Normalmente siento recelo cuando se trata de “vacas sagradas” que pretenden vender la pura verdad (“su” verdad) sobre la interpretación de fenómenos sociales que estudian desde su escritorio. Pero con frecuencia la teoría y la práctica distan por mucho margen de prueba y error.
Esta semana el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI) publicó los primeros resultados del Censo de Población y Vivienda 2020, que aunque recopila información importante que requiere su tiempo para el análisis, también necesita ponerse en un contexto nacional (y regional y estatal y municipal) para su interpretación.
A propósito de estos resultados, llamó mi atención una entrevista realizada por el diario Milenio a Baruch Sangines, geógrafo de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) y demógrafo por la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (FLACSO), donde menciona que la proyección para el país es que llegue a un crecimiento demográfico de cero dentro de tres o cuatro décadas, tal como ocurrió en Europa hace unos 30 años.
Hasta ahí coincido, porque la tendencia estadística así lo demuestra. Sin embargo, difiero en algunos de sus argumentos e interpretaciones. En la entrevista, Sangines explica que la generación de los “baby boomers” tuvo hasta ocho o más hijos, hubo menor mortalidad y mayor natalidad, lo que produjo una explosión demográfica.
También indica que las nuevas generaciones, especialmente en las zonas urbanas, “ya todos quieren trabajar y muchos de ellos no quieren casarse y si lo deciden, solo tienen un hijo”, una situación similar a la que, insiste, vivió Europa en los años 90, cuyo desequilibrio en el bono demográfico afirma que fue compensado por la migración, principalmente de quienes provenían del norte de África.
En este punto aclara que a diferencia de Europa, México no es propiamente un país receptor de migrantes, sino un país de paso obligado para quienes intentan llegar a Estados Unidos, aunque considero que este fenómeno sí pudiera ser exclusivo de la frontera norte.
Total que esto ha generado que la edad mediana cada vez sea mayor (en Zacatecas es de 28 años cuando hace una década era de 21), lo que provocará un impacto en el sistema de salud, en el sistema de pensiones e incluso en la productividad y la fuerza laboral. Y mientras la tendencia de nacimientos siga a la baja, no habrá manera de lograr un equilibrio. A nivel nacional el promedio es de 2.1 nacimientos mientras en Zacatecas es de 1.7.
Pues luego de leer sus interpretaciones en torno a las estadísticas que nos ofrece el INEGI y las proyecciones para las siguientes décadas, la verdad es que lo primero en lo que estuve en desacuerdo fue en la afirmación de que las nuevas generaciones tienen menos hijos porque todos quieren trabajar y no quieren casarse.
Pertenezco a la generación millenial, una generación que seguramente ya no gozará de una pensión porque los sistemas de pensiones están en números rojos, no porque falten trabajadores para cubrir esas pensiones, sino por la corrupción. Veamos el caso del ISSSTEZAC o lo que ocurrió en su momento en el IMSS.
A ello hay que agregar que el mercado laboral formal es cada vez más reducido para profesionistas y las plazas como obreros tienen salarios que no cubren los gastos mínimos indispensables, mucho menos para sostener a una familia. La alternativa es la informalidad, que no aporta a esas pensiones, pero tampoco recibe prestaciones que mejoren su panorama a futuro.
Creo que en el fondo el dilema no es que en las nuevas generaciones todos quieran trabajar. Necesitamos trabajar o nos morimos de hambre. La vida actual es muy distinta a la de la generación de “baby boomers”, cuya fertilidad en parte pudo deberse a la falta de educación sexual, a una cuestión cultural o a la situación económica de las familias.
Pensemos: a sus 35 años , nuestros padres ya tenían trabajo estable, una casa, un matrimonio e hijos; nosotros a la misma edad tenemos un trabajo eventual, sin casa propia en la mayoría de los casos, vivimos solteros o en unión libre y sin hijos.
¿Es egoísmo no querer tener hijos o se trata de un instinto de supervivencia? Si nosotros no cubrimos los satisfactores básicos, ¿hay responsabilidad o irresponsabilidad en el acto de tener hijos bajo esas condiciones? Sin olvidar que nuestra generación fue la primera con educación sexual y planificación familiar.
Si pensamos en el bono demográfico únicamente desde la perspectiva de solucionar las necesidades de la generación anterior, no estamos ocupándonos de lo que requiere la generación actual para garantizar su bienestar y, en consecuencia, el de las generaciones previas y las posteriores.
Mejores condiciones laborales (no solo en ingreso o las ventajas de la formalidad, también en la diversidad del mercado laboral), herramientas para acceder a los satisfactores mínimos (vivienda, alimentación, vestido, educación) y el fortalecimiento en el sistema de pensiones tal vez sean factores clave para revertir la situación demográfica que se vendrá en los próximos años.