Una vecina a la que llamaré “Doña Elena” tendrá unos 40 y tantos años de edad. Hace unos meses perdió su empleo porque el changarro donde trabajaba como despachadora bajó la cortina. Desde entonces ha sobrevivido vendiendo gorditas y burritos, escondiéndose de los inspectores del Ayuntamiento que van dos veces que le ponen multa por no tener permiso.
Su hija no asistió a clases en el último ciclo escolar. Acompañaba a Doña Elena por las mañanas en su puesto de comida, sentada en una cubeta con su libro de ejercicios escolares abierto.
A ninguna parecía importarle que el actual gobierno ya hubiera recuperado los casi 7 mil empleos formales perdidos durante la pandemia por el COVID-19. Tampoco que el salario mínimo se hubiera incrementado más de la mitad en los últimos tres años.
No les es relevante si la reforma a la Ley del ISSSTEZAC es “Ley Tello” o “Ley David”, o si el instituto será declarado en quiebra para proceder a su desaparición. Tampoco parece importarles si este gobierno o los anteriores han robado más o menos que otros gobiernos de otros colores partidistas.
Doña Elena no ha votado en los últimos dos procesos electorales. No sabe quién es su presidente municipal, ni el diputado de su distrito, ni ha visto de cerca al gobernador de Zacatecas, mucho menos al Presidente de la República.
Para ella, el partido en el gobierno o el número de transformaciones en el país son tan irrelevantes como el crecimiento del Producto Interno Bruto, el envío de remesas o el crecimiento de las actividades industriales y las exportaciones.
Desconoce los miles de millones de pesos que ha recaudado el Servicio de Administración Tributaria, con cifras récord en comparación con ejercicios fiscales anteriores; también las cifras del combate a la corrupción, el caso Odebrecht, Ayotzinapa o la Línea 12 del Metro.
No tiene idea de lo que se trata la Refinería de Dos Bocas o el Tren Maya o el Aeropuerto Internacional Felipe Ángeles o la Presa de Milpillas o el Platabus. No sabe de las cifras récord de homicidios en los últimos tres años o del incremento de la violencia intrafamiliar; solo dice “cada vez hay más muertos y a plena luz del día”.
Para Doña Elena, da igual quiénes salen y quiénes entran en los gobiernos estatales y municipales. No importan las trayectorias o los antecedentes, para ella, “todos son corruptos y nadie paga, y los pobres seguimos siendo pobres”.
A Doña Elena lo que más parece preocuparle es juntar para la papa diaria: que haya pan en la mesa, que salga para pagar la renta, el gas, la luz, el agua y hasta la recarga del celular. Que haya para reinvertir en la materia prima que le da sus ingresos. Que no la vuelvan a multar en el Ayuntamiento.
A Doña Elena le preocupa no tener dinero para la educación de su hija, para comprar más cubrebocas, para el gel antibacterial, para las pruebas PCR, para ir a consulta médica (cuando se ofrece, hasta le piensa para ir a los consultorios de las farmacias similares), para la ropa y el calzado, y hasta para el garrafón del agua que cada vez está más caro.
Pero estos problemas, a su vez, carecen de importancia para quienes en días pasados se concentraron en un grupo de senadores del PAN que firmaron la Carta de Madrid en compañía del dirigente el partido político español (de ultraderecha) VOX, en una especie de agenda política opuesta a un pretendido comunismo impuesto desde la izquierda latinoamericana.
Y es que la citada Carta es una especie de manifiesto escueto para justificar un neoliberalismo del “poder por el poder” y la generación de riqueza sin una perspectiva redistributiva para abatir las brechas de desigualdad y marginación.
Del otro lado, nos encontramos con el Grupo de Sao Paulo y la conjunción de fuerzas políticas de la izquierda y extrema izquierda que van por la redistribución de la riqueza, la limitación del poder por el poder y el desarrollo económico a costa de la pobreza de las poblaciones marginadas, la búsqueda de igualdad y justicia, pero no dejan de lado ciertos matices de autoritarismo y dictadura.
En este grupo participan actualmente MORENA y el Partido del Trabajo, y anteriormente se contaba con el Partido de la Revolución Democrática como miembro, hasta su desincorporación hace un par de años.
Y entre ambas posturas también se encuentra la llamada Internacional Socialista, donde se privilegian los derechos humanos y los principios de igualdad, justicia y dignidad humana como bases para abatir la marginación. En esta ala se ubica el Partido Revolucionario Institucional, que tampoco ha cumplido con algunos objetivos de la Internacional Socialista, como la interrupción legal del embarazo, el reconocimiento de las identidades sexogenéricas o los matrimonios igualitarios.
Mientras las altas esferas partidistas (y de la intelectualidad y el periodismo) se concentran en estas luchas ideológicas (que también tienen su razón de ser), al común de la población como Doña Elena poco importan esas discusiones “elevadas” mientras viven en la incertidumbre de comprar o no un kilo de tortillas. ¿Cree usted que le importará la revocación de mandato?