Desde hace unos 7 años fui diagnosticado con un trastorno caracterizado por un dolor y molestias músculo-esqueléticas de manera generalizada llamado fibromialgia.
Desde entonces, ha sido una constante aprender sobre esta condición y superar cada día las limitaciones que los malestares asociados presentan en el cuerpo y la mente. Afortunadamente, y después de mucha inversión de tiempo, dinero y voluntad, estoy mucho mejor que en aquel entonces y puedo llevar una “vida normal”.
Los síntomas a menudo comienzan después de un evento, como un traumatismo físico, cirugía, infección o estrés psicológico significativo. Lo mío se lo atribuyo a la enfermedad y muerte de mi padre hace ya 20 años. En otros casos, los síntomas se acumulan progresivamente con el tiempo, sin que exista un evento desencadenante.
Las mujeres son más propensas que los hombres a desarrollar fibromialgia, por ello mi diagnóstico tardó y era confuso. Después de montón de exámenes químicos y físicos, llegué con un reumatólogo, el Dr. Rafael Herrera, que diagnosticó mi malestar.
Esta condición afecta al 2-5% de la población general, y de cada 9 mujeres con esta enfermedad crónica existe un hombre padeciéndola. Muchas personas con fibromialgia también tienen dolores de cabeza tensionales, trastornos de la articulación temporomandibular, síndrome de colon irritable, ansiedad, vejiga neurogénica, síndrome seco, neuropatías, depresión y muchos signos más.
Al recibir mi diagnóstico sentí algo de alivio al saber por fin qué me causaba tan diferentes síntomas, o que los médicos no entendieran qué es lo que ocurría cuando mis órganos, sangre y huesos estaban en marcadores saludables.
También me preocupé e incluso los síntomas aumentaron. Después de vivir mi duelo por perder la salud, me di a la tarea de aprender sobre el tema, me hice de un libro llamado “Fibromialgia, el dolor incomprendido”, del médico e investigador mexicano Manuel Martínez Lavín. Una autoridad mundial sobre el tema. La lectura del texto aclaró muchísimo sobre el tema y me alentó a no darme por vencido.
Así, poco a poco, con mucho esfuerzo físico y mental, fui mejorando, de ya casi no poder mover con facilidad todo el lado derecho de mi cuerpo, fui empezando a moverlo con más facilidad y sin dolor, el cabello o la ropa ya no me lastimaban y pude volver a abrazar sin que significara una molesti. La natación fue clave en esta mejoría, cuando empecé solo me daba para chacotear en el agua y soportar el dolor del gorro y traje de baño, o el golpe de las gotas de agua de la ducha sobre la piel.
También el tratamiento farmacológico ha abonado, pero después de tomar más de 5 analgésicos y desinflamantes ya solo tomo una pastilla al día. La terapia cognitivo conductual es gran aliada, estos elementos me ayudaron a mejorar y a interesarme por temas médicos y por el cuidado de sí mismo. Así llegué a la bioética para intentar ayudar a quienes padecen esta condición.
Si bien no existe una cura para la fibromialgia, hay varios medicamentos que pueden ayudar a controlar los síntomas. El ejercicio, la relajación y las medidas para reducir el estrés también son benéficos. A veces dan brotes por las vicisitudes propias de la vida y es una reto no perder el control de sí, mantener el sistema nervioso lo más equilibrado posible y continuar con la lucha.
Sé que existen personas que padecen esta condición, que la están pasando realmente mal y especialmente para ellas mi historia. Se puede mejorar, se puede tener una calidad de vida. Estoy a disposición de quien se interese al respecto en mis redes sociales para cualquier cometario o duda.
Desde el año 1993, cada 12 de mayo se celebra el Día Mundial de la Fibromialgia y del Síndrome de la Fatiga Crónica, coincidiendo con el natalicio de Florence Nightingale, enfermera que quedaría postrada en su cama durante 50 años a causa de esta enfermedad. Por ello también este texto, con el intento concientizar al respecto.