Si en la boleta que nos entregan para votar por nuestros representantes populares se incluyeran los nombres del gabinete que les acompañará, seguramente los resultados electorales serían muy distintos. Porque el día de la elección emitimos nuestro voto por un candidato, partido o coalición, pero pocas veces nos ponemos a pensar en el equipo de personas que les habrán de acompañar en caso de triunfo.
Qué maravilla sería poder levantar una Consulta Popular para que el pueblo elija a los gabinetes. Incluso sería un alivio para quienes ganaran en una elección por el voto popular, pues los malos resultados fácilmente podrían atribuirse al pueblo, que fue quien designó al gabinete. ¿Y en caso de ofrecer buenas cuentas? El pueblo bueno y sabio eligió bien.
La verdad es que en los gabinetes federales, estatales y municipales recae gran parte de la responsabilidad de un cargo público, y de su desempeño también depende cumplir en mayor o menor medida los compromisos establecidos en campaña o sortear las situaciones imprevistas, como hoy ocurre con la pandemia del COVID-19.
La falta de criterios claros para la selección de perfiles que integren un gabinete de primer nivel a todos los mexicanos nos ha costado muchos desencantos y graves errores que han impactado en la salud, la economía y el bienestar de las familias. Por eso no es gratuito la expectativa que se genera con cada cambio de administración, la desconfianza cuando se desconocen los perfiles que ocuparán cada dependencia y la incertidumbre cuando no se avizora un proyecto claro de gobierno.
En el 2018, Andrés Manuel López Obrador supo capitalizar este punto en particular, al presentar con anticipación a los perfiles que le acompañarían desde el Gobierno de México: hombres y mujeres con experiencia en las diversas áreas de la administración pública, que en muchos casos fueron “caras nuevas” y otras no tanto, aunque en el fondo generaron mayor certeza sobre su proyecto. Tres años de gobierno cambiaron esa percepción y así lo demuestran tantos cambios en el gabinete.
Qué difícil debe ser tener criterios claros para la definición de un gabinete: ¿profesionistas del ramo (cédula profesional incluida) o no?, ¿empresarios?, ¿académicos?, ¿activistas?, ¿luchadores sociales?, ¿figuras conocidas o más discretas en su trayectoria?, ¿con experiencia o solo con ganas de trabajar?, ¿militantes del mismo partido político o inclinarse por la pluralidad de colores?, ¿alineados a un mismo proyecto o con voces disidentes que permitan la retroalimentación?, ¿elegidos por afinidad, amistad y confianza o por el estatus que mantienen en público?, ¿jóvenes o ya más adultos?, ¿mujeres u hombres?, ¿conservadores o liberales? Y podríamos seguir con más interrogantes, algunas relevantes y otras más absurdas.
El tema viene a colación por dos puntos fundamentales: la revocación de mandato y la renovación del Poder Ejecutivo en Zacatecas.
Sobre el primer punto, queda claro que buena parte de la percepción que se tiene sobre el gobierno del presidente Andrés Manuel López Obrador recae en el desempeño de quienes integran su gabinete.
Sería muy irreal atribuirlo todo a la mano de un solo hombre. Andrés Manuel López Obrador no es un dios omnipresente, omnisciente ni todopoderoso. Por ello delega funciones en su gabinete. Pero el enemigo está en casa y sería muy ingenuo pensar que no es consciente de ello.
Respecto al segundo punto, el gobernador electo David Monreal Ávila había prometido que su administración, “ni cuotas ni cuates, ni lo mismo ni los mismos” y a solo dos semanas de que inicie su mandato, por su boca no se han conocido nombres de quienes integrarán su gabinete, únicamente los perfiles que hoy participan en el Comité de Entrega Recepción y que, como balazo en el pie, lamentablemente son “cuotas y cuates”.
Tener perfiles emanados de los órganos de transparencia no es garantía de que habrá un gobierno transparente. Tener empresarios en dependencias que marcan la política de desarrollo económico tampoco es garantía (recuérdese el desafortunado caso del Consejo Estatal de Desarrollo Económico de Zacatecas). Tener ecologistas en las áreas dedicadas a la protección y cuidado del medio ambiente tampoco es garantía (recuérdese el impune caso de la Presa de Milpillas). Tener a policías a la cabeza de las estrategias de seguridad tampoco es garantía (recuérdese el caso de Arturo López Bazán).
Que el gobernante en turno tenga confianza en los perfiles que propone para las distintas dependencias no se traduce necesariamente en una extensión de la confianza ciudadana. Pero la desconfianza aumenta en la medida en que hay poca claridad sobre los criterios para seleccionar perfiles y la integración de un gabinete. Mientras tanto, solo nos queda la duda y la expectativa.