Desde que en el proceso electoral del 2018 tuvimos los primeros comicios donde se podía postular para una reelección, se nos dijo que el objetivo era llevar a la consolidación los diferentes planes de gobierno que trascendían administraciones. Fue producto de una reforma impulsada desde la hoy oposición y de la cual no ha renegado la Cuarta Transformación.
Por el contrario, la 4T amplió esta reforma para permitir que legisladores federales puedan reelegirse sin necesidad de separarse de su cargo, percibiendo su dieta sin mayor problema, y volver a su curul una vez concluido el proceso electoral.
El cinismo ha llegado a tal grado que en Zacatecas ya se propuso ampliar la posibilidad de la reelección hasta por cuatro periodos consecutivos; es decir, 12 años.
Hoy se sabe que en la cámara de Diputados al menos 448 legisladores buscarán la reelección. Se trata de casi el 90% de los 500 diputados federales quienes buscarán ser electos nuevamente para un periodo de cuatro años.
Serían 232 legisladores de Movimiento de Regeneración Nacional (MORENA); 64 de Acción Nacional (PAN); 44 del Revolucionario Institucional (PRI) y el resto de otros partidos. ¿Su productividad? Es lo de menos.
Lo importante es la (in)congruencia con los principios de uno de los emblemas de la Cuarta Transformación: “sufragio efectivo, no reelección”. A menos que en la 4T se haga una praxis selectiva de las luchas de la Revolución Mexicana y de las otras transformaciones del país.
Cierto es que hay planes de gobierno que pueden trascender administraciones y que es posible encontrar acciones o proyectos que requieran de más de una administración para consolidarse. Puede pasar en el tema de seguridad, en la economía, la ciencia y la tecnología, entre muchas otras áreas.
Durante sexenios nos han acostumbrado a que cada administración dice tener el hilo negro del progreso, del bienestar, de una verdadera mejora en la calidad de vida, de un desarrollo económico sostenible y más promesas que al final se ven truncadas con cada cambio de gobierno porque cada uno cree que es el mero bueno.
Eso nos ha llevado a experimentar en cada administración un relativo cambio en las políticas emprendidas, aunque a veces solo se trate de un cambio de nombres, pero con los mismos rostros (pasó con “Solidaridad”, “Progresa”, “Oportunidades”, “Prospera” “Vivir Mejor” y así nos podríamos seguir).
Será por soberbia, por prácticas patriarcales de “querer dejar la marca propia”, porque los planes de gobierno se vuelven obsoletos, por casos de corrupción o simplemente porque “mis chicharrones truenan”, pero prácticamente ninguna administración retoma los planes de gobierno que le precedieron.
Por eso dudo que una reelección basada en una aparente búsqueda de consolidar esos planes de gobierno sea el verdadero objetivo. No es que sea uno mal pensado, pero sí. Y seguir alentando (y justificando) este tipo de prácticas políticas podría conducirnos a otro tipo de problemas.
¿Y si el plan de gobierno no es el adecuado?, ¿y si la administración no ha actuado con honestidad y solo busca seguir desviando recursos?, ¿y si vivir de la política en realidad se ha vuelto más rentable que trabajar honestamente en cualquier sector de la economía?, ¿y si solo se tratara de una forma de legitimar los cotos de poder?
Ahora que nos encontramos en pleno proceso electoral 2020-2021 me pregunto: ¿cuántos de esos legisladores que hoy buscan reelegirse realmente trabajan con la convicción de servir?, ¿de verdad su labor es tan esencial que solo ellos pueden sacar adelante las reformas necesarias que requiere el país?, ¿en qué medida su mano levantada o su silencio ha contribuido a ayudar o perjudicar a sus respectivos estados?
Tal vez le hallaron el gusto al modesto salario que perciben o los privilegios de los que gozan o tal vez el fuero que podrían mantener, sin importar si se trata de figuras respetables o deleznables. Total, la política ha sido tan pervertida con el paso del tiempo que hasta las democracias son la falacia de creer que uno elige al mejor perfil para representarle.
Pero vendrán a curarse en salud, a acusar que “el otro” es el malo y que ellos son los buenos, que solo ellos tienen la solución para mejorar el rumbo por el que marcha el país y en su cinismo hasta se colgarán de otros logros que no llevan su nombre. Finalmente el principio de “no reelección” quedará en los anales de la historia, como la lucha legítima de un tiempo y un movimiento que sirvió de bandera para otro movimiento que no atiende a sus principios… o al menos las cúpulas. Lo dije y lo reitero: no son los mismos, pero pueden ser peores.