Hace cinco años me quedé sin empleo; para entonces tenía 44 años, me sabía ya vieja laboralmente hablando, pues en este mercado a los 30 ya no fácilmente encuentras una plaza, mientras que, paradójicamente, a los jóvenes no se les emplea alegando falta de experiencia.
Vagué indefinidamente por un sinnúmero de sitios buscando empleo, primero de lo que sé hacer y me gusta y luego, al pasar los meses, ya de lo que fuera.
En algunos lugares solo me recibieron la solicitud sin más nada, de otros, muy amablemente dijeron que me hablarían luego, nunca lo hicieron, en algunos más me dijeron que estaba sobrecalificada para trabajar con ellos. El colmo fue un lugar en específico donde me dijeron que sabía demasiado y que luego “alborotaría al gallinero”, así con esas palabras y esa desfachatez.
En dos años sobreviví haciendo reportajes a pedido, trabajo de investigación para otros y ayudé a fundar una revista luego de una amarga decepción en mi primera aventura como emprendedora, en la que al principio fui socia, luego solo empleada y luego nada, por lo que terminé con una espina en el corazón, pues a mi supuesto socio lo había considerado mi amigo por mucho tiempo.
Para llevar el sustento a mi casa trabajé incluso lavando pisos de rodillas, vendiendo gelatinas, enchiladas y buñuelos; ayudando a mis tías o a mis amigas a lo que me pidieran hacer y luego me gratificaban con lo que podían.
Finalmente me invitaron a trabajar en un lugar donde hallaría, a pesar de todo pronóstico, un poco de tranquilidad financiera, donde a cambio de una gratificación simbólica vendo mi tiempo, mi talento y conocimientos.
Pues sí, así de inexplicablemente es la vida, al menos en nuestro estado, donde no podemos quejarnos de que no hay empleos, porque sí, sí hay, aunque los salarios no son precisamente muy atractivos, lo que empeora el ya de por sí muy abollado poder adquisitivo, cuando la mayoría de la gente gana lo mismo desde hace muchos años, mientras que por las cosas que se necesitan para vivir (sin importar si son de la canasta básica o no), cada día se paga más.
De un tiempo acá cada vez hay más gente super preparada, ya una licenciatura no basta para las nuevas generaciones y cada vez estudian más y más y qué bueno, lo celebro porque una mente que estudia, se prepara y conoce, jamás vuelve a la estrechez que tuvo antes de hacerlo, pero le veo algunos “prietitos”, como al arroz, que aunque no aplican a todos, yo creo que a la mayoría sí.
En este tiempo de “vagancia laboral” me ha tocado compartir espacios igual con gente con la preparación mínima necesaria que con maestros y doctores, con un sinnúmero de diplomados, talleres y capacitaciones al por mayor, tristemente ganando un salario mínimo para sobrevivir.
Hace unos días platicaba con un buen amigo, es doctorante en Historia. La pandemia ha empeorado su liquidez financiera y con todo y licenciatura, maestría y otros estudios, ha trabajado como guardia de seguridad, mesero, encuestador y en el mejor de los casos como profesor, con un par de horas al día.
“No hay trabajo. A veces me desanima esta situación que hace que me pregunte para qué tanto estudio. Tengo un amigo que también es doctor en Historia y está de velador, y chofer…”.
Otro caso es el de una joven de 26 años, ingeniera civil, muy pila ella, inteligente y de mente práctica. Apenas había encontrado trabajo en una constructora donde llevó ya el control de edificación de una casa e hizo otras cosas para esa empresa, pero también la pandemia vino a interrumpir su práctica profesional, por lo que ha trabajado haciendo pizzas, vendiendo pollo y cargando tarjetas de crédito.
En los anuncios de empleos abundan las ofertas de plazas con salarios muy poco atractivos, el mínimo casi siempre, pero es lo que hay… por eso es que en las familias de ahora trabajan mamá y papá para tener un poco de solvencia económica, aunque eso implique que los hijos crezcan solos, con una nana llamada consola de videojuegos, en la calle o en el mejor de los casos con sus abuelos.
Del otro lado están los que estudian y estudian amparados por las atractivas becas y coleccionan títulos, certificados y diplomas, pero cuando “aterrizan” en el campo laboral, en la realidad, no saben hacer nada en la práctica, porque descubren que es diferente a la teoría.
Los más audaces son más afortunados, porque explotan sus conocimientos con ayuda a veces de terceras personas y obtienen buenos empleos, ponen sus propias empresas o se van contratados a otros puntos del planeta… y luego se quejan de la fuga de talentos.
Con todo y salario mínimo, creo que es mucho mejor trabajar honradamente en lo que sea, que salir a robar dizque por necesidad, quienes trabajan, también tienen necesidades, por eso trabajan.
Tenemos un gobierno mediocre, que desgraciafamente sólo vela por sus propios intereses, dando puestos a hijos de.. Que ni estudios terminados tienen, y a la gente que realmente es capaz la rezaban diciendo no tengo un puesto para tu capacidad intelectual’ si lo han manejado muchos compañeros con maestrías 6 doctorados. Antes era un requisito tener una licenciatura para aspirar a un puesto de trabajo aduana mente bueno. Luego que si la maestría y después el doctorado y ahora l8s botan como si su esfuerzo lo contará. En otros países les pagan por su capacidad intelectual y aquí les pagan a gente que de verdad dan pena. Que triste e incongruente es nuestro gobierno.