El lunes de esta semana volvimos a ver todas pintarrajeadas las calles del centro de la ciudad… pintarrajeadas de morado, por aquello de las playeras de las compañeras de la marcha.
¡No se me alebresten en ningún sentido! Se vieron pintadas de morado porque cientos de mujeres salieron a exigir justicia por el feminicidio de Mireya Barbosa, la joven sombreretense que fue asesinada y su cuerpo abandonado en un lote baldío.
Desde que inició la pandemia no me he animado a ir a las marchas, a ninguna, ni a las del orgullo gay, ni de protesta por feminicidios, ni de apoyo a nada, no lo he hecho no porque me haya dejado de importar; ya les he explicado que me da miedo el Covixxx, también les he dicho que no es por mí, que me da miedo por mi jefita que está viejita; en fin, al respecto solo repetiré lo que he dicho en muchas ocasiones cuando me han preguntado que de qué sirve que vaya a una marcha, “¿y de qué sirve que no vaya?”.
No he ido por el Covixxx, pero no significa que estoy ignorando lo que ocurre. Estoy emputada por la violencia contra las mujeres, por las desapariciones, por las violaciones a TODOS nuestros derechos y por supuesto que tampoco significa que me deja de “doler el dolor” de los padres, hermanos, amigos, hijos e hijas de la mujeres asesinadas.
Tampoco deja de causarme asco que siga habiendo tanta gente preocupada por las pintas hechas en las calles por quienes marcharon; y los pinches comentarios condescendientes de “está vien que se manifieztem, pero que no rallen la catedral”, me parece tan pendejo cuando escriben eso, porque es otra maldita forma de represión, es como decir: “está bien que llores, pero que no te salgan mocos”, “está bien que te eches un pedo, pero que no apeste” ¿o sea que muchos hombres siguen creyendo que ellos son quienes deben, desde su sillón mientras de rascan los huevos, dar permiso?
Una vez leí un comentario en una publicación de redes sociales respecto al feminicidio de una niña, era un post de un patán zacatecano, una figura pública, por cierto, y decía: “malditos animales cómo le hacen eso a una niña, para eso están las mujeres”. Pendejadas como esa son las que hacen llorar a los Santos Reyes y por eso no les traen de regalo una neurona.
El punto es que por más que lo intentemos las mujeres seguimos siendo vistas como moneda de cambio, algunas con mayor valor (sobre todo las niñas) y otras con menor valor (sobre todo aquellas que no hemos sido “bendecidas” con la belleza física), pero a final de cuentas muchos hombres (y algunas mujeres) siguen validando más o menos las conductas, la ropa, las palabras, las acciones y en serio eso, amigas y amigos, no abona en nada para superar el problema al que nos estamos enfrentando.
Tengo muchísimos ex, pero un chingo, no crean ustedes que poquit@s y en los últimos dos (quizá tres meses) se me han acercado tres pendejos: uno me comenzó a hablar porquería y media de su ex, por cierto me dejó por ella y luego me vino a tirar caca de ella para que yo me diera cuenta de que está arrepentido y “a esa ya no la quiere”; otro me dijo que siempre quiso volver a buscarme, pero tiene que seguir con su “vieja” porque le “da lástima”, y el otro me salió con que quizá si pongo de mi parte podríamos volver a estar juntos, siempre y cuando no sea como su ex que no se queda callada nunca y lo hartó.
¡N’ombre! Pos son unos genios, nada más que se me hace que me conocieron cuando estaba más pendeja, porque todas estuvimos pendejas en algún momento, unas más que otras, pero muchas decidimos salir de eso y abrir los ojos y tener en claro que para atrás ni para agarrar vuelvo y hay algo que yo sé de cierto y entiendo día a día: “si un pendejo te habla mal de una mujer, sea quien sea, no es una buena compañía, ni merece tu amistad, compañía y mucho menos tu amor”.
“Amiga, date cuenta” eso también es violencia contra tu género y en algún momento esa violencia se puede ir contra ti. ¡Aguas!
Es como si tu ex se la pasa hablando contigo de su ex, eso, queridas, también es violencia, pero de eso hablamos luego; ahorita me tengo que bañar porque apesto bien gacho.
Las amo a todas.
A TODAS, dije.