Me ha tocado ver que la desesperación por tener un trabajo digno, honesto y que dé para vivir medianamente bien lleva a muchos a hacer lo que esté a su alcance o posibilidad para trabajar, aunque no siempre con condiciones óptimas o de ningún tipo, en la informalidad e incluso en lo que se equipararía “mercado negro laboral”, sí ese que incluso se da en instituciones de gobierno, pero sin prestaciones de ningún tipo, en la sombra pues, a cambio de un pírrico sueldo que muchas veces es aceptado porque “es lo único que hay”.
La carencia de plazas laborales formales es notoria casi a simple vista, si no se ha dado cuenta lo invito a que en algún trayecto más o menos largo que haga desde su casa a otro sitio que no sólo sea la tienda de la esquina, observe: verá en cada semáforo una cantidad de “trabajadores independientes” que limpian parabrisas, venden dulces, semillas, muñecos, mapas y cuanta mercancía sea fácil de trasladar, se confunden con actores callejeros que bailan, hacen todo tipo de malabares o “tragan fuego”; en los parques se ven señoras, incluso niños que venden golosinas; por las calles del primer cuadro de la ciudad, al menos en Zacatecas y Guadalupe, es común encontrar al menos a alguien que ofrece postres caseros, flores o cualquier cosa que les permita vender y caminar al mismo tiempo.
Punto y aparte son los semifijos, esos que aunque no son comerciantes formales, tienen ya “apartado” su lugar para vender churros, fruta y golosinas y mercancía variada.
En las puertas de muchas casas, algunas sólo los fines de semana, en otras de los siete días, se ven alteros de ropa usada que aunque le resulte difícil aceptar, hay quien compra, pues la realidad es que entre los necesitados hay otros más necesitados que a fin de hacer rendir lo poco que “les cae” compran ropa, libros, herramienta, lo que necesiten y encuentren más barato en una especie de bazar doméstico.
Donde vivo hasta un grupo de Whatsapp, de publicidad, se creó para facilitar la vida a todos, a los que venden o prestan algún servicio y a los que compran o pagan por ellos. Hay quien vende comida, quien lava carros a domicilio, quien corta el pasto, quien corta y arregla el cabello o aplica uñas, quien vende paletas congeladas, ropa nueva y de segunda mano, quien apoya para hacer tareas, etc…
Luego están también los que prestan el servicio de traslado o entrega de comida por medio de plataformas. Sí, también ellos están en la lista de la informalidad, pues aunque ostentosamente son portadores de una pomposa marca, la compañía para la que trabajan, reportan ganancias y a la que le pagan por dejarlos usar su logo, no les da ni siquiera la mochila que llevan en su espalda, pues ellos las tienen qué comprar, igual que el vehículo en el que se trasladan, ya sea una motocicleta o un automóvil, de su bolsillo corren los gastos de mantenimiento mecánico, combustible y limpieza; bueno hasta los impuestos que generan, pues puntualmente deben pagar placas y refrendo vehicular… por supuesto que, igual que todos los demás, tampoco tienen Seguro Social ni cotizan en Infiernavit ni Fonacot ni tienen vacaciones, el día que no trabajan, no ganan, así sea por enfermedad.
Si le sigo rascando siguen saliendo más ejemplos, quedémonos con esos, pues creo que por sí solos ya dan un claro ejemplo de que no trabaja el que no quiere, porque trabajo honesto hay, aunque no como en el mundo ideal imaginamos.
Hace unos años no se veía tan marcadamente este fenómeno o al menos no había prestado atención; la pandemia (sólo la cuarta ola de COVID dejó sin empleo a 1.4 millones de personas) y la carencia de políticas públicas eficaces han sido el detonante para que quede expuesta esta marabunta de “trabajadores independientes”, que todos vemos, incluso la autoridad, pero que ignoramos rampantemente.
Claro que lo sabe la autoridad, basta con salir y observar y si ello no basta, existe información, elaborada por el INEGI que da cuenta de esto, como la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo (ENOE), que reportó en enero que hasta finales de 2021 en México había poco más de 32 millones de personas que tenían un empleo informal, es decir, que no tenían contrato ni seguridad social.
Esta cantidad, de acuerdo a la misma fuente, representa el 56.5% de la población económicamente activa, es decir que está en edad de trabajar, ¡más de la mitad de los mexicanos que trabajan lo hacen en la informalidad!
Desde hace tiempo dejé de molestarme porque salen a mi paso vendedores de todo tipo, he comprendido que es la forma en que consiguen un ingreso para ellos o incluso para sus familias. ¿Se ha detenido a pensar cuántos chicles debe vender alguien para pagar el recibo del agua?, o ¿cuántas horas ha permanecido alguien a la intemperie para hacerse de algunos pesos para pagar su renta?
Cierto, hay quienes tienen más suerte que otros y ganan más y habrá también quien se pase de listo, pero no todos están cortados por la misma tijera. Respetemos, ayudemos si podemos y nos nace. Somos afortunados por no estar en el lugar de ellos.
Dar un poco a los que de verdad quieren salir adelante, como bien dices no todos tienen la misma suerte de encontrar un buen empleo. Muy atinado tiu comentario. Felicidades.
Hola, como siempre, excelente nota y todo muy cierto, desgraciadamente aquí en el estado están los sueldos por los suelos mientras los políticos ganan miles y sin hacer absolutamente nada, cuando podremos decidir qué hacer con ellos, o qué por lo menos desquiten el salario que ellos mismos se imponen, algún día decía un amigo, algún día, saludos excelente miércoles, saludos