Es un tiempo en el que el cambio climático y los desastres naturales amenazan más que nunca el futuro de la Humanidad, mientras la pandemia por COVID-19 ha obligado a quedarse en casa, a implementar medidas de control sanitario, trabajo en por medios electrónicos y sobre todo, aumentar la convivencia familiar ha generado la oportunidad para que las mujeres tomen un rol de suma importancia en el cuidado del medio ambiente.
Por otro lado, su sensibilidad en la gestión de los recursos naturales es un tesoro que aún está por descubrir. En el día a día de la mujer, desde tiempos ancestrales, las mujeres han tenido una relación especial con la naturaleza, contribuyen enormemente al bienestar y el desarrollo sostenible de sus comunidades, municipio, estados y países, así como al mantenimiento de los ecosistemas, la diversidad biológica y los recursos naturales del planeta.
Las mujeres son generalmente las primeras en responder al manejo de la riqueza medioambiental, desde recoger agua para cocinar y limpiar, utilizar la tierra en la ganadería buscar comida en los ríos, recolectar leña, en todo el planeta utilizan e interactúan con los recursos naturales y los ecosistemas diariamente.
También son las primeras en sentir los efectos del cambio climático, cuando tienen que recorrer distancias cada vez más largas para encontrar lo que necesitan para alimentar a su familia, además la degradación del medio ambiente tiene graves consecuencias para todos los seres humanos, afecta en particular a los sectores más vulnerables de la sociedad, principalmente las mujeres, cuya salud es más frágil durante el embarazo y la maternidad.
Sin embargo, el reconocimiento de lo que las mujeres aportan o pueden aportar a la supervivencia del planeta y al desarrollo sigue siendo limitado. La desigualdad de género y la exclusión social siguen aumentando los efectos negativos de la gestión ambiental insostenible y destructiva sobre las mismas.
Son contadas las mujeres que se desarrollan en la aplicación de políticas publicas ambientales, algo que poco a poco va cambiando con la equidad de género.
Las persistentes normas sociales y culturales discriminatorias, como el acceso desigual a la tierra, agua y otros recursos, así como falta de voz en las decisiones referidas a la planificación y la gestión de la naturaleza, muchas veces hace que se ignoren los tremendos aportes que puedan hacer.
La buena noticia es que, a pesar de los obstáculos, las mujeres están realizando grandes progresos y los gobiernos recurren cada vez más a su experiencia y liderazgo cuando deben adoptar decisiones importantes relativas al medio ambiente. Aún así, todavía queda mucho por hacer para apoyar el papel de la mujer en la toma de decisiones y la garantía de un futuro mejor para todos.
Para reducir y poner fin a esta brecha, lo primero es entender las relaciones que existen entre el género y el medio ambiente, la información sobre el tema es la mejor opción para obtener distintas herramientas que explican no solo de dónde viene el problema, sino cómo ponerle solución.
En ningún caso se puede hacer pensando en la mujer como un simple agente afectado; al contrario, es necesario que forme parte de la respuesta de manera activa, desde lo local, la casa, aplicar métodos para cuidar el medio ambiente, en la educación, como formadora de nuevas personas, organizadora de proyectos amigables con el medio ambiente, la mujer debe tener un papel fundamental en lo que respecta a la respuesta para poner freno a la crisis climática.
Porque unidas somos más fuertes, y juntas, como iguales, tenemos más posibilidades de enfrentar la crisis ambiental.