Estamos a tres meses de que inicien formalmente las campañas del proceso electoral 2021, pero desde ya hemos visto algunas precampañas de los diferentes aspirantes a un cargo de elección popular.
Más allá de que repiten las fórmulas de siempre y que todavía parecen no encontrarle el modo a hacer campaña en medio de una pandemia por el COVID-19, a aspirantes, precandidatos, partidos y coaliciones les hace falta una sacudida o unas cachetadas guajoloteras para que entiendan que esta elección tendrá características únicas y que lo hecho hasta el momento solo representa un desperdicio de posicionamiento.
Mi experiencia en materia electoral no es vasta, pero he sabido observar y aunque es bien sabido que una elección puede ganarse con dinero, no es precisamente la mejor vía para reivindicar la forma de hacer política.
Seguramente en la próxima elección tendremos perfiles preparados para hacer una campaña en forma y otros que llegarán a improvisar, una circunstancia que no evitará la desigualdad a la hora de hacer campaña. Por eso comparto algunos consejos básicos que podrían abonar a tener un proceso más “sano”.
Informarse
No es recomendable iniciar una campaña sin tener información de fuentes confiables. ¿Cuáles son los principales problemas del estado, municipio y/o distritos? Por datos oficiales sabemos que hay tres temas cruciales: seguridad, salud y economía.
¿Sabemos cuánta población no tiene acceso a los servicios de salud?, ¿conocemos realmente dónde hay mayor incidencia delictiva y qué tipo de delitos son más frecuentes en el territorio donde se hará campaña?, ¿de qué manera la pandemia impactó en la economía de los votantes?
Porque no es lo mismo un elector que tiene su changarrito y vive de esos ingresos a quien tiene un trabajo estable y no ha visto afectada su quincena o quien es beneficiario de algún programa social.
¿Sabemos cuántos votantes hay en nuestro estado, municipio y/o distrito?, ¿hay más mujeres u hombres?, ¿qué características tienen los hogares del estado, municipio y/o distrito? Y con base en esta información, ¿qué ofrece el candidato para solucionar las carencias?
Tener un plan de trabajo
Una vez informados, con un banco de datos, es preciso elaborar un diagnóstico sobre qué problema hay que atender y qué solución se puede ofrecer.
Aunque suena muy bonito decir “vamos a combatir la inseguridad para que haya paz y tranquilidad para las familias”, hay que saber si a esas familias les afecta más el robo, la extorsión, el homicidio, el narcomenudeo, el secuestro, los delitos sexuales u otros, y partiendo de esa realidad hay que decir qué y cómo se propone solucionar ese problema.
Tal vez alguien pueda proponer, por ejemplo, colocar lámparas en un polígono donde la mayor incidencia delictiva sea por robo a comercios y viviendas. ¿No sería más conveniente una estrategia centrada en prevenir este tipo de delitos?
Y no falta quien proponga microcréditos para emprender un negocio en polígonos o localidades donde su principal problema sea la carencia de servicios básicos como el agua potable, el drenaje o la pavimentación de calles. ¿Es viable abrir un negocio donde los ingresos no alcanzan a cubrir la línea de bienestar?
Tener un equipo
Habrá quienes se sientan superhéroes y pretendan hacer de todo durante sus campañas, pero no son omnipotentes ni omnipresentes. Para eso se requiere de un equipo de trabajo que permita difundir las propuestas, el plan de trabajo del candidato o fórmula en cuestión.
¿Confiar en un equipo o tener un equipo de confianza? Se sabe que en política hay cuotas que involucra la imposición de personas en los equipos de trabajo y hay de todo. Lo importante será conocer las habilidades de cada uno para diseñar una estrategia basada en esas fortalezas.
No se puede enviar a convencer al electorado a alguien que ni siquiera sabe hablar en público. De ahí la importancia de conocer quiénes tienen mayor facilidad de palabra para aprovechar su habilidad en convencer al electorado con las propuestas del candidato. ¿O enviarán a la guerra a un soldado sin fusil?
Tareas hay muchas, desde el toque de puertas, las brigadas de promoción del voto en los cruceros, quienes organizan reuniones con líderes, los encargados de llevar el registro de las gestiones y solicitudes, quienes se encargan del manejo de las finanzas, los que mantienen el vínculo con la prensa, quienes diseñan los materiales informativos, los que manejan las redes sociales, hasta aquellos que se encargan de garantizar los insumos suficientes para que la campaña funcione, incluso el personal de intendencia. Todos juegan un papel fundamental en un equipo de trabajo, pero la confianza se gana.
Convencer con argumentos
En lo que va de las precampañas hay muchos espacios desperdiciados por quienes aspiran a un cargo de elección popular. Tomando en cuenta las condiciones propias de la pandemia por el COVID-19, muchos prefieren publicar en sus redes sociales encuentros “casuales” con alguna figura conocida (o no) y algún mensaje que nada comunica a las audiencias.
Si todos incurrirán en la misma práctica, más vale que la estrategia considere la labor de convencimiento con argumentos, ya sea en toques de puertas, en pequeñas reuniones que permita la pandemia o a través de las redes sociales y los medios de comunicación.
