Luna Nueva: Juventud, divino tesoro

Aún recuerdo que cuando era más joven se hablaba mucho de que México era un país joven. En ese momento yo relacionaba esa juventud del país a su edad, sin embargo, se hablaba de que su población mayoritariamente era de jóvenes.

Eran los años 80 cuando oía ese tipo de expresiones, yo tendría 8 años y nunca me preocupé por investigar el trasfondo de esa afirmación. Luego, ya un poco más madura, descubrí que eso de un país joven se refería a la edad de sus habitantes.

Para 1995, a mis 23 años, en mis pininos en esto del periodismo, descubrí que la edad promedio en el país era de 21 años según el Instituto Nacional de Geografía y Estadística (INEGI) , ¡yo era parte de esa juventud nacional!

Ahora, casi a mis 50 años caigo en la cuenta que voy envejeciendo a la par que envejece la población del país.

Atrás quedaron los matrimonios longevos que procreaban de 10 hijos en adelante, como si fuera concurso de a ver quién tenía más hijos, en familias que sólo el padre trabajaba, porque era prácticamente imposible que la madre lo hiciera por obvias razones. Sin embargo, el poder adquisitivo era otro.

En su lugar llegaron las familias con pocos integrantes, como tomando en serio el dicho del expresidente Luis Echeverría de que “la familia pequeña vive mejor”, eran los años 60 cuando México alcanzó sus mayores tasas de crecimiento demográfico.

El slogan de Echeverría abanderaba el esfuerzo del gobierno para hacer frente a la acelerada explosión demográfica. Entonces éramos 35 millones de mexicanos.

Sin embargo la política dio resultados a partir de los años 80 cuando se tomó más en serio la planificación familiar y de 10 hermanos en promedio, se tuvieron a lo mucho dos.

Según el censo de población y vivienda del 2020, en México ahora somos 126 millones 14 mil 24 habitantes en el país, con una edad promedio de 29 años. Ya el país no es tan joven, en números redondos 58 millones de mexicanos tienen de 0 a 26 años, 53 millones tienen de 27 a 60 años; los que tienen de 61 años y más son casi 14 millones.

Es decir, actualmente en México hay casi 15 millones de adultos mayores y proporcionalmente hay menos jóvenes y más personas de edad no tan joven. Al inicio de milenio, en el año 2000 el 61% de la población tenía menos de 30 años, la edad promedio era de 22 años; ese grupo actualmente se redujo a 50 por  ciento.

En 2005 la edad mediana era de 24 y para el 2010 de 26. El 2015 se registró que 27 era el promedio de edad.

No hace falta ser un genio para saber que conforme pasan los años, la edad promedio en México es cada vez mayor; no es de extrañar que en la actualidad haya complicaciones para ejecutar algunas políticas públicas, como por ejemplo las jubilaciones y/o pensiones, todo lo relacionado al sistema de salud, ahora se necesitan más geriatras y los fármacos de acuerdo a los padecimientos de este sector de la población y también, aunque en menor proporción, el campo laboral para gente que mental y físicamente siguen fuertes, pero que por su edad ya no tan fácilmente encuentran algún empleo.

Junto con el envejecimiento de la población, viene también un decrecimiento poblacional o una pausa en el crecimiento, pues los mexicanos y no tienen 10, 12 o hasta 15 hijos, sino sólo dos, uno y a veces ninguno.

Actualmente los gobiernos debieran prever la construcción, equipamiento, operación y mantenimiento de casas hogar para personas de la tercera edad, porque además de que cada día nos hacemos más viejos, también estamos en la era de la independencia, tanto de los padres como de los hijos.

Años atrás lo lógico era que los hijos se hicieran cargo del padre, madre o ambos ancianos. Ahora, los mayores nos sentimos independientes y no queremos ser carga para nadie y los hijos no piensan en “anclarse” a un sitio, sólo por cuidar a uno o dos ancianos; claro, esto no aplica a todos.

Ahora es cosa del pasado una gran familia, al menos por la cantidad de integrantes, como la de mi abuelo, que ya sobrepasó la esperanza de vida estimada en al menos cuatro generaciones. Con 102 años a cuestas, le cuesta trabajo ver que sus nietos ya no tienen hijos o tienen uno o dos, que sus nietas trabajan y son independientes.

Él, con tantas ganas de vivir, de ir, venir y conocer, los años que lleva acumulados no le dan más que vivir de recuerdos de su juventud, ese divino tesoro que vamos perdiendo casi sin darnos cuenta.