinados a fracasar en esta lucha contra un virus mortal, porque por más esfuerzos que haga un gobierno, sea del color que sea, haciendo leyes, decretando cuarentenas, haciendo promoción de la sana distancia, no puede ir casa por casa regañando a cada individuo que no sea responsable de su propia salud ni de la de los demás.
Que sirva de algo saber que de los 17 mil 61 casos positivos que se han registrado durante toda la pandemia en Zacatecas, mil 525 han fallecido dejando atrás a un número desconocido de niños huérfanos, padres desconsolados o simplemente deudos lamentando y sufriendo esas muertes.
Excelente reflexión para cuidarnos de esta pandemia ¡Felicidades! Por su artículo ojala y sirva para cuidarnos y no andar haciendo fiestas privadas,que bueno que no fuimos a comer birria.saludos.