A estas alturas tenemos un boom de encuestas y eso que todavía no inician formalmente las campañas de este proceso electoral 2020-2021. Pero entre tanta medición hay que andarse con cuidado porque no todas parecen decir lo que muestran.
Cuando uno se apasiona por la política, da gusto mirar gráficas bien bonitas donde nuestro candidato va a la cabeza, especialmente si se lleva un amplio margen de ventaja frente a otros contendientes.
Y si nuestro candidato no va como puntero, busca y se mantiene al pendiente de otras mediciones para evaluar el avance o retroceso en el proceso, con la esperanza de que en algún momento remonte y revierta las gráficas.
Pero si uno no es de los que se apasiona por la política, esas gráficas sobre la percepción en la intención del voto poco o nada impactan en el sentido de nuestro voto el día de la jornada electoral, sobre todo si se es más analítico y se deja guiar por las propuestas o el proyecto que nos persuada más.
¿Quiénes participan en las encuestas? Es un misterio y como la pandemia por el COVID-19 vino a cambiar la dinámica de levantar estos estudios, pues aún desconocemos el margen de realidad que puedan reflejar sus estadísticas.
Lo cierto es que cada medición tiene su propia metodología, y no es lo mismo una encuesta presencial o telefónica, como tampoco una realizada a través de aplicaciones virtuales o un sondeo en redes sociales ni mucho menos las llamadas “encuestas de salida”, que también son ejercicios demoscópicos para el día de la jornada electoral (o aplicadas en algunos simulacros previos).
¿Qué tanto podemos confiar en estas mediciones? Tal vez las encuestas sean el tipo de medición con una metodología más desarrollada y que permita acercarse a un escenario más pegado a lo que ocurrirá en la jornada electoral.
Sin embargo, las propias casas encuestadoras varían en sus métodos e incluso en la presentación de resultados y en algunos casos nos pueden hacer desconfiar. Baste recordar las mediciones realizadas por Campaigns & Elections Research desde hace más de un año, que han seguido determinados patrones, aunque más recientemente han cometido algunos yerros.
Por ejemplo, en la encuesta dada a conocer este 30 de marzo para la intención del voto para la gubernatura de Zacatecas, la brecha entre el primero y el segundo lugar se redujo a solo 6 puntos de diferencia y a primera vista eso podría ser motivo de festejo para quienes respaldan al segundo lugar, o motivo de preocupación para quienes apoyan al puntero.
El problema en dicha medición fue que entre los otros perfiles considerados figuraba alguien que desde hacía meses ya no estaba en esa contienda, que incluso ya se había registrado por otro partido político para otro cargo. Y aunque horas más tarde la propia casa encuestadora corrigió su error, no evitó que sus mediciones generaran desconfianza, tanto esta última como las anteriores.
Y eso es solo lo que podemos ver y constatar en las diferentes encuestas que han circulado conforme avanza el proceso electoral. ¿Cuántas más tendrán detalles internos que podrían hacernos desconfiar de sus resultados?, ¿con qué rigurosidad se levanta la información y se procesa para tener resultados confiables?
No es tampoco el único tipo de medición que ha presentado detalles cuestionables. Ahí tenemos el montonal de páginas en las redes sociales que promueven sondeos entre diferentes aspirantes únicamente para generar reacciones y ampliar las audiencias, pero sin tener metodología ni filtros para ser considerados como una prueba objetiva de la preferencia ciudadana.
Digamos que estos sondeos son como una pelota que se avienta a las audiencias y uno como espectador mira cómo se arma la chimba y se desgreñan con tal de “hacer ganar” a su favorito. Son juegos que reducen la democracia a mero entretenimiento y hasta ahí.
Aunque luego pasa, como ocurre con mucha frecuencia en el municipio de Guadalupe, que organizan este tipo de sondeos y se comparten las ligas y hasta pueden votar perfiles aquí y en China, o perfiles falsos manejados desde la misma dirección IP, los llamados “bots” que no votan pero hacen ruido, y así nos podríamos seguir.
Es como pensar que un candidato va a ganar porque en nuestra casa, tres de cada cuatro miembros están con ese candidato. O sea, ¿cómo les explicas que un solo hogar no es representativo de los 442 mil 835 hogares que hay en el estado?
Lo importante será contar con información confiable y aprender a distinguirla entre el bombardeo de información que tendremos durante los 60 días de campañas electorales. ¿Hay formas para hacerlo? Una alternativa es buscar cuáles encuestas fueron registradas ante los órganos electorales, pues de inicio tendrían una validez oficial, institucional.
Lo demás, lo de convencer con propuestas, hay que dejárselo a los candidatos, partidos y coaliciones. ¿Qué papel jugaremos los medios de comunicación?