Este jueves la rutina de cada día a las 7 de la mañana tuvo una irrupción que rompió con esa cotidianidad. Toda la semana vivimos el pleito entre el Instituto Nacional Electoral (INE) y el presidente Andrés Manuel López Obrador sobre la posibilidad de suspender la transmisión íntegra de las conferencias mañaneras.
Por un lado, los argumentos sustentados en la Constitución y antecedentes de periodos electorales previos relativos a la veda electoral y la prohibición para difundir propaganda gubernamental, a excepción de informar sobre temas de salud, educación y protección civil.
Por el otro lado, quienes apelaban a la libertad de expresión, acusando censura de las instituciones y una campaña negra en contra del mandatario federal para impedir que se informe a la población sobre el quehacer gubernamental.
Todo tuvo su antecedente en una resolución del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación donde indicaba que las conferencias mañaneras, aunque pretendían informar sobre diversos temas, también contenían propaganda que podría considerarse electoral y que violaría la normatividad aplicable para un proceso como el que está en marcha.
Pero como en el hilo de la comunicación siempre hay errores entre lo que se piensa, lo que se quiere decir, lo que se dice, lo que el otro cree escuchar, lo que escucha, lo que entiende y lo que interpreta, todo devino en una catástrofe comunicativa que solo echó más leña al fuego en el ya de por sí dividido país en el que vivimos.
Pues bien, en la conferencia mañanera de este jueves el presidente rindió un homenaje póstumo (e “improvisado”) al actor Jorge Arvizu “El Tata”, quien prestó su voz para el doblaje al español del personaje de Benito Bodoque en la serie animada “Don Gato y su pandilla”. Todo parecía espontáneo, pero en política no hay casualidades.
Al recordar al actor, el presidente dijo que le venía a la memoria porque fue de los pocos que junto a su esposa luchó por la transformación del país. Tal vez otras figuras importantes de la cultura en México no le han merecido un homenaje porque, a su parecer, no luchaban por esa transformación.
A mí también me viene a la mente el silencio en torno a la muerte de Amparo Dávila, a diferencia de los grandes homenajes a Manuel Felguérez. O sea que además de selectiva, esta administración parece más interesada en lo que representan los hombres en la historia que nos es contada, mientras la mujer sigue siendo invisible (o eso parece).
Pero más allá de cuestiones de género, el presidente bien pudo seleccionar muchos otros trabajos del actor para honrar su memoria y no ser recordado únicamente por ser la voz de Benito Bodoque. Y sin embargo, fue una mañanera atípica que le permitió ampliar (aunque fuera un poco) su audiencia y seguir despertando el interés por sus conferencias.
Cuando digo que en política no hay casualidades me refiero a esa aparente improvisación que, en el fondo, permitió despertar el mercado de la nostalgia (y en Buzzfeed lo saben explotar muy bien) y atraer las miradas de quienes tal vez ya habían perdido interés en lo que el presidente tuviera que decir.
Se trata de “popularidad”. De otro modo, no entiendo la insistencia de cada semana llevar un tracking poll sobre los índices de preferencia hacia el mandatario federal, como una forma de reafirmar esa popularidad que erróneamente se confunde con aceptación, tal como esos 30 millones de votos que a cada oportunidad se siguen citando como el gran triunfo del 2018, aunque desconozcamos si ya son más o son menos que en aquel entonces.
Lo cierto es que parece un juego de rating, como en una televisora, donde un grupo pretendiera desaparecer el programa estelar y el propio staff buscara por todos los medios posibles levantar el rating para justificar con popularidad la necesidad de que el programa permanezca.
Al despertar el mercado de la nostalgia, ¿cuántos no pensaron en las series animadas de los 80 y los 90? Y de pronto se nos vino a la mente Remi, los Caballeros del Zodiaco, Candy Candy, Heidi, Mazinger Z, Dragon Ball, los Picapiedra, los Supersónicos, el Oso Yoggi, los Locos Adams y una larguísima lista que marcó la infancia de miles.
Evocar a “Don Gato y su Pandilla” (a pesar de que Jorge Arvizu tiene ya rato que falleció) logró conectar con una audiencia específica y quizá a esa audiencia hasta le hizo pensar que el presidente tiene los mismos gustos que uno. Una estrategia más efectiva que tomarse la foto política comprando en puestos ambulantes, de preferencia si hay algún indígena, para dar a entender que no se discrimina y que se trabaja por la inclusión de las minorías.
Son actos políticos que parecerían inocentes, aunque el 28 de diciembre hace rato que pasó. Y mientras en las mañaneras vemos a “Don Gato y su pandilla”, en los estados donde ya comenzó la aplicación de la vacuna contra el COVID-19 se van acumulando sendas quejas por irregularidades en el proceso, los casos de contagios y defunciones siguen en aumento, las cifras del desempleo van escalando nuevamente y los negocios que cierran cada vez son más.
Pero como esos temas no se traducen en popularidad, menos cuando el rockstar de la salud perdió toda credibilidad, hay que buscar otras alternativas para levantar el rating y así tener elementos, han de creer, para que el INE y los tribunales den marcha atrás al veto electoral que impediría la transmisión íntegra de las conferencias mañaneras porque “atentado a la libertad de expresión” y así.
La verdad es que este gobierno tampoco ha entendido de qué se trata la comunicación institucional. En teoría, las ruedas de prensa son herramientas útiles cuando hay que anunciar algo relevante o para ofrecer una aclaración ante momentos de crisis. No debería ser un ejercicio cotidiano porque perdería relevancia.
Me da la impresión de que con estos ejercicios, nadie más de la Cuarta Transformación tiene autorización para estar al micrófono; solo el presidente. Pero eso implica el desgaste de que la figura presidencial tenga que hacer las labores de una vocería para informar los temas relevantes y al mismo tiempo recibir los embates de la prensa día tras día.
El episodio de Benito Bodoque de pronto se siente como un mal chiste en un gobierno que debería estar en otra sintonía en la comunicación institucional. No es la primera vez que ocurre un episodio así, pero incluso el intercambio de preguntas y respuestas con la prensa a veces resulta en un mal ejercicio que da más pena que interés.
Si esa será la dinámica para justificar la permanencia de las mañaneras durante el periodo electoral, ¿los partidos (de cualquier color) también tendrán esa licencia para “informar” a las audiencias lo que ellos determinen, utilizando tiempos oficiales?, ¿tendrán esa licencia los 32 gobernadores del país?
¿En algún momento se aceptará la crítica de la prensa que fundamenta sus investigaciones o se seguirá despreciando el periodismo de investigación?
Porque buena parte de las mañaneras se destina a una lista de calificativos hacia la prensa que habla de cosas que no están bien en el gobierno, y por más que digan que son medios de “la mafia del poder” o más cosas por el estilo, hay investigaciones que siguen sin respuesta o se intentan minimizar exhibiendo alguna otra corruptela de administraciones anteriores, sin que haya un proceso de por medio. ¿O cuánto tiempo lleva detenida Rosario Robles sin ser vinculada a proceso?
Aún falta un buen tramo para saber si las mañaneras permanecen durante la veda electoral o si antes desaparecen el INE y otros organismos autónomos que hoy parecen incomodar al presidente en el apego a la legalidad, la transparencia y la rendición de cuentas. ¿Que no son los mismos que los otros gobiernos? Que se demuestre.