Una defunción cada 48 segundos. A ese grado llegamos con el manejo de la pandemia del COVID-19 en México, a cerca de dos meses de que se cumpla un año del primer caso en nuestro país.
En aquel entonces había mucho temor porque desconocíamos a este nuevo virus y de lo que era capaz. Los casos reportados en los demás países parecían tan lejanos hasta que finalmente llegó a México.
Al inicio, la voz cantante fue el subsecretario Hugo López-Gatell, quien cada día a las 7 de la noche presentaba un reporte estadístico y el panorama sobre el avance de la pandemia, aclaraba dudas y hacía recomendaciones básicas.
Durante un tiempo se convirtió en hábito ver su conferencia diaria y conforme crecían las cifras de contagios y las primeras defunciones, uno empezaba a pensar en qué momento llegarían a nuestros círculos más cercanos.
En Zacatecas el primer caso detectado fue un desastre en muchos sentidos. Violación a la privacidad, agresiones al personal de salud, mal manejo mediático, falta de coordinación entre las instituciones y vacíos informativos que derivaron en numerosas noticias falsas que solo incrementaron el temor a lo que vendría después.
Entonces llegó la suspensión de actividades. Unos celebraron las medidas restrictivas, otros las cuestionaron. Pero en ese ínter de pronto el Gobierno de México decía una cosa, el Gobierno del Estado otra y los municipios otra. Muchos anduvieron como gallinas descabezadas, especialmente en la zona metropolitana, y ya no se sabía si usar cubrebocas o no.
Fresnillo fue durante varias semanas el epicentro de la pandemia. Le siguió Guadalupe y desde hace unos meses la Capital se encuentra a la cabeza en el acumulado de casos positivos.
Luego vinieron las esquelas, una tras otra, cada vez en mayor cantidad, con nombres cada vez más familiares, más cercanos, de todos los sectores. Vino el incremento en la ocupación hospitalaria, vinieron las largas filas en las distribuidoras de oxígeno, vino el acondicionamiento de nuevas áreas para atender a la creciente lista de nuevos casos positivos.
Cerraron muchos negocios. Creció el desempleo. Inició un ciclo escolar en un modo híbrido que acentuó las desigualdades y representó mayor carga para las familias, ya de por sí preocupadas por una situación laboral inestable. Aumentó la histeria por ver a la gente sin cubrebocas o usándolo mal.
Hubo manifestaciones y no han cesado ante las difíciles condiciones a las que muchos deben hacer frente para sobrevivir, mientras el proceso electoral está en marcha y la responsabilidad sobre el manejo de la pandemia se pasa de mano en mano.
Vino el cierre de espacios públicos y las sanciones. Las fiestas continuaron. Las reuniones, las bodas, los bautizos, XV años y cumpleaños. Vino la Navidad y el Año Nuevo y los hospitales no han tenido tregua en la cantidad de pacientes que no dejan de llegar.
Recientemente llegó la vacuna a México y surgió una esperanza. Pero las buenas noticias vuelan pronto. Entre la centralización de las decisiones, la soberbia de los gobiernos de cualquier nivel, la indiferencia de la sociedad ante el avance de la pandemia y la urgencia de salir a la calle a ganar el sustento familiar, las cifras han seguido creciendo en medio de polémicas por las irregularidades en la aplicación de las vacunas.
Si eso no equivale al agua que hacían pasar por tratamiento para los niños con cáncer, estamos mal como sociedad y hasta podríamos estar legitimando un uso electoral de la salud de los mexicanos. ¿Con qué cara vendrán los políticos a pedir el voto, justo en los hogares que están de luto por un mal manejo de la pandemia?, ¿a quién reclamar?, ¿quién responderá?
Probablemente nadie responda, menos para quien la pandemia le quedó como anillo al dedo y en su crueldad saca provecho de la estrategia de vacunación para replicar su propaganda. ¿O qué otro partido se atribuye como un logro la adquisición de vacunas para los mexicanos?
Hoy llegamos a más de 22 mil casos positivos en un día. Mil 803 defunciones en 24 horas. Una muerte cada 48 segundos. Hasta la fecha, en lo que va de la pandemia, ha sido el día más negro de todos. Y la vacunación apenas inicia. El final todavía está muy lejos. ¿En manos de quién dejamos nuestra salud?, ¿seguiremos así o haremos lo propio?