¿Recuerda esos cuentos o historias del rey malvado cuyas riquezas obtenía a costilla de sus cortesanos? ¿Cuál de tantas historias recuerda?
De inmediato viene a mi mente la historia de Robin Hood, sí, ese que robaba a los ricos para darles a los pobres, porque además de tener la desgracia de no haber nacido entre sábanas de seda, parecían condenados a trabajar todos los días de su vida para sostener la ambición de Vasey, el sheriff de Nottingham que a nombre del rey, prácticamente les quitaba todo lo que obtenían con su trabajo como impuestos a la Corona y ¡ay de aquel que siquiera intentara engañar a los recaudadores!
O las historias bíblicas de los publicanos que cobraban los impuestos para el imperio romano, mencionados tantas veces en el libro sagrado, sobre todo en el Nuevo Testamento y muchas veces descritos como codiciosos, pues se les acusaba de cobrar más de lo estipulado, no lo dice en las santas escrituras, pero no hace falta ser un genio para entender que ese piquito (o picote) de más iba a parar a sus bolsillos.
Cuando mencionamos estos episodios o los oímos en alguna charla, de inmediato vienen a mi mente imágenes de gente malvestida, exhausta de tanto trabajar, viviendo en condiciones paupérrimas y siempre enojada, triste y amargada porque de toda la riqueza que generan apenas les queda para malcomer. Sí, esas imágenes que nos venden en series televisivas y películas.
Ambas historias parecen lejanas en el tiempo y en la geografía, como si fueran sólo parte del libreto de un programa, pero son tan ciertas y están tan vigentes en nuestros días como la mismísima Secretaría de Hacienda y Crédito Público. Tal vez no lo notamos, porque se llaman diferente o porque ya no pagamos en especie o, muchos, no pagamos personalmente los impuestos al fisco, pero… ¿se ha detenido a ver cuánto paga al gobierno, vía impuestos?
Me detuve en esta reflexión luego de que platicaba con un buen amigo, empresario que trabaja en sus proyectos personalmente a manga de camisa, genera empleos y paga impuestos.
Él me decía que nunca como ahora era tan difícil sostener una empresa, más si no se dispone del capital suficiente, casi infinito, sobre todo los primeros meses o incluso años, porque mientras “se siembra la semilla y se espera a que dé frutos” hay mucho esfuerzo, sudor, lágrimas, lamentos, mentadas, cansancio e “inyección” de dinero.
“Los trabajadores a veces ni cuenta se dan y está bien, no es su tema, lo que quieren y exigen es su pago puntual, uno sabrá de dónde saca y como”, dijo mi amigo y creo que es verdad.
Pues son muchos los impuestos que se deben pagar como empresario, emprendedor o empleador, al menos aquí en Zacatecas se debe pagar al fisco el impuesto sobre nómina, es decir, además de lo que eroga (gasta) el empleador para pagar a sus trabajadores, por esa cantidad debe pagar al fisco, además de IRS y otros que se suman, cuando el patrón quiere ir por la derecha, al pago del IMSS.
Creo que por eso es que hay tanta evasión fiscal…
Pero la voracidad hacendaria va más allá, no se conforma sólo con las millonarias cantidades anuales que pagan los empresarios ¡también cobran a los trabajadores! Sí, así como lo lee, todos los que trabajamos y nos pagan por nómina u honorarios, también damos una mochadita de nuestro dinero al gobierno, to-dos, y si quien trabaja en la informalidad cree que ya se salvó de este flagelo, pues siento mucho desilusionarlos, pero no, no se escapan, aunque efectivamente no pagan en automático por nómina, estos ciudadanos se suman a todos los demás pagando el Impuesto al Valor Agregado (IVA) en todo lo que compran, por eso no se da cuenta uno, pues uno cree que un pantalón cuesta 450 pesos, pero no, cuesta un poco menos, porque al menos 30% de lo que pagamos por éste, son de impuestos, además el que lo vende, paga impuestos por comprarlo al fabricante y el fabricante también paga.
Además del IVA, que es generalizado para tooooodos, pagamos otros impuestos muy específicos como el Impuesto Predial, por nuestras casas, la Tenencia, que aunque digan que ya no se cobra en varios estados de la República, lo cierto es que cada año hay que pagar el famoso Refrendo Vehicular, que es lo mismo pero con otro nombre, nuestro bolsillo no distingue… y ya no le sigo porque lloramos todos.
En fin, somos parte de una sociedad y como tal hay que cooperar para sostenerla, eso es entendible e indebatible, pero… ¿a dónde va a parar todo ese dinero? En el mundo ideal debería aplicarse en servicios públicos de calidad para todos, pero al menos en Zacatecas y no se diga en Guadalupe, las calles están en pésimas condiciones, por ejemplo, ah, pero eso sí, muchos jóvenes que no estudian ni trabajan reciben jugosas becas que hasta los “desinspiran” para seguir estudiando ¿para qué, si sin trabajar ni estudiar tienen dinero? Entiendo que no todos, habrá quién aproveche bien esa beca y la merezca, pero no todos.
Magnífico artículo que sobre todo menciona lo añejo y vigente del mal uso de los impuestos tributarios que deberían servir a la sociedad con servicios útiles y necesarios pero que desafortunadamente más sirven a la mayoría de los grupos en el Poder para sus intereses personales.