Lograrlo dependerá de que se hayan seguido los pasos previos: estar informados de qué se requiere en el estado, municipio y/o distrito, tener un plan de trabajo para atender esos problemas, conocer las propuestas del contrincante y diseñar una guía de preguntas y respuestas clave según la reacción de los electores una vez que se llegue a ellos.
¿El votante está convencido de que la propuesta del contrincante es la mejor? Introduzca un problema que le aqueje y debata los puntos de vista sobre las fortalezas y debilidades de cada propuesta. ¿Sus argumentos son denostar al contrincante? Con eso ya perdió un voto. Jamás subestime la inteligencia de los electores, es más fácil convencer con argumentos sólidos y datos que los respalden que hablando mal del oponente.
Respetar a contrincantes
Si pretende hablar mal del oponente, que lo haga alguien más. Las campañas negras ya son inevitables en cada proceso electoral y sería muy ingenuo pensar que se van a evitar, aunque sería lo ideal.
Pero si un candidato aspira a tener credibilidad, nada habla mejor de él que mostrar respeto por sus contrincantes y nunca subestimarlos, porque así también demuestran respeto por el electorado.
Nunca se sabe hasta dónde llegará el “apasionamiento” de los votantes, si el sentido de su voto es una convicción o más una percepción que puede cambiar conforme avancen las campañas. ¿Cómo saberlo? Con la labor de convencimiento.
Si se argumenta y convence con propuestas, es un voto seguro. Si los argumentos se basan en descalificar al oponente, sin plantear propuestas propias, no es probable que el votante cambie sus preferencias porque nunca se dio respuesta a su problema.
Para hablar mal del oponente siempre hay otras vías, algunas más “institucionales” que otras, pero si existe alguna información negativa de los candidatos, siempre habrá forma de que el electorado la conozca.
Comunicar
En la disyuntiva de saber si el electorado votará por un candidato, partido o fórmula, abundan las imágenes de los encuentros “casuales”, de que tal gremio o sector de la población son “importantes” o “fundamentales” para un cambio, de un montón de gente “siguiendo los protocolos sanitarios” dan su respaldo a tal o cual persona, hasta la foto comiendo gorditas o comprando en un tianguis para suavizar o “humanizar” el perfil del candidato.
Si nunca se han subido a un camión, si nunca han comido en puestos callejeros, si nunca se han parado en un tianguis (y se nota porque ni siquiera saben en qué sentido hay que caminar en cada pasillo o cómo hay que agarrar el morral), solo harán el ridículo.
¿De verdad se aprovechan los diferentes segmentos y espacios para difundir la imagen de un candidato?, ¿hasta dónde la imagen comiendo gorditas comunica más que una infografía con el resumen de sus propuestas?, ¿por qué decir que los jóvenes son “fundamentales” al ilustrar una fotografía de una reunión con este sector?, ¿qué proponen para ellos?
No faltarán las entrevistas en medios de comunicación y no todos son tan amables para abrir sus espacios a los candidatos: ¿cómo aprovechar esa área de oportunidad?, ¿se hará un listado de adjetivos calificativos que suenen “bonito” sobre el estado, municipio y/o distritos o se ofrecerán datos duros y propuestas en corto para aprovechar esos espacios?
La demagogia y los discursos con declaraciones que podrían dar cabeza a las noticias en portada pueden ser tentadoras, y también son válidas, solo si forman parte de la estrategia, del plan de trabajo, si se incluyen propuestas y se pretende convencer a las audiencias con argumentos. De otro modo, ni el candidato ni los medios de comunicación abonamos a informar al electorado, solamente inducimos la percepción.
Seguir protocolos sanitarios
A partir del 4 de abril se tendrán 60 días para hacer campaña, pero la autoridad sanitaria ha recomendado evitar los eventos masivos como se acostumbra en cada proceso electoral para evitar contagios por COVID-19. ¿Se imagina que alguno de los candidatos se contagie durante la campaña? Serían de dos a tres semanas de estar fuera de la contienda.
Ahora piense en el electorado. ¿Expondrá su salud por la necesidad de ganar votos, de demostrar en un evento masivo que tiene “músculo político”?, ¿arriesgar la salud del electorado no es poner en riesgo su propia campaña?
Hoy se proponen otras alternativas más seguras para convencer a los votantes, desde las reuniones virtuales a través de aplicaciones y plataformas (lo que no evita la “filtración” de información para los oponentes), las pequeñas reuniones donde se pueda respetar al menos la sana distancia, el toque de puertas (una tarea muy cansada, desgastante y que requiere de invertirle mucho tiempo o brigadas, pero muy efectiva para convencer al electorado) o incluso programas una transmisión diaria, a una hora fija, a través de las redes sociales para interactuar con el electorado.
Si después de estos consejos los aspirantes aún deciden hacer las cosas a su manera, ignorando tomar en cuenta alguno de estos puntos, cada quien tiene la libertad de integrar su estrategia. Además, ¿uno quién es para obligar a que sigan estos consejos? Finalmente ellos tienen la última palabra y junto a sus equipos de trabajo (de confianza o impuestos) determinarán lo que harán en campaña.
A nosotros como votantes nos corresponde evaluar si un candidato está a la altura de nuestras expectativas y si responde a las circunstancias que vivimos. ¿Votaremos por convicción, por razonamiento, por corazonada, por enojo o porque nos ha convencido su propuesta?