¿Hay hombres feministas?

Mi respuesta sería: sí y no. En realidad sería más bien una sororidad con las causas feministas, porque es una lucha legítima de las mujeres, por las mujeres, para las mujeres. Y de este espectro yo no considero a quienes se dicen feministas, pero utilizan un discurso transfóbico.

Ya lo decía Simone de Beauvoir: “no se nace mujer, se llega a serlo”. Y es que el “ser mujer” ha sido una construcción social que ha mutado al paso del tiempo, pero en la mayoría de los casos existe una especie de subordinación de la figura de la mujer respecto a los hombres.

De qué otra manera se podría entender que tantas y tantas mujeres hayan sido invisibilizadas en los anales de la historia, esa que en su mayoría han escrito los hombres y parece que la historia de la humanidad solo ha girado en torno a los hombres y la masculinidad.

Pensemos, por ejemplo, en los cantos de La Ilíada y La Odisea. ¿Cuántas líneas se dedican a las “proezas” de los hombres y cuánto espacio se reserva para las mujeres?, ¿de qué manera se describe a las mujeres en estos cantos? Porque no es lo mismo una Circe que una Penélope. Y me refiero a estos cantos por ser considerados entre los más antiguos de la historia de la literatura.

Si revisáramos cada periodo de la historia, nos daríamos cuenta de que hubo una Lilith que se negó a someterse a un Adán, pero eso no convenía a una tradición judeocristiana y eso devino en la “creación” de Eva, la sublimación de una Virgen María y un aparente prejuicio hacia la figura de María Magdalena.

Pero eso queda en la esfera del imaginario colectivo, y aunque ha influido en la construcción sobre el “(deber) ser mujer”, afortunadamente muchos de estos mitos se han ido derrumbando para dar paso a otra verdad, una donde la historia ha sido construida por hombres y mujeres.

Durante muchos años la antropología aún consideraba que ciertas figurillas o efigies encontrados en vestigios de antiguas civilizaciones se trataban de representaciones de deidades utilizadas en algún culto. Tuvieron que venir las mujeres dedicadas a la antropología para reírse en nuestra cara y confirmar que solo se trataba de juguetes tallados porque, parece obvio, en la antigüedad también había niños.

¿Todavía seguimos creyendo que las mujeres estaban relegadas a la cocina y las tareas del hogar? Mucho nos falta indagar con perspectiva de género y es una suerte que nos encontremos en un tiempo en el que hasta el pasado se reescribe con esa perspectiva.

Volviendo a la pregunta inicial, “¿hay hombres feministas?”, pienso más bien que desde la revolución feminista que llegó a su primera cúspide en la segunda mitad del siglo XX cada vez hay más hombres que atraviesan por un proceso de deconstrucción, de desaprender para volver a aprender y considerar la figura de la mujer desde otro punto de vista, como un igual, pero respetando sus diferencias. Nadie por encima y nadie por debajo.

Todo inicia con actos cotidianos, que parecerían insignificantes, pero no lo son. ¿Un hombre que se hace de desayunar? Sí, debería ser hasta por instinto de supervivencia. Un hombre que se lava la ropa, que se plancha las camisas, que se prepara el café por las mañanas, que hace las compras del súper, que se sienta con los chamacos a ayudarles en la tarea (o en tiempos pre-pandemia, pasaba por ellos a la escuela), es más: hasta servirse de comer solitos, sin esperar que una mujer (a fuerza una mujer) les tenga que atender “como reyes”.

¿Ayudar en las tareas del hogar o en la carga familiar? Si las mujeres hoy pueden salir a buscar un ingreso para el hogar, ¿por qué los hombres no podrían asumir como una obligación, no como una “ayuda”, las tareas del hogar? Son parte de las acciones cotidianas, de los “pequeños feminismos” del día a día que van deconstruyendo la masculinidad y nos ayudan a construir una nueva sociedad, más igualitaria, más equitativa, con mayor empatía y solidaridad.

Cierto que hay avances sustantivos en esta deconstrucción, pero sigo pensando que incluso en las causas feministas existe cierta segmentación, cierta tendencia a relegar a los hombres de los temas en torno a la mujer. No digo sigan decidiendo sobre ellas, como históricamente ha ocurrido, pero deconstruir la masculinidad sin involucrar a los hombres en la tarea de informar y sensibilizar será una meta nunca lograda.

Ahora que abundan las actividades conmemorativas por el Día Internacional de la Mujer, ¿hasta dónde llega la participación de los hombres?, ¿qué tanto se les involucra en la reflexión sobre la condición de la mujer en los diversos aspectos de la vida?

Bien lo decía Virginia Woolf: el estado perfecto del ser es la androginia, un pensamiento que no es ni masculino ni femenino, pero donde ambos se mezclan para generar algo nuevo.