Piense en un viernes o sábado por la noche, de esos en que no tiene nada más que hacer que echarse al sofá o a la cama a ver la programación de cualquier de los más de 300 canales que hay en sistemas de pago o pasar el tiempo navegando en internet, por ocio, claro, y de pronto pararse, abrir el refri y sacar lo necesario para preparar un sándwich y servir agua purificada, para preparar un café o de plano beber un refresco y si le duele la cabeza ir al botiquín de la casa para tomar un analgésico que alivie el malestar.
Pues bien, algo tan simple como eso es todo un lujo en Cuba, donde, cuentan, escasean los alimentos, hay apagones de hasta 12 horas todos los días, no hay agua y se carece de los medicamentos más básicos.
Sin embargo, la realidad se diluye entre esos cuentos, rumores, noticias falsas o verdaderas que abundan en internet y, sobre todo, con las declaraciones del gobierno cubano que defiende su verdad.
Por ello, al menos para mí, es más fácil entender y creer a alguien que conozco y que he visto a los ojos, que a un millón de palabras plasmadas en papel o en el ciberespacio.
La conocí en el corazón de un periódico, ese espacio que le da vida a los medios impresos: la redacción. Ahí donde se acuna la comunicación escrita y desde luego la verbal entre quienes vivimos prácticamente 18 horas al día hilvanando palabras que darán forma a ideas y noticias.
Desde el principio me pareció inteligente, muy inteligente y bonita, pero me costaba mucho entender lo que hablaba a pesar de que su idioma era el mismo que el mío, aun así honramos la comunicación.
Supe que era cubana, la revelación no me sorprendió mucho porque, insisto, su forma de hablar tan rápido y su acento la delataban. De ella me encantó dese el principio su buen gusto, su educación refinada y su apertura perpetua a la amistad.
Corría el 2001, yo era ya una editora de textos periodísticos consumada y eso me llevó a estar cerca de ella, que también fue editora en Imagen. En algún momento, Hazell Santiso Aguila me contó por qué estaba en México.
Llegó en marzo de ese año en una delegación de músicos, pero no de cualquier tipo de músicos, sino de la Orquesta Sinfónica Nacional de Cuba. Había estudiado esa disciplina en su amado país y en su segunda patria México, como ella la llama con gratitud, hizo especialidad, maestría y doctorado.
El régimen de gobierno de su país, me contó en alguna ocasión, orilla a muchos a dejar la isla en busca de las oportunidades que en Cuba literalmente no existen.
Desde el reciente fin de semana Cuba ha estado en casi todos los medios de comunicación por el movimiento de protesta que exige la caída del régimen y que en 62 años jamás se había visto. Le pedí a Hazell que me ayudara a entender los motivos, que son más que evidentes.
“Todo lo que dicen es cierto”, fue contundente desde el principio al referirse a lo que los medios internacionales difunden en internet, que se resume en crisis económica, falta de libertades y oportunidades, carencia de medicamentos, escasez de alimentos, apagones y mal manejo de la pandemia de Coronavirus.
“Es muy doloroso. Es una dictadura. Se ha ido calentado poco a poco. Empezaron pidiendo libertad de expresión y ahora ya es todo. No hay comida, no hay medicinas, cuando digo medicinas hablo de una simple aspirina”, lamenta Hazell en lo que se ha convertido para ella en un duelo personal.
Y a pesar de que Cuba es considerada como una potencia en Medicina a nivel mundial, las cifras de muertos por COVID están disparadas, “6 mil 900 (contagiados) en un día y la cifra de muertos ya remontó los 500 y (Miguel) Díaz-Canel, el presidente que nadie ha elegido, sólo reprime y abusa”.
La cubana, con ciudadanía mexicana, afirma: “No es un movimiento. Es el pueblo cubano en la calle pidiendo que renuncie y que se vaya”, y lamenta: desde las protestas del histórico domingo 11 de julio, la lista de desaparecidos ya suma más de 100 personas.
Me dijo que el movimiento San Isidro es de artistas urbanos que inspiraron el tema de la canción Patria y Vida, un tema que subvirtió en un día el morboso “patria o muerte venceremos” de la revolución del 59 y que le duele en el alma que el régimen cubano reprima sin miramientos y haya dividido a los cubanos en clases altas y bajas, ricos y pobres, donde los ricos son el Estado castro-comunista y los pobres es el pueblo.
“Ver esto me da impotencia. El bloqueo (embargo económico) no es justificación. Cuba está mal por su estado castrista que sigue gobernando, no por el bloqueo, eso lo ha habido siempre…”.
Destaca que es sumamente importante que se entienda que no es una anexión lo que buscan: “nadie quiere eso, es importante porque el Estado cubano dice esas mentiras, pero no queremos americanos en Cuba”; lo que quieren, afirma: “es libertad, vivir con dignidad, que la gente tenga oportunidades, que se respeten sus derechos humanos básicos”.
Cuando yo era niña (finales de la década de los 70) veía en algunos lugares imágenes del Che Guevara, banderas rojas e incluso pintas, a forma de grafiti, de frases como ¡Viva la revolución! En ese entonces ni idea tenía de lo que representaban.
Tristemente ahora comprendo y comparto con Hazell y todos los cubanos esa impotencia de no poder hacer nada por mejorar la vida de los 11 millones de habitantes de Cuba, que aunque es verdad, nos adelantan, por mucho, en medicina y educación, carecen de cualquier tipo de libertades, ni siquiera la de expresión.