Ayer celebramos el Día del Maestro, motivo por el que la reflexión de hoy se inspira en esta fecha. Esta conmemoración data desde el tiempo del presidente Venustiano Carranza en el año de 1918, y desde entonces la ocasión se ha consolidado como una de las festividades más importantes en nuestro país.
Y es que no hay duda de la labor tan loable que los maestros y maestras desarrollan día a día para la consolidación del país y su cultura, para la formación de seres humanos capaces de mejorar su entorno y realidad con la intención de un mejor fututo para todos y todas.
Y sobre todo, son el factor fundamental para que uno de los derechos humanos más importantes como lo es la educación sea una realidad pese a todas las contrariedades que en la actualidad se van presentando. Aun con esas limitaciones, como lo es la pandemia por el COVID-19 o la inseguridad, los y las maestras han sorteado la inestabilidad para llevar el conocimiento hasta los más remotos rincones de nuestro país.
La educación es un derecho humano fundamental, así reconocido desde 1948, año en el que se firma la Declaración Universal de los Derechos Humanos y se incluye en su artículo 26.
El artículo 3° de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos lo ampara señalando: “Todo individuo tiene derecho a recibir educación”. La reforma educativa reciente, en la Carta Magna le impone a la educación obligatoria que imparta el Estado la característica de ser de calidad, entendiendo por ello “que los materiales y métodos educativos, la organización escolar, la infraestructura educativa y la idoneidad de los docentes y los directivos garanticen el máximo logro de aprendizaje de los educandos”.
Un hecho visible es que la educación básica en nuestro país ha mejorado en los últimos años debido a que más personas recibieron mayor educación que sus padres; sin embargo, persisten aún diferencias entre quienes tienen menores y mayores recursos, pues la población indígena sigue siendo la más afectada, siguiendo aquellas personas que se encuentran en pobreza extrema y en pobreza moderada, ya que el acceso a la educación para estos grupos aún es menor.
No solo se trata de que toda la población tenga acceso a la educación, sino de que se imparta una educación de calidad. Es notorio que persisten rezagos importantes en matemáticas, ciencias y lectura; además es necesario que las personas adquieran los aprendizajes necesarios para desenvolverse en la vida con la intencionalidad explícita de promover los valores que sustentan los derechos humanos, así como el ejercicio respetuoso de los mismos, el cumplimento de los deberes que éstos conllevan y el compromiso de su defensa.
Este interés creciente es una muy buena señal para seguir trabajando en la educación por y en los derechos humanos, que debe animarnos en que todos los esfuerzos que se hagan en este campo revertirán en una mejor y más positiva visión del hombre y del mundo, en su conjunto.
Gracias por todos a mis maestros y maestras que con su labor han aportado en la intención de ser un ser humano virtuoso.