Con la noticia del contagio de Covid 19 del presidente Andrés Manuel López Obrador, las redes hicieron lo suyo difundiendo memes inspirados en el lamentable acontecimiento, haciendo mofa del suceso.
Esto me ha hecho reflexionar respecto a la retórica del Presidente, muy de él, muy populista, que no popular y casi ingenua, que raya en argumento de cuento de hadas, en el que llega el paladín a salvar al pueblo indefenso de un peligroso dragón; y en este contexto me viene a la mente el cuento “El Traje Nuevo del Emperador,” clásico de Hans Christian Andersen.
Hasta donde mi entendimiento me permite saber, una vez que un candidato (del partido que fuere) gana las elecciones y asume el cargo por el que contendió, debería dejar atrás los discursos de propaganda, porque ya no necesita convencer al electorado de que es el mejor, ¡ya ganó las elecciones!
Con ello se convierte, en este caso, en presidente de todo un país, no solo de los que votaron por él; y si participó en la elección evidentemente fue porque quería gobernar un país que se supone conoce, sabe en qué condiciones políticas, económicas y sociales está y aun así lucha y hace todo lo posible por ganar.
Al llegar a Palacio Nacional ya no llega un aspirante, llega un presidente, ya no se cuida a la persona, se cuida a la investidura, ya lo que diga no es asunto solo de él y de su círculo de colaboradores y amigos, sino que atañe a todo un país. Por eso quedan fuera de toda seriedad afirmaciones tan lamentables que ha hecho en cadena nacional y que han sido tan criticadas no solo en México, sino en todo el mundo.
¿Recuerda aquella audaz afirmación: “No mentir, no robar y no traicionar ayuda mucho a que no dé coronavirus”? Entonces la lógica deducción es ¿acaso él ya mintió, ya robó y ya traicionó?.
Y otra clásica: la de la estampita religiosa con la que dijo hace casi un año que estaba protegido contra la enfermedad, ¿tampoco funcionó? Personalmente no critico su fe, devoción, su código de valores y principios morales y éticos. Como persona está en su derecho de ejercerlos, pero no tan desventuradamente como Presidente.
Insisto, no hay sistema perfecto, ni este ni los anteriores y probablemente ni los venideros, pero los políticos y gobernantes deberían hacer el trabajo para el que fueron elegidos, asumiendo las limitaciones naturales del cargo, respetando investiduras, acatando la lógica acorde al contexto nacional e internacional y no gobernando desde una realidad muy personal que dista mucho de la realidad de todo un país.
En este sentido, analistas especializados afirman que esa manera de pensar y actuar del Presidente, desde su realidad y tratando de convencer a todos que no es igual a ninguno de sus antecesores y que todo lo pasado es malo, está llevando al país a un estancamiento económico que amenaza con retroceso.
Hace años, me parecía como de risa, irreal, exagerado y sobre todo de pena ajena, leer todo que la prensa internacional publicaba de Nicolás Maduro, presidente de Venezuela; ahora la vergüenza es local.
No es que defienda los anteriores gobiernos, ni partidos ni colores ni personas, como simple ciudadana expreso lo que creo no debería hacer un gobernante y menos si éste habla tanto de civismo, de integridad y de cumplimiento de leyes… ¡él mismo no lo hace!
Para hacer algo que desea y si ese algo quebranta la ley, sencillo, la manda cambiar, hacer una a modo para hacer legal lo que al principio no lo era; para entender este trabalenguas recuerde, como mero ejemplo, el caso de Paco Ignacio Taibo II y su tristemente frase célebre: “Se las metimos doblada”.