Desde que pasó el proceso electoral y conforme se acerca el cambio de administración en el estado y los municipios, no han sido pocos los comentarios de amigos y conocidos que expresan su preocupación, principalmente por el temor a perder su empleo.
A muy pocos les tocó vivir el llamado “monrealazo” mientras trabajaban en gobierno. La mayoría de quienes vivieron ese episodio hoy ya se han jubilado, pero conozco varias de sus historias y hay un punto en común: el temor.
En aquel 1998, cuando Ricardo Monreal llegó a la gubernatura, como en cualquier cambio de administración, se vaciaron espacios para ser llenados por la gente de su confianza. Solo que en aquella ocasión, como en esta, no solo fue un cambio de administración, sino también de partido, con una persona a quien el partido en el poder le había cerrado las puertas.
Quienes perdieron su empleo en aquellos tiempos batallaron mucho para ser contratados de nuevo, pero continuaron laborando en el gobierno en los siguientes sexenios. Son de esas coyunturas que uno a veces no espera en la vida y, sin embargo, se presentan. Solo quien muestra su valía a partir del trabajo y la experiencia es quien se abre camino donde sea, porque, como dice el dicho: “el que es buen gallo, dondequiera canta”.
Han pasado más de 20 años de aquel cambio de administración y hoy nos enfrentamos a un nuevo relevo, también con un Monreal en el poder. No es gratuito que exista el mismo temor que muchos vivieron en 1998 con el cambio de régimen. Aunque también hay que considerar otros factores.
Más allá del “mega bono” que dicen que no es bono de fin de quinquenio, sino liquidación, la siguiente administración arrancará con el dinero suficiente apenas para cerrar el año y dependerá en mucho de los próximos diputados aprobar un presupuesto que atienda a las exigencias del Ejecutivo para el primer año de administración.
Hasta entonces podría haber recursos para liquidar a trabajadores “en masa”, como temen muchos. Y con el gastado discurso de una pretendida “austeridad republicana”, es probable que eso transite.
Sin embargo, el gobernador electo David Monreal también se enfrentará a una coyuntura propia: quien más aplaude no es el que más trabaja, pues tiene las manos ocupadas aplaudiendo. Y en la administración pública, saber distinguir entre lo institucional y lo político partidista es fundamental para integrar un equipo de trabajo.
En la administración pública hoy labora gente muy valiosa y otra no tanto. Han pasado por varias administraciones en la alternancia entre el PRI y el PRD. Pero hay quien aporta trabajo y resultados y hay quien solo genera conflictos en los centros laborales. Esta última por lo regular es la menos productiva, pero es la primera dispuesta a aplaudir.
Algo similar se observa entre los medios de comunicación. Hubo quienes durante el proceso electoral, unos por decisión y otros por haber sido relegados, asumimos el papel de “oposición” y cuestionamos al hoy gobernador electo. ¿Habrá consecuencias? Seguramente, pero es parte de toda transición. Lo importante es seguir haciendo periodismo y tratar de mantener una línea objetiva, crítica, sobre el quehacer gubernamental.
Lo cierto es que entre los medios que hoy sienten seguro un convenio de publicidad las cosas tampoco serán tan fáciles. Nunca habrá dinero suficiente para los medios de comunicación y menos cuando el gasto en publicidad depende de una estrategia para un aparato de gobierno como el Ejecutivo estatal. Ya no es la campaña de un solo hombre, es la comunicación sobre el trabajo que realizan más de 30 mil servidores públicos.
Pero si desde ahora, mucho antes de la transición, ya existe la política del miedo como columna vertebral de la próxima administración, ¿a eso nos habremos de enfrentar?
Creo, más bien, que mucho de ese temor ha sido difundido por quienes dicen acompañar al gobernador electo y sienten seguro un espacio en la próxima administración. Del plato a la boca se cae la sopa y aunque “amor con amor se paga” parecía más una amenaza de lealtades y traiciones, infundir temor a estas alturas poco abona a generar certeza y confianza sobre el próximo gobierno, lo que sin duda puede llegar a traducirse en el rechazo de la población.
Si ese temor se materializa, habrá que ver hasta dónde la crítica que podemos ejercer como medios de comunicación será permitida, restringida, limitada o denostada como ya ocurre en las mañaneras del presidente Andrés Manuel López Obrador, con la salvedad de que este ya demostró que es capaz de admitir errores y disculparse.
Al gobernador electo David Monreal solo le resta demostrar si aplica la máxima maquiavélica de que “es mejor ser temido que amado” o si aplica las 48 leyes del poder de las que hablaba Robert Greene. No quiera ser un “mini-AMLO”, porque Andrés Manuel López Obrador solo hay uno, lo mismo que un solo Ricardo Monreal.