Una amiga muy querida y cercana recientemente se enfermó, aparentemente, de COVID; todos los síntomas que manifestó, de los que se quejó y que la mantuvieron alejada de su vida cotidiana indican que así fue: dolor de cabeza, fiebre, agotamiento, falta de olfato y gusto, dolor de cuerpo y dificultad para respirar.
Sin ser médica me aventuré a decirle que era COVID y que fuera de inmediato al médico, que se hiciera una prueba, pero se ofendió.
Su argumento principal para negar lo que era evidente y evitar ir al médico, fue que estaba vacunada y que seguro lo que tenía era una reacción a la fórmula que le inyectaron.
Se enojó más cuando le dije que no era posible que fuera una reacción, ya que en ese momento habían transcurrido ya dos meses de que se había inmunizado, pues por lógica yo deduzco que cualquier tipo de reacción del cuerpo a una sustancia extraña o ajena a él, se manifiesta de inmediato, no espera días y menos meses.
Como ejemplo le expliqué que cuando uno come algún alimento en mal estado o al que se es alérgico, la reacción es inmediata, no nos descomponemos del estómago dos meses después ni tampoco presentamos sarpullido o intoxicación después de tanto tiempo e hice hincapié en que debía hacerse la prueba para descartar cualquier probabilidad.
No solo no fue al médico ni se hizo la prueba, sino que profundamente ofendida me dijo que estaba segura de su estado de salud, que la gripa que tenía era la que le impedía saborear la comida y que seguiría tomando sus tés y algún medicamento de esos que se venden sin receta.
Pasaron algunos días y su salud empeoró. Me habló por teléfono y dijo que se sentía muy mal. Yo insistí en que fuera al médico o que al menos se hiciera la prueba. Su respuesta me dejó perpleja: “es que no quiero, me da miedo. ¿Qué tal que sí tengo eso y me muero?”.
A mi juicio, resulta casi inaceptable que una persona con estudios académicos encaminados (mi amiga tiene licenciatura y está en proceso una maestría), cierre su mundo por miedo y lo peor, que haya creído que no tendría COVID solo con el hecho de negarlo y que pensara que si sabía la verdad en automático moriría.
Fue una dura experiencia tratar de convencerla de que se atendiera, que no saliera, que evitara el contacto con la demás gente. Para entontes, ya habían transcurrido casi dos semanas y media desde que se empezó a sentir mal y le dije: “no te vas a morir. Lo peor ya pasó. Si hubiera sido mortal el ataque del bicho, ya no lo estaríamos platicando, supieras o no qué es lo que tenías”.
Le dije que le ayudó y en mucho que hubiera tenido la vacuna, pues a mi ver, aunque no se ha encontrado la fórmula precisa, las que se han usado han sido un paliativo; antes de la vacuna, contraer COVID era casi un anuncio prematuro de muerte; ahora con la inmunización, el cuerpo ha desarrollado anticuerpos que impiden que la enfermedad acabe con la vida de quien se contagia.
Felizmente mi amiga sigue su vida normal. Vive en la creencia de que nunca le ha dado ni le dará COVID, pero en su negación no dejó de salir de su casa para ir a diversos sitios concurridos, como el supermercado y tal vez alguna reunión con amigos o familiares, eso es lo que verdaderamente me escandaliza.
¿Cuántas personas como ella, sin proponérselo, llevaron el virus de un lado a otro exponiendo a mucha más gente? Ella afirma que ninguno de sus conocidos fue reportado enfermo y yo digo, sí de sus conocidos, pero ¿qué hay de los que no conoce?
Ahora con el inicio del ciclo escolar viene a mí esa gran preocupación. No todos se han cuidado durante este tiempo de pandemia, algunos han tenido ya la enfermedad y no se han dado cuenta o lo niegan y van y vienen sin tomar las medidas adecuadas para evitar contagios.
No olvidemos que antes de la vacuna las cifras de contagios y muertes, solo en Zacatecas, eran a veces escandalosas… pasaban el ciento en un día los enfermos. Con la vacuna disminuyeron los contagios y por ende las muertes, pero tal vez porque ya nos confiamos, relajamos las medidas de prevención y otra vez van en aumento.
Hasta este 16 de agosto, el acumulado de contagios registrados en Zacatecas era de 35 mil 632 y 3 mil 76 fallecidos. Este lunes se reportaron 213 nuevos casos positivos y un muerto.
¿Se imagina un profesor de primaria en grupo tratando de poner distancia entre sus alumnos? Tal vez lo logre, porque en más de un año de ausencia en las aulas, los niños también han aprendido a cuidarse, pero no dejan de ser niños y lo suyo es jugar, convivir, no piensan mucho en contagio, sino en divertirse y jugar con los compañeritos que no han visto en meses. Un peligro.
Por ello, he decidido que la mejor manera de cuidar a mi hijo es no enviarlo a la escuela hasta que haya vacuna para los niños. Ya vacunados el riesgo que corren ellos será menor, aunque seguirán siendo potenciales portadores o transportadores del virus a sus casas, donde conviven a veces con sus abuelos, gente que por tener más edad, son más susceptibles a enfermarse con un trágico desenlace.
Ups, como siempre un tema muy controversial.
Que tristeza haya tanta ignorancia a casi ya más de un año de pandemia, la gente no lee no quiere aprender de lo que nos ataca, por miedo o como dije ignorancia. Lo. Real es que existe y está ya entre nosotros. Vemos como nuestros seres queridos mueren solos y aún así esto no hace impacto. Las vacunas no son la cura en sí, pero igual son una esperanza de vida.
Por otro lado el regreso a clase, cuando vimos falló el método de enseñanza virtual que se implementó» se priva a los chicos de algo tan necesario como es la sociabilidad, el contacto fisico, que es tan importante para la integración psíquica de un niño; pero igual está el temor del contagio. Y me pregunto quien falló? La falta de educación o el mal gobierno valemadre que tenemos?