Pues bien, Rubén Ibarra Reyes, quien fuera secretario general de la Universidad Autónoma de Zacatecas (UAZ), ya recibió su constancia como virtual rector electo. Lo hace con una votación de apenas el 41% del padrón de alumnos, académicos y administrativos, quienes le dieron la ventaja con el 75% de esos votos.
Mucho se habló de que en esta elección había triunfado el abstencionismo. Yo más bien creo que hubo otros factores que influyeron en la baja participación, porque si algo distingue a los universitarios es su espíritu de participar en los cambios.
Evidentemente fue un proceso atípico, retrasado por más de 10 meses debido a la pandemia por el COVID-19, lo que también determinó la manera en la que cada planilla hizo llegar a la comunidad universitaria sus propuestas.
Pero en esta dinámica creo que también influyó mucho la brecha digital, las dificultades en el registro en la plataforma e incluso acusaciones respecto a amenazas para condicionar el sentido del voto. No creo que se tratara de un abstencionismo motivado por la apatía.
¿Celebrar un “triunfo” con tan baja participación? Tal vez no sea lo más adecuado, aunque la elección sea legal. El resultado está en veremos mientras no se resuelvan los posibles recursos de impugnación ante los órganos universitarios.
Lo cierto es que, de ratificarse el triunfo de Rubén Ibarra Reyes, tendrá muchos retos enfrente, iniciando por legitimar el resultado de la contienda y demostrar que él, en efecto, era la mejor opción a pesar de la baja participación de la comunidad universitaria.
No será fácil. La contienda, se sabe, se desarrolló en condiciones inequitativas. Fue evidente la cargada hacia la planilla que encabezaba el hoy rector electo y la misma dinámica se reprodujo en las diferentes unidades académicas.
¿Eso es malo? Es probable, en tanto se presume que dicha fórmula también representa un intertexto en el que se esconde la mano que mece la cuna. ¿A qué intereses, a qué grupos de poder responderá realmente Rubén Ibarra Reyes?
Su “triunfo” se da justamente en un momento clave en el que se van desvelando nuevas conexiones con la Estafa Maestra, que hasta el momento ha tenido a muchos señalados de haber participado (presuntamente) en dichas operaciones de supuestos desvíos de recursos, pero sin un responsable hasta el momento. Ni denuncias, ni detenidos, ni vinculados a proceso, ni juicios, ni sentencias.
No olvidemos que año con año, la UAZ (o sus autoridades) inician con una cadena de oración para ver si alguien se acomide a rescatarles del déficit que vienen arrastrando desde hace varias administraciones.
Tanto el Gobierno federal como el Gobierno del Estado ahí han estado y hasta han planteado un “rescate financiero” de la Máxima Casa de Estudios, si y solo si presentan un plan de reestructura que ya no implique solo mejoralitos, sino algo en serio, en forma, estructural, que vaya al fondo de las cosas.
A pesar de la opacidad en la UAZ, al no transparentar el ejercicio de los recursos públicos que recibe (ni siquiera de las cuotas que cobra a sus estudiantes), hay la sospecha de irregularidades en la nómina. Ya no se sabe si preocupan más los aviadores o aquellos universitarios que perciben ingresos “moralmente” obscenos, por usar una expresión muy ad hoc con la austeridad republicana de la 4T.
Pero no todo se trata de factores internos. Hoy, el Gobierno de México tiene como prioridad las Universidades del Bienestar “Benito Juárez”, esas a las que se han destinado casi mil millones de pesos para su construcción (con algunos planteles en Zacatecas), pero sin estar obligados a transparentar si se harán por licitación, por asignación directa, quién es el responsable de obra, si existen conflictos de interés, si hubo sobreprecio y hasta la posibilidad de que las obras hayan sido asignadas a empresas apapachadas por ciertos grupos.
Eso resta recursos a las universidades públicas en todo el país, sin contar que el propio Gobierno del Estado cobra un impuesto que va destinado a la UAZ y que en la práctica no se transparenta su aplicación. ¿Tienen derecho los contribuyentes a saber en qué se usa ese impuesto? Por supuesto, pero ha faltado voluntad.
Como egresado de la UAZ y orgulloso universitario, creo que no debemos dejar de lado las grandes aportaciones de la Máxima Casa de Estudios a la comunidad zacatecana. Probablemente falla la estrategia de comunicación para difundir esos logros que hacen grande a la Universidad, una institución de la cual han egresado quienes hoy se han convertido en los formadores de las nuevas generaciones en las universidades privadas.
¿Por qué valdría más un título en una de estas universidades que el de la institución de la que egresó su plantilla de profesores? Será que entre los zacatecanos aún hay quien menosprecia la educación pública, más accesible para el grueso de la población. ¿A quién le conviene que truene la UAZ?